Algunos piensan que la crisis en Iraq es el resultado de la invasión que dirigió Estados Unidos en 2003. Otros dicen que es culpa del actual gobierno en Washington por haber retirado demasiado pronto a sus fuerzas.
Muchos, sin embargo, aseguran que aunque esos dos factores contribuyeron a la situación actual, el principal responsable de avivar las divisiones en el país es el primer ministro iraquí, Nouri al Maliki.
Iraq es azotado por la violencia desde muchos años. Cuando Sadam Hussein fue derrocado en 2003 se desató un violento movimiento insurgente dirigido por los sunitas, que habían controlado el país bajo el régimen de Hussein, lo que a su vez desencadenó ataques de represalia de la mayoría chiita.
Pero a todos sorprendió cuando el Estado Islámico de Iraq y el Levante (ISIS) -un movimiento yihadista también activo en Siria- logró en unos días tomar control de varias ciudades en el norte de Irak, incluida la segunda más grande del país, Mosul.
“El avance de ISIS es un enorme problema para Iraq, pero no es el principal problema”, le explica a la BBC Fareed Sabri, exrepresentante del Partido Islámico Iraquí (IIP), la mayor agrupación política sunita en Iraq.
“ISIS tiene como mucho 6.000 miembros y no es posible que puedan dominar a un país de más de 30 millones de habitantes”.
“La principal instigadora de los problemas en Iraq es la continua presencia de Nouri al Maliki y sus fallidas políticas. Y esto ha quedado reflejado cuando millones de personas en Iraq consideran que ISIS es una mejor opción que el ejército iraquí”, agrega.CAMBIO DE ALIANZASNouri al Maliki asumió el poder en Iraq en 2006, cuando la violencia sectaria estaba a punto de fracturar al país.
De 63 años, casado con cinco hijos, Maliki pasó gran parte de su vida como disidente y luchando para derrocar a Sadam Hussein.
Cuando era estudiante universitario en Bagdad, se unió al partido islamista chiita Dawa (Llamado). Y ayudó a organizar la resistencia contra el régimen de Hussein. Pero se vio forzado a huir a Siria e Irán cuando Hussein ordenó el arresto de todos los miembros de Dawa.
En 2003 regresó a Iraq del exilio tras la invasión dirigida por Estados Unidos y pronto logró que su agrupación se estableciera como una fuerza política.
Maliki ayudó a redactar la nueva Constitución del país y a coordinar un comité, creado por Washington, para purgar a Iraq del legado del partido Baas de Hussein.
Cuando asumió el poder en 2006 -como candidato de compromiso entre los partidos sunita, chiita y kurdo- intentó posicionarse como un líder unificador en el Iraq post-Saddam, pero pronto cambiaron sus alianzas.
“Inicialmente se lo consideró un líder débil”, le comenta a la BBC Michael Knights, del Instituto Washington para Políticas del Cercano Oriente.
“Pero después de varias operaciones de seguridad exitosas contra el clérigo radical chiita Moktada al Sadr -que llevó a cabo con la ayuda de las fuerzas estadounideneses en 2008- comenzó a prosperar y a consolidar un Poder Ejecutivo extraordinariamente efectivo, que tenía el control de los servicios de seguridad, la Corte Suprema, el tesoro, el banco central y los medios estatales”, agrega Knights.
Los problemas comenzaron en diciembre de 2011, casi inmediatamente después del retiro de las tropas estadounidenses.
“En lugar de manejar con cautela el equilibrio político dentro de un Parlamento fragmentado, (Maliki) comenzó a enajenar a demasiadas facciones iraquíes al mismo tiempo”, explica el analista.
MALA GESTIÓNMuchos iraquíes acusan a Maliki de nepotismo y de mala gestión de la enorme riqueza petrolera de Iraq. Sus dos yernos y su hijo han tenido cargos en su oficina. Mientras tanto -alegan los críticos-, enormes regiones del país siguen sumidas en la pobreza y el subdesarrollo.
“Incluso antes de que las tropas estadounidenses se retiraran, el primer ministro colocó a allegados leales en posiciones clave del gobierno”, afirma Jonathan Marcus, corresponsal diplomático de la BBC.
“Cuando Estados Unidos se fue, este fenómeno se aceleró. Los altos cargos de Iraq se volvieron cada vez más propensos a emitir decisiones alineadas con intereses familiares o sectarios”.
“La corrupción se extendió rápidamente: se volvió la antítesis del tipo de ejército profesional que Washington deseaba crear”, agrega Marcus.
Pero no sólo se ha acusado a Maliki de concentrar el poder con sus aliados chiitas y marginalizar a los sunitas. El primer ministro también se ha visto forzado a defenderse de acusaciones de que ha utilizado el Poder Judicial para silenciar y encarcelar a sus rivales políticos.
Según el exrepresentante del Partido Islámico Iraquí, Fareed Sabri, “las prisiones en Iraq están llenas de sunitas moderados, y políticos sunitas como el exministro de Finanzas y el viceprimer ministro Rafi Hiyad al Issawi, además del vicepresidente Tariq al Hashemi, se han visto forzados a renunciar o a salir del país con toneladas de acusaciones en su contra. Sus colaboradores han sido encarcelados y algunos ejecutados”.
“Y hoy, no es sólo ISIS quien está luchando en el terreno, también está el partido Baas, los líderes tribales, la vieja resistencia que ahora ha renacido y todos están peleando un lugar en Iraq”, añade nuestro corresponsal.
ASTUCIA POLÍTICAMichael Knights, del Instituto Washington para Políticas del Cercano Oriente, cree que uno de los factores que han ayudado a la supervivencia política de Maliki es que “ha sabido manejar astutamente los intereses políticos de la clase dirigente”.
“Pero lo más importante -anota- es que ha cortejado asiduamente a sus aliados internacionales”.
“Maliki es, quizás, el único líder que es capaz de jactarse de tener tanto a Estados Unidos como a Irán como sus principales patrocinadores. En numerosas ocasiones desde 2006, ambos países se han involucrado en el alboroto político de Iraq para salvarlo de ser destituido”.
Con la guerra en Siria, que continúa sin abatirse, Maliki ha seguido siendo un socio clave de Irán: el abastecimiento de armas y caravanas de ayuda iraníes para el gobierno del presidente Bashar al Asad transitan por Iraq para llegar a su destino.
Cuando en 2010 estuvo a punto de perder las elecciones, se dijo que Maliki le pidió ayuda a Teherán para poder reconstruir su base de poder y permanecer en el cargo de primer ministro. Lo logró con el apoyo crucial del bloque de Moktada al Sadr (el mismo que había reprimido en 2008), lo cual, según se dijo, fue resultado de la presión del gobierno iraní.
Desde 2012 Maliki ha enfrentado tanto protestas populares como una insurgencia cada vez más violenta. Y ha acusado reiteradamente a Arabia Saudita de estar detrás de los disturbios.
Pero ocho años después de llegar al poder el primer ministro continúa en el cargo, a pesar de que tanto sunitas como kurdos le han retirado gradualmente su apoyo.
Fareed Sabri cree que la única forma de solucionar la desintegración de Iraq es que “los líderes occidentales dejen de ayudar a Maliki”.
“Occidente debe ejercer presión para que Iraq forme un nuevo gobierno de coalición que sea incluyente” afirma.
Tal como están las cosas, Iraq parece enfrentar dos caminos: que Bagdad transfiera el poder central a las comunidades locales chiita, sunita y kurda, o que el país se desintegre en tres entidades separadas.