Su entramado financiero es complejo y opaco, y sus raíces se extienden mucho más allá de la Franja de Gaza.
Hamás, considerado una organización terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, es un paria financiero, sometido desde hace décadas a sanciones y sin acceso al sistema internacional bancario.
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Sin embargo, como pudo demostrar el pasado 7 de octubre cuando atacó por sorpresa a Israel con miles de cohetes, drones y otros equipos tecnológicos, el grupo miliciano no parece estar escaso de recursos.
Hamás es un movimiento islamista fundado en 1987 que tiene una rama política y otra militar.
Su movimiento armado, conocido como Brigadas de Ezzedin al Qassam ha, protagonizado en el pasado numerosos ataques y atentados suicidas contra Israel.
Pero también gobierna y administra un territorio en el que viven más de 2,3 millones de personas, y es responsable de unos 50.000 funcionarios.
Como organización política y social, recauda impuestos y recibe ayuda internacional de gobiernos extranjeros afines y de organizaciones caritativas, pero -como demuestran los ataques del 7 de octubre- también ha podido acceder a material militar.
El grupo islamista tiene, además, una oscura cartera internacional de inversiones que utiliza, a menudo, las criptomonedas como vehículo para sortear las sanciones internacionales.
La pequeña nación del Golfo, uno de los países más ricos del mundo, fue uno de los pocos gobiernos que, junto con Turquía, apoyó a Hamás tras la brutal ruptura con Al Fatah en 2007. Cuando Israel impuso el bloqueo sobre Gaza ese mismo año, Qatar decidió apoyar con ayuda humanitaria a los palestinos de la Franja.
En 2012, el jeque Hamad bin Jalifa al Thani, entonces emir de Qatar, fue el primer jefe de Estado en visitar Gaza bajo el gobierno de Hamás, y prometió millones de dólares en ayudas, que finalmente fueron aprobadas por Israel.
Qatar ofrece, según los analistas, un apoyo político a Hamás al permitir a sus líderes instalarse en Doha desde 2012 después de que tuvieran que abandonar su sede histórica en Damasco por la guerra civil siria.
Tanto Ismail Haniya, considerado líder de la organización, como Jaled Meshaal, su antecesor, están basados en la capital catarí, al igual que estuvieron los líderes talibanes hasta que volvieron a hacerse con el control de Afganistán en el verano de 2021.
El emirato se ha convertido, de esta forma, en una pieza clave en las negociaciones con grupos que las potencias de Occidente consideran terroristas y sus legislaciones -y opinión pública- no les permiten negociar directamente.
Este papel de intermediario entre Hamás e Israel, que ha desempeñado tradicionalmente Egipto, ahora lo juega sobre todo Qatar, como sucede en estos momentos con los rehenes israelíes secuestrados por el grupo miliciano.
Qatar, que es uno de los principales aliados de EE.UU. fuera de la OTAN, también ha enviado a lo largo de los años miles de millones de dólares en ayuda humanitaria a los palestinos para paliar las consecuencias del bloqueo israelí sobre Gaza. Doha insiste en que ese dinero es para los palestinos, no para Hamás.
No está claro a cuánto asciende esa ayuda, que los analistas sitúan entre US$1.000 y US$2.600 millones desde 2014, y que ha servido en la reconstrucción de la Franja tras las numerosas guerras con Israel.
En 2016, el emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, anunció que su país destinaría 113 millones de reales cataríaes (unos US$30 millones) para “aliviar el sufrimiento de los hermanos en la Franja y las graves dificultades financieras que enfrentan debido al injusto asedio que les impone la ocupación israelí”.
Ese dinero, que se pagaba mensualmente, permitía pagar parte de los salarios de los cerca de 50.000 funcionarios gazatíes, comprar combustible que alimente la red eléctrica de la Franja y ayudar las familias más pobres, que han recibido un cheque mensual de US$100.
Los fondos se transfieren en coordinación con EE.UU e Israel, explica a BBC Mundo Khaled el Hroub, profesor de Estudios de Medio Oriente de la Northwestern University de Qatar.
“Los dólares que llegan a los territorios palestinos, entre ellos Gaza, son posiblemente los más vigilados del mundo, ya que tanto los servicios secretos estadounidenses como los israelíes, los jordanos y los egipcios monitorean muy de cerca estas cantidades, ya que algún dinero llega a través de sus bancos”, asegura el analista palestino, autor de varias obras sobre Hamás.
Ese dinero se transfiere desde Doha a Israel y, durante mucho tiempo, ha entrado en Gaza en maletines llenos de billetes que transportaban enviados cataríes a través del paso de Erez, al norte de la Franja. El dinero se distribuía a través de oficinas de correos y supermercados directamente a los funcionarios y las familias humildes bajo acuse de recibo.
Israel y Estados Unidos aceptaron estos pagos porque la idea era “que si no se podía solucionar el problema (de Hamás y Gaza), al menos se podía mitigar“, dice Matthew Levitt, analista del Washington Institute for Near East Policy.
