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“Felicidades, su hijo ha muerto”. Según cuenta la policía belga, Saliha Ben Alí escuchó esas cinco palabras por teléfono de alguien que llamaba desde Siria. El muerto era Sabri, su hijo de 19 años.
“Sabri no era el más sacrificado, pero era rápido y bueno como volante, yo todavía no lo creo”, nos cuenta Antoine Mertens, entrenador del Maccabi Vilvoorde, club en que jugó este muchacho belga de padre tunecino y madre marroquí.
Sabri era uno de los jóvenes sin estudios superiores ni muchas esperanzas de encontrar empleo en esta localidad industrial de la periferia norte de Bruselas. Hijo de una familia musulmana apenas practicante, un chico que solo de casualidad había pisado una mezquita.
Pero Sabri viajó a Siria en el 2013 con 19 años y murió luchando junto a los yihadistas del Estado Islámico (EI), el grupo terrorista que ha captado a miles de jóvenes europeos.
El caso de Bélgica es llamativo. Las autoridades estiman en poco más de 300 el número de jóvenes que habrían ido a Siria, pero investigadores como Pieter Van Ostaeyen suben esa cifra hasta casi 400 (20 de ellos chicas), casi tantos como franceses o británicos para un país con seis veces menos población. Además, la mitad sur del país solo ha visto partir a 3 jóvenes pero de localidades como Vilvoorde ya se fueron 30.
SER NINI: NI ESTUDIA NI TRABAJA
La ciudad creció en los años 70 y 80 a la sombra de la fábrica de la empresa automotriz francesa Renault, lo que atrajo a gente magrebí y del sur de Europa.
El cierre de la fábrica en 1997 generó desempleo y miles de jóvenes, tras sus estudios secundarios, se vieron sin opciones. Un puñado más de los llamados ‘ninis’ europeos, los que ni estudian ni trabajan, como Sabri.
Mientras la policía de la localidad intenta seguir el fenómeno porque sospecha que hay decenas de jóvenes que quieren emular a sus vecinos, en la mezquita Annasr entran los niños el sábado por la mañana. Observar a sus padres sirve para ver los diferentes grados de occidentalización de la comunidad musulmana de la localidad. Desde jóvenes madres que no se cubren el pelo y visten como cualquier occidental hasta aquellas con el niqab negro que no deja ver más que sus ojos.
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Los niños corretean en el patio de la mezquita, apenas visible desde la calle. Mimoun Aquichouh, su responsable, explica que conocía a varios de los jóvenes que fueron a Siria. “Pero la mayoría de esos chicos no pisaba la mezquita, sus padres sí, pero ellos no venían”, aclara.
“Aquí, en esta mezquita, no se radicalizaron”, insiste.
En el ayuntamiento creen que la radicalización se debe al adoctrinamiento de grupos como Sharia4Belgium, cuyo líder está en prisión. Siete de sus miembros son de Vilvoorde.
Jessika Soors, asesora del alcalde, el socialista Hans Bonte, explica que el ayuntamiento puso en marcha un programa para seguir estos casos: “Trabajamos juntos, servicios municipales y sociales y en la prevención, nos reunimos con las familias de los que se fueron, intentamos mejorar las relaciones entre los jóvenes y los policías”.
La Municipalidad de Vilvoorde no esconde los problemas. Soors explica: “El contexto socioeconómico es muy complejo: explosión demográfica, desempleo juvenil y poca integración. Además, Sharia4Belgium actuó casi impunemente en la ciudad en el verano del 2012 y aprovechó la vulnerabilidad de ciertos jóvenes”.
LA AMENAZA DE LOS QUE VUELVEN
Soors, que también es especialista en Medio Oriente, que trabaja en la Universidad de Lovaina, asegura que los primeros que viajaron a Siria fueron los que tenían líos por antecedentes delictivos.
Uno de ellos, Hicham Chaib (32 años), habría ascendido en el escalafón del EI y ya sería uno de sus comandantes. Unos 40 miembros de Sharia4Belgium son juzgados hoy en Amberes y 37 siguen en Siria. Al menos, 34 belgas habrían muerto y otros 70 estarían de vuelta en Bélgica.
“La yihad en Siria, o lo que ellos entienden por yihad, les da una identidad que no tienen, y los que fueron lo venden como el paraíso”, explica una fuente policial.
“En el 2013 y a principios del 2014 hubo una suerte de carrera entre los chicos para ir allá. En los últimos meses se ha frenado el fenómeno”, agrega.
Mertens, el entrenador de Sabri, se pregunta si esos chicos volverán. Un diplomático belga respondía descarnadamente hace unos meses en una reunión de ministros europeos: “Lo mejor que nos puede pasar es que no vuelvan”.
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Younes Abaoud