Khalid Sheikh Mohammed, quien es acusado de ser el cerebro de los ataques de Al Qaeda del 11 de septiembre del 2001 contra Estados Unidos, aceptó declararse culpable, informó el miércoles el Departamento de Defensa. El pakistaní está detenido en la prisión estadounidense de Guantánamo, ubicada en Cuba, desde el 2006. Tres años antes había sido arrestado en su país. Nunca ha sido juzgado.
Además de Mohammed, otros dos cómplices identificados como Walid bin Attash y Mustafa al-Hawsawi también se declararon culpables y próximamente declararán ante la comisión militar de Guantánamo, informó la agencia AP. En total, son cinco personas las señaladas de ser los conspiradores de los atentados, todos están bajo arresto.
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El diario The New York Times informó que Mohammed, Bin Attash y Al-Hawsawi decidieron declararse culpables a cambio de una sentencia de cadena perpetua en lugar de que se les condene a la pena de muerte.
“Los tres acusados, junto con Ali Abdul Aziz Ali y Ramzi Bin al Shibh, fueron inicialmente acusados conjuntamente el 5 de junio de 2008, y luego volvieron a ser acusados conjuntamente y procesados por segunda vez el 5 de mayo de 2012, en relación con su presunta participación en los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos”, dice el escueto comunicado del Departamento de Defensa.
El juicio contra los conspiradores está estancado debido a recursos legales interpuestos por los acusados, que alegan que han sufrido tortura.
De acuerdo con ABC News, las familias de las víctimas del 11 de septiembre fueron las primeras en ser notificadas sobre el acuerdo de culpabilidad el miércoles por la mañana, a través de una carta firmada por el contralmirante Aaron Rugh, el fiscal en jefe del caso.
Una copia de la carta, obtenida por ABC News, dice que a cambio de retirar el pedido de pena de muerte, los tres se declararán culpables de todos los cargos, incluido el asesinato de 2.976 personas. Serán procesados y sentenciados por un tribunal militar.
También aceptaron responder a las preguntas de los familiares de las víctimas “sobre su papel y motivos para perpetrar los atentados”. Los acusados presentarán sus respuestas en un plazo de 90 días.
Patrick White, primo de Louis Nacke II, que viajaba en el vuelo 93 de United que se estrelló en un campo de Pensilvania cuando los pasajeros lucharon contra los secuestradores, dijo a ABC News: “He hecho las paces tras ello”.
Agregó que cree que la cadena perpetua junto con una admisión de culpabilidad de que fueron cómplices en el asesinato de sus seres queridos era lo que esperaba que resultara de las negociaciones.
El cuarto acusado, Ali Abdul Aziz Ali, no participó del acuerdo.
Mientras que el quinto, Ramzi Bin al Shibh, fue declarado en septiembre por un un juez militar mentalmente incompetente para ser juzgado.
Por su parte, la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) emitió una declaración donde dijo que la decisión del Departamento de Defensa fue correcta.
“La decisión del gobierno de aceptar la cadena perpetua en lugar de pedir la pena de muerte en el caso de Khalid Sheikh Mohammed es la decisión correcta... Es también la única solución práctica después de casi dos décadas de litigio. Durante demasiado tiempo, Estados Unidos ha defendido repetidamente su uso de la tortura y de los tribunales militares inconstitucionales en la bahía de Guantánamo. Las comisiones militares estaban condenadas al fracaso desde el principio y la tortura que el gobierno infligió a estos acusados hace que esta declaración sea necesaria y justa. Por último, cerrar el capítulo de estos casos con un acuerdo de declaración de culpabilidad también proporcionará una medida de transparencia y justicia para los familiares del 11 de septiembre”, dijo en un comunicado Anthony D. Romero, director ejecutivo de la ACLU.
¿Quién es Khalid Sheikh Mohammed?
En la mañana del 11 de septiembre del 2001, dos aviones de pasajeros secuestrados por terroristas de Al Qaeda se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center de la ciudad de Nueva York, lo que marcó el inicio de una serie de ataques coordinados ese día contra Estados Unidos. Luego, otra nave fue dirigida contra el Pentágono y la cuarta terminó estrellada en un campo de Pensilvania. Casi 3.000 personas murieron ese día y miles más resultaron heridas.
Inicialmente, la autoría intelectual de los atentados fue adjudicada a Osama Bin Laden, el terrorista saudí cabecilla de Al Qaeda. Sin embargo, luego se supo que este fue el financista y quien autorizó los ataques, pero el cerebro fue realmente Khalid Sheikh Mohammed.