Según este especialista en antiterrorismo e inteligencia, la idea era que “si se ofrecían oportunidades económicas, las cosas se calmarían, pero esto luego ha quedado demostrado que era una equivocación”.
Para Makram Khoury-Machool, director del Centro Cambridge para Estudios de Palestina, Israel aceptó que se transfirieran los fondos “porque (el primer ministro) Benjamín Netanyahu está en contra de una solución de dos Estados, como Hamás, y para evitar así cualquier tipo de solución, manteniendo a Hamás en Gaza y prolongando la división interna palestina”.
Según Levitt y otros analistas en EE.UU. e Israel, parte de ese dinero procedente de ayuda internacional acaba en manos del brazo armado de Hamás, algo de lo que Al Fatah, el partido rival de Hamás que lidera la Autoridad Nacional Palestina, también ha acusado en el pasado al grupo islamista.
Hamás siempre lo ha negado.
“No está claro cuánto, pero nadie que estudie el asunto lo pone en duda” asegura a BBC Mundo Levitt, que en el pasado ha asesorado al Tesoro de EE.UU. en asuntos de financiación terrorista.
Pero Khaled el Hroub asegura que no existe prueba de ello:
“El principal problema económico de Hamás no es financiar al partido o a su brazo armado, eso es casi lo fácil. Lo más difícil es sostener a los millones de palestinos de Gaza que están sufriendo, y Hamás siente esa presión”.
El dinero de Qatar y la ayuda internacional, sostiene el analista palestino, “se ha visto durante mucho tiempo casi como un analgésico, que trata los síntomas pero no la raíz del problema”.
La principal organización de ayuda humanitaria en Gaza es la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo. Su ayuda la distribuyen directamente sus equipos, que han pasado controles previos, explica a BBC Mundo una portavoz de la UNRWA.
La agencia es, además, sometida a auditorías anuales que lleva a cabo un órgano independiente. “Todos los pagos a contratistas, proveedores y personal se procesan a través de una entidad bancaria, la cual está sujeta a las normas sobre Financiamiento Contra el Terrorismo”, explica la portavoz.
Hamás es uno de los grupos que forman una alianza conocida como Eje de la Resistencia, que está liderada por Irán y de la que forman parte también, entre otros, Siria y el grupo islamista libanés Hezbolá. Su principal factor en común es su sentimiento antiisraelí y antiestadounidense.
Para contener la influencia de Israel y asegurar la propia supervivencia del gobierno de los ayatolás, Teherán ha ayudado a tejer una red de aliados en la región, a los que ayuda con “financiación, formación o capacitación o armas”, analiza Sanam Vakil, directora del programa de Medio Oriente y Norte de África de Chatham House, en un reciente artículo publicado por el think tank.
Entre ellos está Hamás y otros grupos de resistencia palestinos, a quienes Irán ha apoyado de manera creciente desde los años 90, según Vakil.
Este apoyo se traduce, según el Departamento de Estado de EE.UU., en US$100 millones anuales que van a parar a Hamás, la Yihad Islámica y el Frente Popular para la Liberación de Palestina.
Pese a que Hamás e Irán tuvieron sus diferencias durante la guerra civil siria, cuando el grupo palestino se negó a apoyar a Bachar al Assad, “la financiación de Irán nunca se paró, quizás recortaron algo para las actividades políticas, pero los fondos para el brazo armado continuaron”, asegura Matthew Levitt.
Según Khaled el Hroub, “no está claro cuánto dinero recibe Hamás de Irán anualmente, pero claramente recibe financiación”.
El propio líder de Hamás, Ismail Haniya, reconoció en 2022 en el programa “Al Muqabla” (la entrevista,) del canal Al Jazeera, que Irán es su principal donante y que ha contribuido con US$70 millones al desarrollo de sus sistema de misiles.
Más recientemente, en una entrevista en el canal ruso Russia Today al día siguiente del ataque de Hamás a Israel, Ali Baraka, jefe de relaciones exteriores de Hamás aseguró que “el primero y principal” de sus donantes es Irán, que les proporciona “dinero y armas”.
La BBC no obtuvo respuesta del ministerio de Exteriores iraní sobre la supuesta financiación del Teherán a Hamás.
Hamás, como gobernante de Gaza, recauda impuestos sobre importaciones -también las que llegan de contrabando por los túneles con Egipto- y sobre otras actividades comerciales en la Franja.
No está claro cuánto dinero recauda Hamás mensualmente a través de impuestos. La cifra varía desde los US$15 millones que el ministerio de Finanzas de la Franja reconoció en 2016 al corresponsal de la BBC en Gaza, Rusdi Abu Alouf, a los US$300-450 millones que analistas como Matthew Levitt citan.
Lo que sí está claro es que Gaza, donde según la ONU existe una tasa de desempleo del 45% y un 80% de su población requería ayuda humanitaria antes de la guerra, está sometida a un nivel impositivo bastante alto.
