En medio de una crisis humanitaria que se vive en la Franja de Gaza por la escasez de combustible, agua, alimentos y suministros médicos, Israel ha sido objeto de críticas en los últimos días por su respuesta al ataque del grupo militante Hamás del 7 de octubre, en el que murieron más de 1.300 personas y otras 200 fueron capturadas como rehenes.
Tras declarar la guerra y anunciar que realizará una incursión militar en el enclave, Israel ha seguido bombardeando Gaza con un saldo, hasta este lunes, de alrededor de 2.700 palestinos muertos.
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Hamás recibió una masiva condena internacional por los crímenes que cometió en Israel al matar despiadadamente a mujeres, niños y ancianos.
Pero Israel no se ha librado de las críticas por sus bombardeos y el bloqueo de Gaza. Políticos y representantes de la sociedad civil en distintos países del mundo han acusado el gobierno israelí de imponer un castigo colectivo contra el pueblo palestino e incluso lo han asegurado que está llevando a cabo una “política genocida” contra los gazatíes.
Tanto en Israel como en países como EE.UU. y Reino Unido, representantes del gobierno hebreo han respondido acusando a los críticos de antisemitismo y antisionismo.
Pero, ¿qué significan ambos términos?
El Diccionario de la Real Academia Española define antisemita como el “que muestra hostilidad o prejuicios hacia los judíos, su cultura o su influencia”.
El sionismo, por su parte, es el “movimiento político judío centrado en sus orígenes en la formación del Estado de Israel y, después de la proclamación de este en 1948, en su apoyo y su defensa” del mismo, que es a lo que se oponen los antisionistas.
El problema, sin embargo, es que muchos afirman que el término “sionista” a menudo es empleado como una forma de ataque encubierto en contra de los judíos.
Y otros tantos sostienen que el gobierno israelí y sus aliados a menudo equiparan el antisionismo con el antisemitismo para tratar de acallar a sus críticos.
¿Cómo se los puede diferenciar?
El pueblo judío ha enfrentado prejuicios y hostilidad durante siglos, y la peor manifestación de estos se produjo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando seis millones de judíos fueron asesinados por los nazis o sus cómplices en lo que se conoce como el Holocausto.
El antisemitismo moderno, sin embargo, puede adoptar muchas formas, incluidas teorías de la conspiración sobre el control judío del sistema financiero global y los medios de comunicación, ataques a sinagogas, abuso verbal o discursos de odio y memes abusivos en las redes sociales, entre otras.
Este tipo de incidentes han aumentado de forma significativa en los últimos años, con casi un 90% de los judíos de EE.UU., Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia, Suecia y Reino Unido reportando un agravamiento del antisemitismo en esos países.
Y para ayudar a identificar y combatir el antisemitismo, en 2016 la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés) adoptó una definición funcional que lo describe como “una cierta percepción de los judíos, que puede expresarse como odio hacia los judíos”.
La definición de la IHRA también está acompañada de una serie de ejemplos “contemporáneos” de cómo se manifiesta el antisemitismo en la vida pública.
Estos ejemplos incluyen, entre otros, la negación del Holocausto, negar al pueblo judío su derecho a la autodeterminación (por ejemplo sosteniendo que la existencia del Estado de Israel es racista), y responsabilizar a los judíos colectivamente por las acciones de ese Estado o de judíos individuales.
“Las manifestaciones (de antisemitismo) pueden incluir ataques contra el Estado de Israel, concebido como una colectividad judía”, advierte también la organización.
“Sin embargo, las críticas contra Israel similares a las dirigidas contra cualquier otro país no pueden considerarse antisemitismo”, agrega el organismo.
El sionismo nació en Europa a fines del siglo XIX como un movimiento político que buscaba la creación de una nación judía en lo que entonces se conocía como Palestina y para los judíos era la antigua Tierra de Israel.
El movimiento evolucionó y finalmente condujo a la creación del Estado de Israel en 1948.
Así que, en su sentido moderno, un sionista es alguien que defiende y apoya la existencia y prosperidad del actual Estado israelí.
De lo anterior se desprende que, en sentido estricto, antisionista y antisemita no son la misma cosa.
De hecho, se puede ser judío y antisionista, al punto que hubo oposición judía al movimiento sionista mucho antes de que se proclamara el Estado de Israel en 1948.
Y hoy en día todavía hay pequeños grupos ultraortodoxos como Neturei Karta que se oponen la existencia del Estado de Israel porque creen el verdadero Estado judío solo se establecerá con la llegada del Mesías.
Pero además, también hay sionistas críticos con algunas políticas del gobierno israelí, como la ocupación de Cisjordania y la construcción de asentamientos judíos en ese territorio, o la construcción de la llamada barrera de separación.
Los críticos del antisionismo también sostienen que muchas de las acusaciones contra Israel van más allá del desacuerdo con sus políticas, sino que niegan el derecho mismo del Estado judío a existir, lo que en la practica justificaría su destrucción o la expulsión de millones de judíos israelíes.
No todos, sin embargo, están de acuerdo. De hecho hay quienes todavía defienden su derecho a denunciar el sionismo como una ideología racista y sostienen que considerar a esto antisemita solo busca tratar de evitar las denuncias de abusos institucionalizados en contra de los palestinos.
La Campaña de Solidaridad con Palestina en Reino Unido, por ejemplo, dice oponerse a todas las formas de racismo, incluyendo prejuicios contra los judíos y “la naturaleza sionista y de apartheid del Estado de Israel”.
Y para distinguir entre antisionismo y antisemistismo muchos también hacen notar que no solo los judíos defienden y apoyan las políticas sionistas, por lo que criticarlas no puede considerarse un ataque en contra de este pueblo.
El término “sionista” a menudo es empleado por muchos antisemitas como sinónimo de “judío”.
Y pocos negarán que eso es tan cierto como que también es posible criticar a Israel sin ser antisionista y mucho menos antisemita.
La clave de esto último parece simple, pues en buena medida basta con evitar estereotipos, generalizaciones y teorías de la conspiración (así como comparaciones entre las políticas nazis y las actuales políticas de Israel).
Pero, en la práctica, la frontera entre antisionismo y antisemitismo sigue siendo objeto de feroces debates y a menudo muchos la cruzan, aunque sea sin querer.
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