El informe oficial sobre el 11-S lo describió como un “terrorista contratista” que tenía la motivación y las ideas para los atentados, pero no la financiación ni la organización necesarios para llevarlos a cabo.
Mohammed tiene 59 años. Una de las pocas fotos que se conocen de él es la que le tomaron cuando fue capturado en el 2003 en Pakistán. Se le ve subido de peso, con el pelo revuelto, lleva bigote y está vestido con un pijama blanco.
Educado en Kuwait, en 1996 Mohammed habría sugerido a Bin Laden la idea de hacer estrellar aviones contra intereses de Estados Unidos.
De acuerdo con el libro “Jefe Atta: maestro de suicidas”, de la periodista española Pilar Urbano, en 1994 Mohammed ideó el plan Bojinka en alianza con el grupo terrorista filipino Abu Sayyaf. Este consistía en secuestrar 12 aviones estadounidenses que partirían del Medio Oriente para hacerlos estallar.
Ese plan se frustró porque al encargado de reclutar a quienes lo ejecutarían la policía filipina le incautó una computadora donde almacenaba toda la información sobre este y otros ataques. Incluso uno de esos planes hablaba de estrellar aviones contra el Pentágono, las Torres Gemelas y edificios en Chicago y San Francisco. Toda esta información fue compartida con el FBI en 1995.
A inicios de los 90, cuando comenzó a planear los ataques con su sobrino Ramzi Yousef, quien hizo explotar en 1993 una bomba en el World Trade Center en Nueva York, Mohammed trabajaba para el gobierno de Qatar, según un informe de la agencia AFP.
Tras ser capturado en Rawalpindi, Pakistán, en marzo del 2003, fue llevado por la CIA a prisiones secretas en Polonia para ser interrogado.
Fue fue sometido al método de tortura denominado submarino o ahogamiento simulado 183 veces en cuatro semanas.
También fue torturado mediante la privación de sueño y posiciones dolorosas.
Según una investigación del Senado de Estados Unidos, todas sus confesiones bajo tortura resultaron ser falsas.
Sin embargo, indica AFP, luego de su traslado a Guantánamo en septiembre de 2006, confesó a un tribunal militar que él era “responsable de la operación del 11 de septiembre de la A a la Z”.
También dijo haber estado detrás de otra treintena de operaciones relacionadas con Al Qaeda en Bali y Kenia, así como con el secuestro y muerte del periodista estadounidense Daniel Pearl, ocurrida en febrero del 2002 en Pakistán.
¿Cómo se preparó y ejecutó el 11-S?
Investigaciones oficiales del Congreso de Estados Unidos y trabajos de investigación como el de la periodista Pilar Urbano permiten reconstruir paso a paso la larga planificación del más osado ataque terrorista de todos los tiempos y cómo las autoridades obviaron señales que pudieron haber frustrado el plan de Al Qaeda.
Mohamed Atta, quien se convertiría en el líder de los secuestradores, nació en Kafr el Sheikh, Egipto, el 1 de septiembre de 1968. El aspecto pétreo de su rostro y la mirada dura y fría que el mundo conoció tras la divulgación de su foto luego de los atentados son rasgos que venían de su niñez, como lo muestran las imágenes de su álbum familiar consignadas en el libro de Urbano.
Entre 1985 y 1990, Atta estudió planificación urbana en la Universidad de El Cairo. En 1992 voló a Hamburgo, Alemania, y se matriculó en la Technische Universität de Hamburgo-Harburg (TUHH) para estudiar planificación urbana y desarrollo.
Al llegar a Alemania se identificó como Mohamed el Amir (su nombre completo era Mohamed el Amir Awad al Sajjid Atta). En ese viaje empezarían los pasajes oscuros de su vida.
En la TUHH Atta conoció a Marwan al Shehhi, de Emiratos Árabes Unidos; y a Ziad Jarrah, del Líbano (junto con Hani Hanjour, que vivía en Estados Unidos, serían unos años después los cuatro pilotos suicidas). Ellos formaron parte de lo que tras los atentados se conoció como la célula de Hamburgo.
En 1995, Atta anunció que haría la peregrinación a La Meca y que luego iría a El Cairo. Cuando regresó, seis meses después, llevaba la barba crecida al estilo de los talibanes afganos. Se cree que en ese tiempo fue captado por Al Qaeda.
