La captura del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán y una simbólica visita del papa Francisco abrieron un 2016 intenso para México, que terminó el año sumido en el pesimismo por el resurgir de la violencia y la corrupción, la inestabilidad económica y la victoria de Donald Trump en Estados Unidos.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
El 8 de enero, el presidente Enrique Peña Nieto anunció la captura del capo de las drogas en su tierra natal, Sinaloa.
Fue en una operación en Los Mochis, tan rocambolesca como su fuga del penal de Almoloya de Juárez (en el central Estado de México) el 11 de julio de 2015, por un túnel de 1,5 kilómetros.
En este caso, su captura (ya se había fugado en 2001 en un carro de lavandería de la cárcel de Puente Grande, estado occidental de Jalisco) fue producto de una operación militar en un domicilio en el que no esperaba encontrársele.
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Tras intentar huir de nuevo, en este caso por unas cloacas, fue detenido en plena calle por unos policías municipales a los que intentó sobornar y que lo trasladaron a un motel mientras llegaba la Marina.
La imagen de uno de los criminales más buscados del planeta con una camiseta de tirantes sucia, sentado en la cama con la mirada perdida, delante del póster de una mujer semidesnuda colgando de una pared, dio la vuelta al mundo.
Aún iban a ser más sorprendentes las revelaciones de las horas posteriores: la revista estadounidense Rolling Stones difundió una entrevista del actor estadounidense Sean Penn a El Chapo, por mediación de la actriz mexicana Kate del Castillo.
Ambos lo habían visitado meses antes en su escondrijo para concretar un proyecto cinematográfico.
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Guzmán fue trasladado a un penal en Ciudad Juárez, donde asegura que morirá pronto por el supuesto aislamiento y maltrato al que es sometido mientras prosigue el proceso de extradición a Estados Unidos.
Pocas semanas antes, en febrero, esa localidad del norte de México fue una de las escalas del papa Francisco en su visita al país, tan esperada y extensa como controvertida.
Frente al muro construido para evitar el paso de migrantes de Ciudad Juárez a El Paso (EE.UU.), ofició una multitudinaria misa para pedir el fin de ese drama humanitario.
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Francisco estuvo también en el sureño Chiapas para homenajear al mundo indígena; en Morelia (oeste) para unirse a miles de jóvenes; en Ecatepec, uno de los municipios más pobres en la franja urbana que colinda con la capital, y en Ciudad de México, donde dio un rapapolvo a la jerarquía eclesial mexicana en plena Catedral.
Ya en el avión papal de regreso a Roma, el pontífice acusó de “no ser cristiano” a Trump, por entonces todavía precandidato republicano a la Casa Blanca y un personaje que ha centrado la agenda pública de México desde sus primeros ataques al país en 2015.
Razones no faltan: llamó “delincuentes” y “violadores” a los mexicanos, amenazó con deportar a 11 millones de indocumentados, prometió prohibir el envío de remesas y aseguró que obligaría a México a pagar la construcción de un muro en la frontera común.
Pese a ello, en un gesto muy criticado, Peña Nieto le invitó a la residencia presidencial de Los Pinos en setiembre.
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Aunque el Gobierno justificó el hecho para entablar comunicación con el candidato a la Presidencia de EE.UU., país al que México exporta más del 80% de su producción, el resultado fue el hundimiento de la popularidad de Peña Nieto, en declive desde hacía meses.
En noviembre, la aprobación presidencial se situó en el 24 %, la peor en un cuarto de siglo para un mandatario mexicano.
No solo por los efectos de la visita de Trump, sino porque en setiembre se cumplieron dos años de la desaparición de los 43 estudiantes de magisterio de Ayotzinapa, ese mes fue el más violento desde 1997, según una organización civil, y el segundo semestre de 2016 vio aflorar un cúmulo de casos de corrupción al más alto nivel.
Entre ellos, los gobernadores de Veracruz y de Sonora han sido acusados de millonarios desfalcos durante sus administraciones.
Además, el triunfo de Trump hizo temblar a la economía mexicana, que resiste pese a la devaluación del peso respecto al dólar, el recorte en las expectativas de crecimiento y la propuesta del futuro presidente de EE.UU. de revisar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
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Fuente: EFE