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Bordeando derrumbes de rocas y árboles que tapaban el camino, cambiando de automóviles y en medio de otros obstáculos, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador finalmente completó el trayecto hasta el puerto de Acapulco, en la costa mexicana del Pacífico, incomunicado y devastado por el embate del huracán Otis.
El mandatario y su equipo se toparon con derrumbes que bloqueaban las dos carreteras principales que llevan a Acapulco, a donde se dirigían para evaluar los daños del huracán en ese popular balneario, ubicado a casi 400 km de Ciudad de México.
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El convoy del presidente avanzó con dificultad por la carretera hasta que se topó con un área bloqueada, con árboles caídos, y en la que el lodo llegaba hasta las rodillas.
El presidente intentó seguir el camino a bordo de un jeep militar que se quedó atascado.
Finalmente decidió caminar los kilómetros que aún lo separaban de Acapulco, seguido de miembros de su gabinete. Detrás de él, los militares intentaban sacar al jeep del fango.
“Vamos a buscar que se abran (los caminos) lo más pronto posible”, dijo el presidente en una breve declaración a la prensa a bordo de la camioneta que lo llevaba a Acapulco.
En el camino, López Obrador dialogó también brevemente con habitantes que habían salido a pie del puerto o de los pueblos cercanos a buscar a sus familias ante la ausencia total de comunicaciones y transporte en Acapulco.
Los testimonios de esas personas son muestra de la fuerza devastadora de Otis.
“Se sintió muy fuerte, nos dejó en shock porque ni de la casa pudimos salir, mucha gente estuvo buscando refugios, pues los ríos crecieron mucho”, dijo a la AFP Israel Pérez, panadero de 21 años. “Parecía el sonido de monstruos que venían de otro lado, que están furiosos”, añadió.
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“Esto nos afecta mucho, porque salimos a todos los pueblitos (a vender el pan)”, dijo.
Eric Hernández acompañaba a una familiar a una cirugía en una clínica de Acapulco cuando golpeó el huracán Otis. Tras el impacto, el joven de 24 años salió caminando del puerto a su pueblo para ver que su familia estuviera bien.
“Tuvimos que cerrar las puertas con lo que encontramos para que no volaran los cristales. Nos tocó ver cómo arrastraba carros y postes. El piso de la clínica se movía. Una cosa muy fea que yo nunca había vivido en el tiempo que tengo aquí”, dijo Hernández en medio del fango que dejó el huracán.
El joven añadió que una vez que pasó el huracán tomó la decisión de caminar. En la ciudad observó que había tiendas saqueadas, con gente que se peleaba por las cosas.
“Acapulco quedó en desastre total”, dice.
Sin telecomunicaciones en la zona, el gobierno de López Obrador no ha dado un balance total de daños.
La gobernadora del estado de Guerrero, Evelyn Salgado, dijo en la red social X (antes Twitter) que su administración trabaja para la reapertura de las carreteras y las líneas de telefonía, en lo que llamó un “inédito escenario”.
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El mandatario mexicano viajaba junto con los secretarios de Defensa, Marina, Seguridad Pública y Protección Civil.
Otis se fortaleció el martes en cuestión de horas, lo que obligó a las autoridades a acelerar los trabajos de preparación para Acapulco y las zonas aledañas, que han vivido antes ciclones como el potente huracán Paulina de 1997 que dejó daños severos en el puerto.
Por la mañana, López Obrador anunciaba en su conferencia de prensa diaria que no tenía informes de fallecidos pero reconocía también que no había comunicación con Acapulco.
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