Poco imaginaban las autoridades de Estados Unidos que una joven mexicana de apenas 17 años se convertiría, hace más de un siglo, en la líder de la primera protesta contra sus políticas para migrantes en la frontera.
Carmelita Torres, una vecina de Ciudad Juárez que cruzaba cada día al país vecino para trabajar como empleada doméstica en El Paso, Texas, se negó a pasar por el proceso de baño y desinfección al que se les sometía en la frontera para, supuestamente, evitar que el tifus se propagara en EE.UU.
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El trámite era humillante. Los mexicanos tenían que despojarse de sus ropas para ser desinfectadas en una plancha de vapor, tras lo que sus cuerpos desnudos eran rociados con productos químicos como gasolina y queroseno para eliminar posibles piojos. Si los tenían, se les rapaba la cabeza.
Pero el 28 de enero de 1917, cuando a Torres le pidieron que bajara del tranvía eléctrico que cruzaba la frontera por el puente de Santa Fe para ser fumigada, decidió no hacerlo y convenció a otras 30 pasajeras para que se le unieran.
Las mujeres dejaron el vehículo para sublevarse ante esta práctica tan degradante y discriminatoria. Poco después, el grupo ya estaba formado por 200 personas. Según reportes de la prensa local, al cabo de unas horas eran como 2.000.
Aquella protesta sería conocida después como los Motines de los Baños.
Las razones de la protesta eran muchas. Las mujeres temían que pudiese repetirse el incendio en la cárcel de El Paso que, meses antes, había acabado con la vida de cerca de 30 reclusos de origen mexicano tras haber sido rociados con gasolina. Aquel suceso fue tristemente bautizado como “Holocausto”.
Además, también habían escuchado rumores de que algunos soldados estadounidenses les tomaban fotos desnudas durante la inspección y después las difundían por las cantinas.
El grupo liderado por Torres empezó a tirar piedras y botellas a los soldados de EE.UU. y bloquearon el tráfico entre Ciudad Juárez y El Paso. El enojo de las manifestantes era tal que las tropas de aquel país no fueron capaces de reducirlas y pidieron a México que interviniera.
En aquella época, en plena Revolución mexicana, el gobierno de Venustiano Carranza temía que esta protesta contra una práctica estadounidense fuera también, de algún modo, un apoyo al enemigo movimiento guerrillero de Pancho Villa, quien meses antes había encabezado el ataque a Columbus, en EE.UU.
Por eso, decidieron enviar al escuadrón de la muerte liderado por el general Francisco Murguía, uno de sus militares más temidos. Aunque ambos ejércitos rodearon a las mujeres, ellas siguieron enfrentándolos.
“La amenaza que EE.UU. percibía entonces era la de los villistas, esa figura clásica del hombre mexicano en la guerra. Por eso, la actuación de Carmela es casi inédita, por lo inesperado de que una resistencia tan feroz y popular viniera de una mujer joven en aquella época”, le dice a BBC Mundo Abraham Trejo Terreros, historiador experto en migración en la frontera norte de México.
Dos días después, los motines finalizaron tras el arresto de varios de los participantes. También fue detenida Carmelita Torres, a quien los historiadores pierden la pista sobre su paradero.
Algunas versiones apuntan a que podría haber sido llevada ante un juez estadounidense quien alegó no tener competencia para decidir sobre un suceso ocurrido en México. Si fue a prisión, si regresó a Ciudad Juárez, o si fue ejecutada… es toda una incógnita.
La aparición de casos de tifus en el centro de México en 1916 encendió las alarmas al otro lado de la frontera.
En la fronteriza ciudad de El Paso, sus autoridades locales desplazaron y destruyeron las viviendas de cientos de familias de origen mexicano ante el temor de que estuvieran enfermas.
También buscaban casa por casa posibles rastros de piojos para fumigar a esas personas con pesticidas.
Pero el alcalde de El Paso, Tom Lea, creyó que eso era insuficiente y pidió al Servicio de Salud Pública estadounidense imponer medidas severas para evitar que el tifus llegara a su ciudad.
“Cientos de sucios, piojosos e indigentes mexicanos que llegan diariamente a El Paso traerán y esparcirán sin duda el tifus a menos que se implemente una cuarentena”, escribió en un telegrama a Washington.
Las autoridades federales no creyeron necesaria esta medida, pero sí ordenaron que todas las personas que ingresaban al país por la frontera fueran “desinfectadas” con baños químicos contra piojos y otras enfermedades.
