Nadie conoce la historia completa. Esa es una de las primeras cosas que es necesario entender acerca de los reportajes, análisis y comentarios publicados desde los ataques de Hamás del 7 de octubre.
No sólo es difícil -como siempre ocurre en estos casos- penetrar en la niebla de la guerra para descubrir lo que sucede en el terreno. La nueva dinámica del conflicto entre israelíes y palestinos aún no se ha conformado.
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Los acontecimientos siguen avanzando rápido. Los temores de que la guerra pueda extenderse son muy fundados. Las nuevas realidades en Medio Oriente están ahí, pero su forma y el modo en que evolucionarán dependen de cómo se desarrolle esta guerra durante el resto del año y, probablemente, más adelante.
Aquí hay algunas cosas que sabemos y otras que no. La lista no es muy exhaustiva. Algunos se burlaron de Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Estados Unidos durante la invasión de Irak en 2003, cuando habló de “hechos desconocidos que desconocemos“. Pero en esta parte del mundo, como en cualquier otra, estos existen, y cuando emerjan pueden marcar una gran diferencia.
Una de las certezas es que los israelíes apoyan la campaña militar para acabar con el poder en Gaza de Hamás y su socio, la Yihad Islámica. Su ira es fruto de la conmoción por los ataques de Hamás, el asesinato de más de 1.400 personas y el hecho de que unos 240 rehenes siguen secuestrados en Gaza.
Me reuní con Noam Tibon, un general retirado del ejército israelí, para escuchar cómo manejó con su esposa hasta Nahal Oz, un kibutz en la frontera con Gaza, tras el ataque de Hamás el 7 de octubre. Su misión, que cumplió con éxito, fue rescatar a su hijo, su nuera y sus dos hijas pequeñas que se habían refugiado en su habitación segura mientras escuchaban a los milicianos de Hamás deambulando afuera.
Aunque Tibon está retirado, se ve muy en forma a sus 62 años. Armado con un rifle de asalto y un casco que le quitó a un soldado israelí muerto, acabó liderando un grupo de soldados reunidos en el caos de ese día, limpiando el kibutz y salvando la vida de su familia y de muchas otras personas.
El general era un oficial israelí de la vieja escuela, que hablaba sin tapujos.
“Gaza va a sufrir... ninguna nación aceptará que su vecino masacre bebés, mujeres o civiles. Así como ustedes (los británicos) aplastaron a su enemigo durante la Segunda Guerra Mundial, esto es lo que debemos hacer en Gaza. Sin piedad”.
¿Qué ocurre, pregunté, con los civiles palestinos inocentes que están siendo asesinados?
“Desafortunadamente, esto está sucediendo. Vivimos en un vecindario difícil y necesitamos sobrevivir... tenemos que ser duros. No tenemos otra opción”, respondió.
Muchos israelíes coinciden en este sentimiento de que las muertes de civiles palestinos son lamentables, pero son consecuencia de las acciones de Hamás.
También está claro que el ataque de Israel a Hamás está provocando un terrible derramamiento de sangre. La última cifra de muertes palestinas proporcionada por el Ministerio de Salud de Gaza, dirigido por Hamás, supera las 9.000, de las cuales alrededor del 65% son niños y mujeres.
Se desconoce cuántos de los hombres asesinados eran civiles o luchaban para Hamás o la Yihad Islámica. El presidente estadounidense, Joe Biden, y los israelíes ponen en duda las cifras del Ministerio. Sin embargo, en conflictos pasados, las organizaciones internacionales han dado por buenas las estadísticas de víctimas palestinas.
La cifra se acerca rápidamente a un triste récord: la ONU estima que unos 9.700 civiles han muerto en Ucrania desde la invasión rusa a gran escala iniciada hace 21 meses.
Algunos de los palestinos muertos quizá sean miembros de Hamás. Pero, incluso si llegaran al 10%, lo cual es poco probable, esto significa que Israel está cerca de matar a tantos civiles palestinos en poco más de un mes como Rusia en Ucrania desde febrero de 2022.
(La ONU dice que sus datos sobre Ucrania están incompletos y que el número real de civiles muertos probablemente sea mayor, mientras que en Gaza el número de muertos también es probable que sea mayor, ya que se cree que muchos palestinos están enterrados bajo los escombros).
La oficina de derechos humanos de la ONU advirtió que hay tantos civiles muertos y heridos en los ataques aéreos israelíes que le preocupa seriamente que estos sean desproporcionados y puedan constituir crímenes de guerra.
Desde los primeros días tras los ataques de Hamás, el presidente Biden ha apoyado la decisión de Israel de utilizar la fuerza militar para sacar del poder a esta organización extremista. Pero también ha matizado que debe hacerlo “de la manera correcta”, es decir, acatando las leyes de la guerra para proteger a los civiles.
El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, llegó este viernes a Tel Aviv. Antes de partir, afirmó: “cuando veo a un niño palestino -un niño o una niña- sacado de los escombros de un edificio derrumbado, me golpea en el estómago tanto como ver a un niño de Israel o de cualquier otro lugar”.
He informado sobre todas las guerras de Israel en los últimos 30 años. No recuerdo una administración estadounidense que haya afirmado de forma tan explícita que Israel debe acatar las leyes de la guerra. La visita de Blinken sugiere que EE.UU. piensa que Israel no está siguiendo el consejo de Biden.