“Gaza y Cisjordania se rigen por la misma burocracia, a pesar de que los niveles de ingresos son muy distintos”, señala Khaled al Hroub. A esto se suman otros impuestos que a lo largo de los años ha ido añadiendo Hamás “para compensar el bloqueo”, como las tasas a los cigarrillos, a la importación de pantalones vaqueros, vehículos o ciertos productos alimentarios considerados de lujo o no básicos, según el profesor de la Northwestern University.
Para Levitt, “cuando cobras impuestos por todo, y cada vez más, al final es una extorsión, una práctica mafiosa”.
Los tributos y aranceles cada vez mayores han generado un malestar entre la población, e incluso algunas protestas entre los importadores, que han sido reprimidas por Hamás.
Según la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de EE.UU. (OFAC, por sus siglas en inglés), Hamás cuenta con una Oficina de Inversiones internacional con bienes que se estiman en los US$500 millones.
Esta red contaría con empresas en países como Sudán, Turquía, Arabia Saudita, Argelia y Emiratos Árabes Unidos, según la OFAC, que considera que el Consejo de la Shura y el Comité Ejecutivo de Hamás, sus máximos dirigentes, controlan y supervisan esta cartera de inversiones.
La OFAC publicó el año pasado una lista de funcionarios de Hamás, facilitadores y empresas que “habían sido usados por Hamás para esconder y blanquear fondos”. Washington considera a Hamás como una organización terrorista y penaliza a quien pueda operar con ellos.
Entre las empresas citadas por EE.UU., hay un holding minero sudanés, una inmobiliaria turca y una constructora saudita.
El mes pasado, la misma oficina anunció una segunda ronda de sanciones que incluye al representante de Hamás en Teherán y a miembros de la Guardia Revolucionaria iraní.
Hamás depende también para su financiación de los donativos que recibe de simpatizantes en los territorios palestinos, los países árabes y más allá de la región, asegura Khaled el Hroub.
Estas donaciones, a menudo siguiendo la premisa religiosa islámica del “zakat”, o azaque, la proporción de la riqueza personal que el Islam pide que se done para ayudar a los necesitados, han ayudado a financiar a Hamás.
Debido a que es un movimiento polifacético, con distintas ramas, cuando pide dinero a través de estas fuentes de financiación no oficiales Hamás no dice que el dinero vaya a ir a la financiar a su brazo armado, “sino que pide dinero para escuelas, hospitales o campañas políticas”, sostiene el autor de “Hamas: Political Thought and Practice” (Hamás: pensamiento político y práctica” y “Hamas: A Beginners Guide” (Hamás: una guía para principiantes).
Al Hroub recuerda que tras la Segunda Intifada, cuando EE.UU. lanzó su campaña de “Guerra contra el terrorismo” para cortar la financiación a los grupos que consideraba terroristas, “Hamás consiguió recaudar en un solo día, tras las plegarias del viernes, entre US$1,5 y 2 millones en Gaza”.
Cuando Hamás intenta recaudar dinero a través de organizaciones caritativas “no dicen que esos fondos van a financiar a Hamás, sino que ponen una foto de un niño ensangrentado”, argumenta Matthew Levitt, quien estima que “una gran parte de ese dinero acabará siendo utilizado con propósitos militares”.
A lo largo de los años, EE.UU. y otros países han censurado a distintas organizaciones caritativas islamistas como “Union of Good” por sus supuestos vínculos con Hamás.
Desde 2019, además, algunos de esos donativos se han hecho a través de criptomonedas.
“Hamás fue de los primeros en usarlas o al menos en pedir que los donativos fueran en criptomonedas”, asegura a BBC Mundo Ari Redbord, jefe global de políticas y asuntos gubernamentales de TRM Labs, una empresa de tecnología de inteligencia blockchain, quien asegura que el grupo usó primero Bitcoin y desde 2022 sobre todo la moneda digital Tron.
Las criptomonedas permiten mover grandes cantidades de dinero a través de fronteras de forma mucho más rápida que las transferencias con dinero convencional, y esto hace la tecnología “muy atractiva para actores legales e ilícitos”, apunta Redbord.
Sin embargo, esta tecnología se puede rastrear de forma cada vez más sofisticada, lo que ha hecho que gobiernos como el de Israel o Estados Unidos persigan los donativos en criptomonedas destinados a Hamás con gran eficiencia.
Según TRM Labs, en 2020 el Departamento de Justicia de EE.UU. confiscó 150 direcciones de criptomonedas asociadas a Hamás, que estaba recaudando fondos en Telegram y en páginas web.
“Otras cientos de direcciones también han sido confiscadas por las autoridades israelíes en los últimos años hasta el punto que Hamás dijo en abril de 2023 que iban a dejar de recaudar fondos en criptomonedas porque sus donantes se estaban convirtiendo en objetivos”, asegura Redbord.
Aunque los momentos de violencia suelen ser cuando más se movilizan los donantes, TRM Labs no ha vito un salto en la recaudación de fondos desde el pasado 7 de octubre, apenas unos US$20.000.
“Las criptomonedas son una pieza muy pequeña en el puzle de la financiación del terror”, asegura Ari Redbord.
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