Después de días de preparativos y de juntar donativos para los funerales, San Marcos Atexquilapan, una comunidad de montaña del este de México, comenzó el jueves a velar a tres muchachos que murieron asfixiados en un tráiler en San Antonio, Texas, hace dos semanas junto a otros 50 migrantes.
Con velas, canciones populares que tocaba una banda local y pétalos de flores blancas que lanzaban al paso de las carrozas fúnebres, varios cientos de habitantes del lugar y de otros poblados vecinos recibieron en la madrugada los cuerpos de los hermanos Jaír y Yovani Valencia Olivares, de 19 y 16 años, y su primo Misael Olivares, también de 16.
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Cuatrocientos kilómetros más al sur en la localidad de Cerro Verde, municipio de San Miguel Huautla, Oaxaca, llegaban horas más tarde los restos de Javier Flores López para ser velados en una pequeña capilla del poblado donde se concentraron su madre, hermanos, su esposa y otros familiares.
Flores López, quien vivió en Ohio y trabajó en una empresa de construcción junto a otros familiares, volvió a México para visitar a su esposa e hijos y encontró la muerte cuando intentó en junio retornar a Estados Unidos.
Escenas similares se repetían en otros puntos de México, adonde ya han llegado 23 mexicanos víctimas del peor suceso vinculado al tráfico de migrantes que ha tenido lugar en territorio estadounidense.
Las fuerzas armadas de México ya han hecho tres vuelos desde San Antonio, el más reciente con siete cuerpos llegó el jueves por la tarde. Según informó la Cancillería en un comunicado, hay previsto uno más para el viernes con el que se completará la repatriación de 25 de los 26 mexicanos fallecidos en Texas a pedido de sus familias.
En la tragedia perdieron la vida además 21 guatemaltecos y seis hondureños, cuyo traslado a sus países también se espera que sea pronto.
Varios eran adolescentes, como los primos Olivares, que serán enterrados el viernes. Su despedida congregó a cientos de personas de esa zona de la sierra veracruzana porque los jóvenes jugaban en un equipo de fútbol local y eran muy conocidos.
“No lo puedo aceptar”, susurró Yolanda Valencia, la madre de los dos hermanos, mientras esperaba la llegada de los féretros. La mujer, casi sin fuerzas, aseguró sin embargo que había que “echarle ganas” a la vida, “tratar de luchar para que los sueños que ellos tenían se hagan realidad... ¿Cómo? No lo sé”, indicó.
Sus hijos querían construir una casa y montar una zapatería en este pueblo de alrededor de 1.500 habitantes, que suele estar cubierto por la bruma y donde es tradicional la fabricación de calzado. “Se fueron con muchas metas que no realizaron”, añadió la madre.
Los migrantes fueron hallados el 27 de junio asfixiados y deshidratados dentro de un tráiler sin ventilación a las afueras de San Antonio.
El camión transportaba un total de 73 personas, hombres y mujeres humildes que pagaron miles de dólares a traficantes para ingresar ilegalmente en Estados Unidos, donde aspiraban lograr una vida mejor.
Hasta el momento, las autoridades estadounidenses reportaron la detención de cuatro personas: el chofer, de nacionalidad estadounidense, y otros tres hombres. La fiscalía dijo que dos de los sospechosos, incluido el conductor, enfrentan cargos que podrían suponerles la cadena perpetua o la pena de muerte si son declarados culpables.
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