Otra cosa que sabemos con certeza es que Benjamín Netanyahu se encuentra bajo una enorme presión.
A diferencia de los jefes militares y de seguridad israelíes, el primer ministro israelí no ha aceptado responsabilidad personal alguna por la desastrosa serie de errores que dejaron a las comunidades fronterizas israelíes prácticamente indefensas el 7 de octubre.
El pasado domingo 29 de octubre, causó revuelo al publicar un tuit culpando a los servicios de inteligencia. Netanyahu borró el mensaje y se disculpó.
Tres israelíes -un exnegociador de paz, el ex jefe del Shin Bet (la agencia de inteligencia interna de Israel) y un empresario tecnológico- publicaron un artículo en la revista Foreign Affairs que plantea que Netanyahu no debería tener participación alguna en la guerra y en lo que suceda después. El primer ministro israelí tiene partidarios leales, pero ha perdido la confianza de figuras prominentes en el establishment militar y de seguridad de Israel.
Noam Tibon, el general retirado que se abrió camino hasta el kibutz Nahal Oz para rescatar a su familia, compara a Netanyahu con Neville Chamberlain, el primer ministro británico que se vio obligado a dimitir en 1940 y fue reemplazado por Winston Churchill.
Tibon me confesó: “este es el mayor fracaso en la historia del Estado de Israel. Fue un fracaso militar. Fue un fracaso de inteligencia. Y fue el fracaso del gobierno, que es el que realmente está a cargo. Y toda la culpa la tiene él, el primer ministro Benjamín Netanyahu. Él es el responsable del mayor fracaso en la historia de Israel”.
También queda claro que el antiguo statu quo ha quedado destruido. Era incómodo y peligroso, pero parecía mantener una cierta estabilidad. Desde que se extinguiera el último levantamiento palestino, alrededor de 2005, surgió un patrón que Netanyahu creía que podría mantenerse indefinidamente. Era una ilusión peligrosa para todos los implicados, tanto palestinos como israelíes.
El planteamiento era que los palestinos ya no suponían una amenaza para Israel, sino más bien un problema que había que gestionar. Las herramientas disponibles incluían la estrategia del palo y la zanahoria, y la antigua táctica de “divide y vencerás”.
Netanyahu, que ha ejercido como primer ministro la mayor parte del tiempo desde 2009 hasta ahora -tras un período anterior entre 1996 y 1999- ha argumentado constantemente que Israel carece de un socio para la paz.
Potencialmente, lo tuvo. La Autoridad Palestina (AP), el principal rival de Hamas, es una organización profundamente disfuncional, y muchos de quienes la apoyan creen que su anciano presidente Mahmoud Abbas debe hacerse a un lado. Pero la AP aceptó la idea de establecer un Estado palestino junto a Israel allá por la década de 1990.
Para Netanyahu, “divide y vencerás” significaba permitir que Hamás construyera su poder en Gaza a expensas de la Autoridad Palestina.
Si bien el primer ministro con más años en el cargo en Israel siempre se muestra cauto al hablar en público, sus acciones durante muchos años muestran que no quiere permitir que los palestinos tengan un Estado independiente. Eso implicaría ceder tierras en Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, que la derecha israelí cree que pertenecen a los judíos.
De vez en cuando, se filtraban algunos pronunciamientos de Netanyahu. En 2019, fuentes israelíes aseguraron que le dijo a un grupo de miembros de su partido (Likud) en el parlamento que si se oponían a un Estado palestino deberían apoyar planes para inyectar dinero, en su mayoría proporcionado por Qatar, en Gaza. Les comentó que profundizar la división entre Hamás en Gaza y la Autoridad Palestina en Cisjordania haría imposible establecer un Estado.
También está claro que Israel, respaldado por Estados Unidos, no tolerará un acuerdo que permita a Hamás permanecer en el poder. Esto garantiza más derramamiento de sangre. También plantea grandes interrogantes sobre qué o quién los reemplazará, que hasta ahora no han recibido respuesta.
El conflicto entre árabes y judíos por el control del territorio entre el río Jordán y el mar Mediterráneo dura más de 100 años. Una lección de su larga y sangrienta historia es que nunca habrá una solución militar.
En la década de 1990 se estableció el proceso de paz de Oslo para intentar poner fin al conflicto estableciendo un Estado palestino con capital en Jerusalén Oriental junto a Israel. El último intento de revivirlo, tras años de negociaciones intermitentes, ocurrió durante la administración de Barack Obama. Esto fracasó hace una década y desde entonces se ha agravado el conflicto.
Como han dicho el presidente Biden y muchos otros, la única opción factible de evitar más guerras es establecer un Estado palestino junto a Israel. Pero eso no será posible con los líderes actuales de los dos lados. Los extremistas, tanto israelíes como palestinos, harían todo lo posible para frustrar la idea, tal y como han hecho desde la década de 1990. Algunos de ellos creen que siguen la voluntad de Dios, lo que hace imposible persuadirlos para aceptar un compromiso secular.
Si esta guerra no produce un impacto suficiente como para romper prejuicios profundamente arraigados y hacer viable la idea de dos Estados, nada lo hará. Y sin una manera mutuamente aceptable de poner fin al conflicto, se condenará a más guerras a las próximas generaciones de palestinos e israelíes.
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