Hoy viven en Canadá un millón de latinos.
Según cifras del gobierno, entre 2007 y abril de 2021 alrededor de 92.000 latinos fueron admitidos como residentes permanentes, la mayoría provenientes de Brasil, Colombia, México y Venezuela.
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Por lo general se trata de profesionales que suelen postularse a un programa diseñado para captar trabajadores calificados.
En el proceso deben someterse a una rigurosa evaluación, por medio de un sistema de puntos, para recibir la residencia permanente en Canadá.
Y ese estatus legal garantiza acceso a salud gratuita, educación subsidiada, mercado laboral, además de permitirles, después de un tiempo, obtener la ciudadanía canadiense.
Pero ¿de qué se trata el programa de puntos que los evalúa? ¿qué tan efectivo es? Y ¿cómo les ha ido a los latinos en el país del norte?
BBC Mundo habló con dos expertos y con varias personas sobre su experiencia.
“Mis papás siempre habían querido vivir fuera de Colombia, pensaron en varios países, pero finalmente se decidieron por Canadá porque veían en los periódicos el típico anuncio de que están buscando inmigrantes”, cuenta María Peña*
Anuncios como el que menciona María son frecuentes porque Canadá, desde hace décadas, enfrenta un reto demográfico importante: su población está envejeciendo y llegando a la edad de pensión, pero al mismo tiempo no están naciendo tantas personas que puedan hacer un relevo generacional.
“Se estima que en los próximos cinco años, el 20% de la población canadiense se va a pensionar. Falta mano de obra y fuerza laboral para mantener la economía”, explica a BBC Mundo Vilma Filici, docente en Seneca College y asesora en asuntos de migración y refugio.
Es por eso que la migración regulada hace que familias como la de María tengan la posibilidad de radicarse en Canadá.
“Mis padres son ingenieros, en ese momento (2008) estaban en sus 40 años y la edad les daba puntos, también tener maestría e hijos les sumaba”. María se refiere al sistema de puntos que evalúa a los posibles migrantes y que está vigente en Canadá desde los años 60.
“Digamos que la idea tras el origen del sistema de puntos era atraer a lo mejor de lo mejor, generar conocimiento, impulsar la economía local y apoyar la demografía”, explica Alejandro Hernández, sociólogo y docente en Concordia University.
Desde entonces, dependiendo de varios factores, se asignan puntos por edad, profesión, educación, experiencia laboral, composición familiar y nivel de idiomas.
“Recuerdo que mis papás tuvieron que llenar muchísimos formularios, conseguir muchos documentos, también reunir cierta cantidad de dinero. Eso no les tomó tanto tiempo y lograron enviar la solicitud, pero la respuesta se demoró como siete años. Aplicaron cuando yo tenía 13 y nos mudamos cuando ya estaba en mis 20”, dice María.
No es fácil unificar las experiencias de los latinos porque cada caso depende de circunstancias particulares. Por ejemplo, así como María y su familia esperaron años por la residencia permanente para mudarse a Toronto, Arturo Lima*, un cubano que emigró a Québec, solo tuvo que esperar 11 meses.
Es que el programa y el sistema de selección ha ido cambiando con el tiempo, su evolución depende, en parte, del gobierno de turno y de la prioridades que establezca cada provincia.
Hoy, para entrar a Canadá como residentes permanentes bajo el programa de trabajadores calificados, los postulantes deben pasar por dos evaluaciones de puntaje.
“Una para entrar como trabajador calificado en la que se dan puntos por la edad, la experiencia laboral, los estudios, los conocimientos de inglés y francés, si tienen familia en Canadá, si han trabajado o estudiado en Canadá y si tienen una oferta laboral”, explica Filici.
Pero, aún cuando los aplicantes tengan el puntaje necesario para el programa, no pueden iniciar el trámite oficial a menos que reciban una invitación por parte del Ministerio de Migración.
Esa invitación se conoce como express entry (entrada exprés) que es un sistema o metodología de procesamiento de solicitudes que, además, establece cuántos puntos se asigna a cada variable y qué puntaje mínimo total se requiere para pasar el filtro.
