El mercurio rojo es el santo grial de los terroristas. Desde la Guerra Fría lo han tratado de conseguir para borrar del mapa poblaciones enteras y ganar así sus guerras con el mínimo esfuerzo. El Estado Islámico no ha sido ajeno a esta fiebre y está dispuesto a pagar hasta US$5 millones por este componente de una letal bomba sucia, de acuerdo con el diario “The New York Times”.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Montado a manera de bomba, el mercurio rojo puede producir una explosión de fusión pura. Su onda expansiva, compuesta de neutrones de alta energía, es más potente que un arma nuclear convencional.
Alguna vez el famoso científico nuclear estadounidense Samuel Cohen, padre de la bomba de neutrones (que mata solo seres vivos sin hacer mucho daño a la infraestructura), sugirió que el mercurio rojo podría ser utilizado como un componente en una bomba de neutrones suficientemente pequeña como para caber en una bolsa del tamaño de un sándwich.
Abu Omar, un contrabandista de la localidad siria de Tal Ayab, en la frontera con Turquía, fue contactado por el comandante del Estado Islámico conocido como Timsah para que se encargara de la misión imposible: conseguir el preciado mercurio rojo.
El contrabandista tenía un primo en Siria que le habló del mercurio rojo que otros yihadistas habían robado a un grupo rebelde. Era el contacto que le ayudaría a cerrar el negocio con el Estado Islámico por US$5 millones.
Pero ni bien le comentó el asunto, el primo se negó a colaborar, pues intuía que el destino final del peligroso material sería el Estado Islámico. Durante un año el comandante Timsah le siguió preguntando al contrabandista por el mercurio rojo, hasta que en noviembre Tal Ayab cayó en manos kurdas y la comunicación se cortó.La fiebre por el mercurio rojo se remonta a los tiempos de la Guerra Fría y fue alimentada por fuentes oficiales rusas.
Según rumores de los contrabandistas, tras el fin de la Guerra Fría los rusos escondieron mercurio rojo en máquinas de coser y otros artefactos que fabricaban para evitar que caigan en manos equivocadas. Y los enviaron a los países árabes. “Se llegó a pagar hasta US$50.000 por una máquina de coser vieja en Arabia Saudí”, publicó Reuters en el 2009.
Además, hay contrabandistas que pintan el mercurio convencional para engañar a sus compradores. Para evitar estafas, estos llevan ajo y oro antes de cerrar el negocio. Si el mercurio es atraído por el oro y rechazado por el ajo es real.
Sin embargo, para pesar de los terroristas, el mercurio rojo no existe. Es una vieja leyenda, un psicosocial mundial que ha servido solo para que quienes buscan el santo grial sean estafados de la manera más vil.