A su regreso a Alemania también empezó a ir con más frecuencia a la mezquita de Al Quds de Hamburgo.
El 11 de abril de 1996, Atta escribió su testamento en la mezquita de Al Quds. Sus testigos fueron Abdelghani Muzuadi y Mounir Motassadeq (ambos estudiantes en Hamburgo).
Un año después, según investigaciones de la CIA, Atta llegó a un campamento de Al Qaeda en Afganistán, donde recibió cursos de estrategia y técnica paramilitar durante cinco meses.
En noviembre de 1999 se celebró una shura (reunión de notables) en Kandahar, Afganistán. En esta cita, a la que fueron llamados Atta y sus más cercanos colaboradores -que también habían pasado meses en los campos de entrenamiento de Kandahar-, Al Qaeda planificó en detalle la operación Alá versus América. Cuando terminó la cumbre, la célula de Hamburgo tenía luz verde para preparar su viaje a Estados Unidos.
A su regreso a Alemania, Atta y los demás miembros de la célula informaron a sus respectivos consulados sobre la pérdida de sus pasaportes. El objetivo era conseguir nuevos documentos en los que no figuraran sus viajes a Pakistán y Afganistán y así no levantar sospechas a la hora de llegar a Estados Unidos.
Atta arribó a EE.UU. en junio del 2000. Los demás miembros de su célula fueron llegando posteriormente. A ellos se les unirían elementos “durmientes” de Al Qaeda que estaban desperdigados por varias partes del mundo, incluido Estados Unidos.
El comando que perpetraría los atentados estaría formado por 20 personas divididas en cuatro grupos de cinco individuos. Solo unos cuantos sabían que la operación que llevarían adelante 15 meses después implicaba sus muertes.
Todas las instrucciones de los líderes de Al Qaeda debían cumplirse al detalle para el éxito de la operación. El comando se debía dispersar, mimetizarse entre la gente, buscar oficios que les sirvieran de tapadera e inscribirse en academias para aprender a maniobrar aviones comerciales. Una vez matriculados, buscaban aprender a hacer giros, descensos planeados, bajar en picada, remontar con rapidez en contrapicado, señala la investigación de Pilar Urbano.
De manera paralela al aprendizaje, estudiaron los trayectos que emplearían el día del ataque. Volaron como simples pasajeros. Burlaron la seguridad de los aeropuertos llevando ocultos cuchillos. Fueron a los lugares donde atentarían: las Torres Gemelas, el Pentágono y el Capitolio para registrar las coordenadas de estos lugares. No dejaron suelto ni un solo detalle, añade Urbano.
Zacarías Moussaoui era un franco-argelino que estaba en la situación de “durmiente” de Al Qaeda en Londres tras escapar, en 1999, de Francia, donde tenía vigente una orden de arresto por su conexión con la organización Yihad Islámica. En el 2000, por orden de Al Qaeda, entró a Estados Unidos y se fue a vivir a Oklahoma. Él integraría el comando terrorista y también tenía el encargo de prepararse como piloto, de acuerdo con Urbano.
Estuvo acumulando horas de práctica en varias academias, hasta que llegó a la Pan Am Flying Academy, donde duró solo tres días. A su instructor le pareció extraño que Moussaoui solo quisiera perfeccionar maniobras de giro, aproximación y descensos en picada. Este informó a la policía y el 16 de agosto del 2001 el terrorista fue detenido. Faltaba menos de un mes para el Día D.
Pero el FBI no comprobó que Moussaoui usaba un pasaporte falso, que tenía una orden internacional de búsqueda y captura y no revisó el disco duro de la computadora que le incautaron. Además, desde julio del 2001 los agentes Kenneth Wilson y Coleen Rowley habían reportado al FBI que sospechaban que extremistas árabes podrían estar aprendiendo a pilotear aviones comerciales en Estados Unidos con objetivos muy peligrosos.
Atta esperó unos días y al ver que Moussaoui no los había delatado siguió adelante con el plan. El camino era sin retorno. Los terroristas ocasionaron el mayor daño posible a un país que tuvo las evidencias a la mano para impedirlo. Tras el impacto generado por los atentados del 11 de setiembre, las autoridades de Estados Unidos cayeron en cuenta de que tenían encarcelado al terrorista número 20: Zacarías Moussaoui. Ya era tarde. Hoy cumple cadena perpetua.
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