Pero lo más complejo es que cada dos semanas el Ministerio de Migración actualiza esos criterios dependiendo del contexto político y económico. Así que el resultado de quienes aplican depende de qué medición los evaluará en el momento en el que se postulen.
“En realidad el express entry es como una válvula, cuando necesitan más inmigrantes bajan el puntaje y cuando se consiguen los números presupuestados para el año, entonces el puntaje sube. Es una lotería”, dice Filici.
Un ejemplo claro ocurrió en el contexto de la pandemia. Había demanda de trabajadores y para cumplir con la cuota de migración, “el ministro bajó de 465 puntos (que es el puntaje típico requerido) a 75 y en ese sorteo calificaron casi 28.000 personas, cuando normalmente califican entre 2.500 y 3.000”, agrega.
“A nosotros no nos pintaron pajaritos en el aire, sabíamos que veníamos a empezar de cero”, dice Luisa Ríos, quien emigró a Montreal en 2012.
Ella es mercadóloga financiera y viajó con su pareja de ese entonces, quien es ingeniero mecánico, y la hija de ambos, que tenía 4 años.
“Yo venía con la idea de seguir trabajando en el área financiera, pero me exigían no sólo el francés sino también inglés y eso fue una piedra en el zapato”.
Aunque hay personas que al llegar a Canadá han encontrado un trabajo similar al que sueñan en el primer año, otras han tenido que estudiar de nuevo para robustecer o cambiar su perfil profesional y responder así a la oferta laboral.
Ese ha sido el caso de María. Llegó a Canadá con un título de diseño gráfico, pero tuvo que estudiar otra carrera y está empezando una maestría. Tomó esa decisión después de varios años en los que solo conseguía contratos cortos que le impiden tener estabilidad.
El otro tema es que muchos migrantes han tenido que hacer trabajos no calificados para poder sostenerse, al menos por un tiempo, mientras logran competir en el mercado laboral.
“Trabajo conseguí muy fácil, pero siempre haciendo aseo. Eso fue como un doctorado en humildad, es increíble lo que se vive, pero son experiencias que lo forman a uno”, cuenta Luisa.
Ella llegó a tener tres trabajos al mismo tiempo: como cajera en un supermercado, como vendedora en un almacén por departamentos y como suplente de una secretaria en una escuela.
Y esa es, quizás, la principal crítica al programa. Los migrantes latinos invierten tiempo y recursos aplicando, pero cuando llegan a Canadá no es tan fácil que puedan emplearse inmediatamente en su profesión porque sus títulos y su experiencia termina siendo descartada frente a quienes tienen credenciales locales o de países desarrollados.
“Lo llamamos un brain drain (fuga de cerebros), traemos personas que están super calificadas para desperdiciarlas. Es muy triste”, dice Filici.
Y la situación es aún más compleja para quienes tienen ciertas profesiones como ingeniería, arquitectura, medicina, que son reguladas por órdenes profesionales en Canadá. Esto quiere decir que para poder trabajar deben pertenecer a la orden, pero ese proceso no es sencillo porque implica homologar el título y eso puede tardar hasta cinco años.
“Por un lado el sistema, en teoría, privilegia el conocimiento y lo premia al ofrecer la residencia permanente, pero al mismo tiempo una vez cruzada la frontera se convierte en un sistema punitivo con esas profesiones porque no reconoce ni la experiencia internacional, ni la educación que esas personas obtuvieron en el extranjero. Los obliga a entrar a su propio sistema de clasificación y discriminación”, explica Hernández.
“Yo pensaba que nos tomaría seis meses adaptarnos, mi esposo creía que sería año y medio, pero la realidad es que toma como cinco años”, dice Dolly Valbuena, quien lleva diez años viviendo en Canadá.
Y no se equivoca, pues estudios realizados por el mismo gobierno canadiense estiman que para que un migrante consiga una integración total en su nueva sociedad, se requieren cinco años en promedio.
De ahí que ofrezcan programas de orientación y subsidios para apoyar con el asentamiento a los recién llegados, en caso de que lo requieran.
