El grupo extremista más fuerte de la actualidad, Estado Islámico, nació en el que debió ser el más improbable de los lugares: una prisión estadounidense en el desierto de Iraq*.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Así concuerdan al menos los analistas y los comandantes a cargo de la instalación y los soldados que trabajaron en ella.
Camp Bucca no era su nombre original. Tras la invasión de Iraq, las fuerzas británicas la llamaron Camp Freddy.
Pero en abril del 2003, cuando los estadounidenses tomaron el control del campo de detención, lo rebautizaron en honor a Ronald Bucca, un jefe de bomberos de Nueva York que murió por las labores de rescate tras el ataque del 11 de setiembre del 2001 a las Torres Gemelas.
La prisión, situada a las afueras de la ciudad sureña de Basora, fue considerada la cárcel modelo de Estados Unidos, con unidades habitacionales de cemento y techo de madera, actividades gestionadas por los propios reclusos, y derecho a visita familiar y atención médica.
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En Camp Bucca los detenidos tenían derecho a visitas familiares, entre otros.
Llegó a tener 27.000 detenidos repartidos en 24 campos y clasificados con trajes de colores según su estatus; muchos de ellos transferidos de Abu Ghraib tras el escándalo por torturas y abusos a prisioneros.
Por sus instalaciones pasaron, entre otros, nueve miembros de la cúpula del Estado Islámico, de acuerdo al informe The Islamic State, de Soufan Group, una organización que ofrece servicios estratégicos de inteligencia de seguridad a gobiernos y multinacionales, publicado en noviembre del año pasado.
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“Universidad de terroristas”
El líder del grupo yihadista, Abu Bakr al Bagdadi, autoproclamado califa y “líder de todos los musulmanes”, por ejemplo, permaneció en Camp Bucca cinco años.
Lo trasladaron tras detenerlo en Faluya, al oeste de la capital, Bagdad, en febrero del 2004.
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Llegó a tener 27.000 detenidos repartidos en 24 campos y clasificados con trajes de colores según su estatus.
Tenía 33 años y no habían pasado muchos meses desde que ayudara a fundar Jeish Ahl al-Sunnah al-Jamaah, un grupo militante que había echado raíces en las comunidades sunitas alrededor de su ciudad natal, Samarra.
Eran tiempos en los que la insurgencia sunita contra Estados Unidos estaba cobrando fuerza en el país.
Pero el grupo que ayudó a fundar no era muy conocido, así que llegó a la prisión con perfil bajo. “Los estadounidenses no sabían a quién tenían”, dijo sobre él Hisham al-Hashimi, un asesor del actual gobierno iraquí.
Allí, en Camp Bucca, Al Bagdadi coincidió con el que después sería su número dos en el Estado Islámico, Abu Muslim al-Turkmani, así como con el experimentado militar Haji Bakr, hoy fallecido.
También permaneció en el campo de detención Abu Qasim, líder de los combatientes extranjeros, según Soufan Group.
Y los analistas señalan que es probable que estos hombres fueran extremistas cuando entraron en la prisión, pero seguro que lo eran cuando salieron de ella.
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Por sus instalaciones pasaron, entre otros, nueve miembros de la cúpula del Estado Islámico, de acuerdo al informe The Islamic State, de Soufan Group.
“Antes de su detención, Al Bagdadi y otros eran radicales violentos (...), pero su tiempo en prisión hizo más profundo su extremismo y les dio la oportunidad de aumentar el número de seguidores”, escribió el antiguo militar Andrew Thompson en en diario “The New York Times” en noviembre del 2014.
A lo que agregó: “La prisión se convirtió en una universidad virtual de terroristas”.
Ya lo había reconocido, casi con las mismas palabras, David Petraeus, el general que lideró la operación de Estados Unidos en Iraq.
“Estos extremistas estaban básicamente gestionando una universidad para entrenar terroristas en nuestras propias instalaciones”, admitió.
“Estábamos liberando a individuos que eran más radicales que cuando llegaron (a Camp Bucca)”.
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Radicalización y colaboración
A eso mismo se refería el jefe de policía iraquí Saad Abbas Mahmoud cuando le dijo lo siguiente al diario estadounidense “The Washington Post”: “Estos hombres no estaban plantando flores en el jardín”.
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Algunos militares que trabajaron en el campo coinciden en que les preocupaba que fuera un caldo de cultivo para la radicalización.
James Skylar Gerrond, comandante encargado de la prisión entre el 2006 y el 2007, también coincidía con esa opinión.
“A muchos de nosotros en Camp Bucca nos preocupaba que, en lugar de solo alojar a detenidos, hubiéramos creado una olla a presión del extremismo”, escribió en su cuenta de Twitter.
Además, los analistas concuerdan con que el campo de detención no fue un lugar para la radicalización, sino también para la colaboración.
Y es que en él coincidieron miembros de Baath, el partido del líder iraquí Saddam Hussein, hoy fallecido, y fundamentalistas islámicos. Y eso desembocó en un “matrimonio de conveniencia”, según Soufan Group.
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En la prisión coincidieron miembros de Baath, el partido del líder iraquí Saddam Hussein, hoy fallecido, y fundamentalistas islámicos.
De acuerdo a los analistas, cada grupo le ofreció al otro aquello de lo que carecía. Así, los yihadistas aprendieron de los ex baazistas habilidades para organizarse y disciplina militar. Y estos, por su parte, encontraron un propósito en los militantes islamistas.
“En Bucca las matemáticas cambiaron cuando las ideologías adoptaron rasgos militares y burocráticos y los burócratas se volvieron extremistas violentos”, dice el informe.
Y según Peter Taylor, periodista de la BBC con 35 años en el oficio y curtido en temas de insurgencia y violencia política, conocer eso es fundamental para entender el fenómeno del Estado Islámico.
Un grupo que en pocos meses amasó una fortuna calculada en US$2.000 millones, controla amplios territorios de Siria e Iraq con unos ocho millones de habitantes, tiene en nómina a unos 50.000 combatientes, utiliza con gran destreza las redes sociales con objetivo propagandístico, y a cuya llamada han acudido a hacer la yihad unos 12.000 militantes extranjeros.
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En Camp Bucca se produjo un “matrimonio de conveniencia” entre miembros del partido del fallecido líder iraquí Saddam Hussein y fundamentalistas islámicos.
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*Este artículo fue publicado originalmente el 23 de abril de 2015
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