Lamentablemente, la protesta liderada por Carmelita Torres no acabó con esta práctica, sino que se mantuvo hasta la década de 1960 con otro tipo de pesticidas igualmente perjudiciales para la salud: el Zyklon B a base de cianuro y que después fue utilizado por la Alemania nazi, o el DDT empleado en millones de mexicanos que migraron temporalmente a trabajar a EE.UU. como parte del programa Bracero.
Para David Dorado Romo, autor de “Historias desconocidas de la Revolución mexicana en El Paso y Ciudad Juárez” entre las que incluyó la de Carmelita Torres, el que se mantuviera esta práctica tantos años después deja claro que aquella alarma del tifus en México no fue el motivo fundamental para su implementación.
“EE.UU. mantuvo esta política y ya no era por el motivo inicial, sino por claras razones de eugenesia (la disciplina que busca mejorar una raza o la especie humana)”, asegura el historiador estadounidense descendiente de mexicanos en entrevista con BBC Mundo.
“(El tifus) no fue más que un pretexto para iniciar este proceso de fumigación que continuó y por el que, a día de hoy, EE.UU. nunca ha pedido una disculpa oficial por ese trato discriminatorio hacia los mexicanos”, critica.
En el mismo 1917 en el que se registraron los Motines de los Baños, EE.UU. impuso las primeras barreras a mexicanos en su frontera, quienes hasta entonces cruzaban de país de manera libre y sin ningún tipo de documento.
“Las primeras leyes migratorias de EE.UU. se basaban en esa misma eugenesia y se dirigían a países que ellos consideraban de personas genéticamente inferiores. Aunque en la actualidad no veas ese razonamiento oficial, ese legado o marca continúa a día de hoy en el país”, sostiene Dorado Romo.
Y es que pese a que transcurrió más de un siglo de las protestas lideradas por Carmelita Torres, los expertos creen que mucho de lo que aconteció entonces está de más actualidad que nunca.
Se refieren, por ejemplo, a los mexicanos que en aquel entonces empezaron a tratar de evitar esos controles para ingresar en EE.UU. y comenzaron a cruzar de manera irregular.
“A partir de que se instauraran este tipo de medidas tanto médicas, como de portar pasaportes, etc... todos estos requisitos inauguran esos cruces irregulares por puntos no autorizados de los que hoy oímos hablar tanto, por supuesto”, dice Trejo Terreros, profesor en el Centro de Investigación y Docencia Económicas de México.
O apuntan también a la conexión entre aquellas medidas sanitarias contra el tifus y las puestas en marcha recientemente frente al covid-19, como el Título 42 que EE.UU. implementó para facilitar la expulsión de migrantes solicitantes de asilo por motivos de salud pública durante la pandemia, pero que se mantiene activo casi tres años después.
“Pese al descubrimiento de los agentes patógenos causantes de enfermedades que no respetan fronteras inventadas por los humanos, volvimos a creer que es más fácil controlar los cuerpos que cruzan esas fronteras”, afirma Trejo Terreros.
“Y esa idea profundamente racista de asociar ciertas enfermedades a ciertas nacionalidades persiste hasta la actualidad y lo vimos con las restricciones en la época del covid, que eran mayores en base a la procedencia o forma en la que se veían las personas”.
Pese a su valentía al desafiar a las autoridades, la historia de Carmelita Torres es muy poco conocida tanto en EE.UU. como en México. Es por ello que en 2020 vio la luz “NO MÁS”, un drama radiofónico y online que narra la historia de la joven y los motines.
“He vivido la mayor parte de mi vida en El Paso sin saber de su existencia. No se enseña en las escuelas. En cambio, todos crecimos conociendo el nombre de (el exalcalde) Tom Lea, pero sin saber nunca la atroz historia detrás de él. Honestamente, me sentí estafada cuando lo descubrí”, cuenta Meagan O'Toole-Pitts, autora de la obra.
Dice que entre los oyentes hay quienes le agradecen descubrir esta parte de la historia, pero que otras no se sienten felices al escuchar lo que hicieron las autoridades locales de entonces.
“Decidí honrar así a Carmelita de un modo que espero continúe en la próxima generación. Ojalá hubiera crecido admirándola como modelo a seguir”, le dice a BBC Mundo.
El historiador Dorado Romo coincide en que estos hechos no cuentan con el reconocimiento necesario, pese a que Torres “lidera la primera protesta de mexicanos en aquel momento en que EE.UU. comienza a dejar de tener abierta la frontera para ellos”.
“La historia no la hacen solo los hombres que disparan balas, sino que muchas veces viene de personas que ves como alguien común, pero que hace obras extraordinarias de resistencia y coraje. La historia ignoró a Carmelita Torres por décadas y no es hasta ahora que estamos reevaluando esa historia”, concluye.
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