“El sistema de inmigración canadiense es muy robusto y cultivado. Los inmigrantes tenemos acceso a infinidad de recursos a la llegada y el sistema de orientación es muy eficiente”, dice Arturo Lima.
“En Cuba era músico y en Canadá este fue mi hobby porque eran escasas las posibilidades de que fuera sustentable. Eso yo lo supe desde el inicio, así que trabajé en la industria bancaria y de tecnología” y aunque logró obtener la ciudadanía canadiense, al cabo de varios años decidió establecerse en EE.UU. para poder estar más cerca a una parte de su familia.
Luisa también logró ubicarse en su campo al cabo de unos años. Un día se encontró con una amiga que le contó sobre una posibilidad en el banco en el que trabajaba para la que iban a hacer entrevistas grupales. Le fue bien y la contrataron como cajera.
“Ya llevo cuatro años, he tenido dos ascensos y espero que el próximo sea para la posición que tenía en Colombia. Estoy feliz, me gusta mucho mi trabajo y mi vida aquí.”
“La mayoría de las personas que se encuentran fuera de Canadá no llegan al puntaje necesario para ser invitados a aplicar porque no tienen estudios de postgrado o no manejan bien los idiomas”, dice Filci.
Y es que, según ella, el aplicante ideal es una persona que tenga hasta 29 años de edad (actualmente después de los 29 años, empiezan a perder cinco puntos por año y después de los 40, 11 puntos por año), que tenga por lo menos seis años de experiencia laboral en trabajos calificados, que tenga una maestría y que domine inglés y/o francés.
Es por eso que hay cada vez más latinos llegando a Canadá con estatus de estudiantes internacionales.
Ese es el caso de Adriana Perez, “vine desde México con mi esposo, los dos somos administradores de empresas con amplia experiencia laboral.” Decidieron viajar con visa de estudiante para poder mejorar su nivel inglés y conseguir experiencia laboral canadiense que les ayudara a subir puntos para su perfil.
Esto pudieron hacerlo por dos razones, primero cuando alguien llega como estudiante internacional a Canadá, su pareja legal recibe permiso de trabajo, y segundo, porque cuando alguien estudia en Canadá y se gradúa, recibe un permiso de trabajo después de su graduación por el mismo tiempo de duración de los estudios que cursó.
“Mi esposo tuvo que estudiar por un año más en una escuela pública. Luego recibió permiso de trabajo después de la graduación y yo tuve el permiso de trabajo por dos años. Con eso logramos tener experiencia laboral en Canadá y así reunir los puntos necesarios. Obtuvimos la residencia permanente después de cinco años.
La gran diferencia con quienes logran tramitar todo desde su país de origen, es que los estudiantes deben vivir con estatus temporal y dependen de que el proceso avance a su favor para poder permanecer en Canadá. Esto sin contar que el estudio de postgrado es tres veces más costoso para las personas internacionales que para quienes son residentes y ciudadanos y que deben pagar un seguro médico privado.
Para Filici, “desde 2015 que implementaron el mecanismo de express entry, se convirtió en un sistema súper clasista. Es difícil calificar porque el nivel de idioma tiene que ser avanzado, necesitan estudios superiores, tienen que tener dinero, son un montón de factores que excluyen a muchísimas personas.”
El gobierno ha dicho en los últimos años que el inmigrante ideal para Canadá es un estudiante internacional. “La razón es que mantiene la economía de las zonas en donde están las universidades y los institutos, también porque al estudiar en el país luego le es más fácil encontrar trabajo y para cuando consiguen la residencia permanente ya están establecidos en, así que no tienen que ofrecerles subsidios o ayudas”, añade.
Sin embargo, Canadá anunció que en julio de este año reabrirá las solicitudes para trabajadores calificados, y seguramente miles de latinos continuarán aplicando.
“Hemos visto en los últimos años un incremento de profesionales de Venezuela, México y Colombia. Yo creo que esto se da por la necesidad de salir del país, por los problemas que hay allí y buscan la manera de poder inmigrar”, concluye Filici.
*Cambiamos su nombre por petición de la persona
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