Ropa y mantas empacadas y cada vez menos gente. El campamento de haitianos en la fronteriza Ciudad Acuña iba quedando despoblado este viernes a medida que se agotan las opciones de que los migrantes puedan cruzar de México a Estados Unidos.
Al otro lado del río Bravo, en Texas, también han salido todos los migrantes que acampaban bajo un puente, que hace menos de una semana llegaron a ser 15.000, informó este viernes el gobierno estadounidense.
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A primera hora del día, los haitianos que permanecían en el parque Braulio Fernández de esta ciudad, fronteriza con Del Río (Texas), eran cerca de 200, un tercio de los que estaban a principios de esta semana, constató la AFP.
Varios hechos fueron decisivos: un operativo policial al amanecer del jueves, las más de 1.000 deportaciones desde Estados Unidos y el anuncio del Instituto Nacional de Migración (INM) de que aquellos que quieran culminar su trámite de refugio deberán regresar Tapachula, en el extremo sur de México, colapsada por decenas de miles de migrantes haitianos y centroamericanos.
“Hay muchos que salieron apurados, hay muchos que salieron a dormir al campo, no sé adonde quedaron ellos. Es por eso que esta mañana mismo hay poca gente”, explicó Enel Germain, haitiano de 31 años.
Su compatriota Johnny Jose, de 27 años, aseguró que en la madrugada del viernes hubo un corte de energía eléctrica que hizo temer a muchos la inminencia de un nuevo operativo, si bien el del jueves no dejó capturas.
Después de eso, estima que unos 150 abandonaron el parque con un rumbo que desconoce.
La AFP constató que decenas de haitianos llegaron en las últimas horas a la ciudad de Monterrey (Nuevo León, noreste), provenientes del estado de Coahuila, donde está Ciudad Acuña.
Presión
Las tiendas de campaña levantadas en el parque, que llegaron al medio centenar, también se han reducido a un tercio. Otros migrantes que nunca tuvieron donde guarecerse continúan a la intemperie o refugiados en un precario salón, donde duermen sobre cartones.
Los que quedan matan el tiempo yendo de un lado a otro, tendidos en el suelo o conversando entre ellos sobre qué camino seguir.
Para Germain, quien viaja acompañado de su esposa y su pequeño de casi 3 años, salir en medio de la oscuridad resultó demasiado riesgoso.
Pero el temor a que los agentes migratorios los obliguen a regresar a Tapachula, una ciudad que muchos describen como “un infierno”, bastó para que muchos decidieran partir.
Germain sostiene que “muchos cruzaron el río” que separa México de Estados Unidos junto con sus niños alrededor de las cinco de la mañana, con la noche cerrada y el riesgo de ser arrastrados por la corriente.
La menor presencia de haitianos en reacción a las medidas tomadas por autoridades mexicanas coincidió con la declaración del presidente Andrés Manuel López Obrador, este viernes, de que no quiere que su país se convierta “un campamento de migrantes”.
Por ello, el mandatario izquierdista urgió nuevamente a Estados Unidos a acelerar una anunciada partida de 4.000 millones de dólares para invertir en los países donde se originan los flujos migratorios.
Su homólogo estadounidense, Joe Biden, aseguró este viernes que la dura represión que agentes de la patrulla fronteriza a caballo ejercieron el domingo pasado contra haitianos que intentaban cruzar el río Bravo tendrá “consecuencias”.
Actividad decae
La presencia de numerosos voluntarios que en días previos colmaron a los migrantes con toda clase de ayuda, desde comidas, bebidas, ropa o implementos para acampar como mantas o grandes planchas de cartón se volvió muy escasa, con solo algunos ofreciendo café o platos con cereales.
Voluntarios de la organización Médicos Sin Fronteras confirmaron a la AFP que el éxodo había reducido el ritmo de atenciones que estaban ofreciendo en días previos, cuando fluctuaban entre 80 y 120 por día.
El regreso a Tapachula que Migraciones propone como alternativa para los haitianos supone no solo un retroceso geográfico sino un duro golpe tras el esfuerzo financiero y humano que les implicó llegar hasta la frontera de Estados Unidos.
Muchos llegaron desde Brasil y Chile tras cruzar una decena de países.
“He pasado mucha calamidad para venir aquí, yo tengo una prima que se murió en el camino en Panamá porque caminó mucho, ella sufría de la presión y se murió”, cuenta Yvrose Nemorin, una mujer de 42 años.
Varios haitianos entrevistados estiman haber gastado alrededor de 1.000 dólares para trasladarse desde el sur de México hasta la frontera norte.
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