Aafia Siddiqui, una neurocientífica pakistaní educada en las universidades más reputadas de Estados Unidos, es la otra hoja del cuchillo que ha cercenado la vida de los rehenes occidentales en poder del Estado Islámico (EI). Condenada a 86 años de cárcel por atacar a soldados estadounidenses en Afganistán, el EI ha mencionado su nombre en los supuestos canjes que ha ofrecido para salvar a periodistas y trabajadores humanitarios secuestrados en sus dominios, que se extienden por amplias zonas de Siria e Iraq.
“Durante nueve largos meses, el Gobierno Estadounidense arrastró sus pies, reacio a tomar las medidas necesarias para salvar la vida de James Foley [el periodista estadounidense decapitado en agosto]. Los presos británicos y americanos permanecieron en las celdas del Estado Islámico luego de que sus gobiernos se negaran por arrogancia a liberar a nuestros hermanos presos y a nuestra hermana Aafia Siddiqui”, explica el EI en un número de “Dabiq”, su publicación en inglés.
A Fouzia, la hermana de Aafia, le cuesta conciliar el sueño desde entonces. “Ha sido una noticia muy perturbadora. Resulta terrible comprobar que quienes secuestran y decapitan a periodistas y activistas occidentales están usando el nombre de mi hermana”, confiesa vía telefónica en una entrevista exclusiva a El Comercio. “La familia lleva 12 años luchando por su liberación a través de cauces pacíficos y dignificantes. El EI solo busca arruinar nuestra labor y mejorar su reputación aprovechando la enorme simpatía que despierta la causa de Aafia”, esboza Fouzia, neuróloga de profesión.
En setiembre, la campaña que pide su liberación superó las 100.000 firmas de apoyo. “Si Aafia supiera que están usando su nombre para justificar sus acciones, lloraría y suplicaría por quienes han muerto. Lo que el EI está haciendo no ayuda a nadie”, asevera su hermana. La convicta –a la que los acólitos del califato han convertido en pieza de canje y la prensa estadounidense ha bautizado como Lady Al Qaeda– es un ícono en Karachi, la ciudad pakistaní en la que nació en 1972.
DOCTORADO Y FE ISLÁMICAAafia siguió la senda de su hermana Fouzia, una mujer brillante formada en Harvard. En 1990 se fue a cumplir su sueño americano. Tras un breve paso por la Universidad de Houston, obtuvo una beca en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology. Con tan solo 23 años, se casó por teléfono con Amjad, un joven anestesiólogo de su ciudad natal al que jamás había visto.
Aafia logró su doctorado en el 2001 poco antes de que los atentados contra las torres gemelas de Nueva York dieran un vuelco a su vida. Entregada a la predicación islámica, el FBI la interrogó en mayo del 2002 por la compra de equipos de visión nocturna, chalecos antibalas y manuales militares a través de Internet. Un mes más tarde, el matrimonio hizo las maletas y abandonó el país.
El rastro de la ‘hermana’ más citada por el EI se desvaneció al llegar a Karachi. En el 2003, el fiscal general de EE.UU. la declaró “la mujer más buscada del mundo”. Desde entonces, y hasta su arresto en el 2008, su desaparición alimentó tesis opuestas. Según la inteligencia estadounidense, se movió por territorio talibán. Sus parientes, sin embargo, lo niegan. “Hay pruebas de que las agencias de inteligencia pakistaní y estadounidense participaron en su secuestro. Fue una acción conjunta”, sostiene Fouzia.
CAÍDA Y CONDENALa versión oficial indica que fue capturada en julio del 2008 en Afganistán. Y lo cierto es que llevaba con ella cianuro de sodio y pliegos con instrucciones para fabricar armas químicas. Durante el interrogatorio, agarró el fusil de un oficial y abrió fuego al grito de “Allahu Akbar” (Dios es grande, en árabe). No hirió a nadie, pero uno de los militares le descerrajó dos balas en el abdomen. Dos años más tarde, un tribunal federal la condenó a pasar 86 años entre rejas por intento de homicidio. Desde el veredicto, vive confinada en un penal de Fort Worth (Texas).
Su nombre ha aparecido en los canjes de prisioneros propuestos por talibanes, Al Qaeda e incluso el Gobierno Pakistaní. El EI, que hoy ha eclipsado al resto de organizaciones yihadistas, ha sido el último en sumarse a quienes hacen uso de su nombre. Sus cabecillas no solo exigieron su liberación como contrapartida al final del cautiverio de Foley. También lo han ofrecido para salvar a la trabajadora humanitaria estadounidense de 26 años secuestrada el año pasado en Siria.
Aafia nunca fue condenada por su colaboración con la red de Osama Bin Laden. “Incluso el tribunal lo ha reconocido. No se han hallado conexiones ni con Al Qaeda ni con los talibanes. No ha sido condenada por terrorismo”, indica Fouzia, quien no pierde el optimismo. “Mi hermana es una víctima más de la guerra contra el terrorismo. Sí, es cierto que probablemente estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado. Pero le pido a la gente que abra los ojos y considere los hechos”, señala. Y agrega: “Aafia debería ser puesta en libertad. No por un intercambio de prisioneros o como parte de un rescate. Debería ser liberada porque sencillamente no es culpable”.