Rudy Jose Arzolar Olivero vive en el oriente de Venezuela y desde hace semanas llora desconsoladamente la muerte de uno de sus 7 hijos.
“Pudieron haberlo salvado en el hospital, pero no lo atendieron bien. No nos hicieron caso”, lamenta el hombre de 47 años desde su humilde hogar en el sector Las Delicias de Caicara de Maturín, en el estado Monagas.
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El pasado 7 de abril, su hijo, Manuel Arzolar, de 12 años, murió tras ingerir basura en un vertedero cerca de su casa.
Como lo hacen muchos habitantes de este sector del país, Rudy fue con su familia al botadero local para recoger vidrio, plástico y hierro que luego venden por unos cuantos bolívares para subsistir. Allí también buscan qué comer.
“Aquí no hay trabajo”, explica el padre de familia en entrevista con BBC Mundo.
“Al terminar, yo me vine para mi casa y mis hijos se quedaron. Poco después, mi hija vino corriendo y gritando: 'Papi, creo que Manuel está envenenado porque está tirado en el suelo sin poder moverse'”, agrega.
El caso de Manuel Arzolar ha conmocionado a toda Venezuela.
Su muerte simboliza la pobreza extrema en la que muchas familias venezolanas han caído desde el comienzo de la crisis económica que azota al país desde hace una década.
Entre 2013 y 2021, la economía venezolana se contrajo en más de un 75% y al menos 7 millones de personas emigraron a otros países, una cifra que representa un cuarto de la población total de la nación petrolera.
“Antes había pobreza, pero yo nunca en mi vida vi gente comiendo del basurero”, comenta una vecina de la tercera edad que prefiere mantenerse en el anonimato.
“La gente se ayudaba con la agricultura y con un trabajo se podía medio vivir. Ahora, en la Venezuela actual, es más rentable ir al basurero y vender plásticos que trabajar por un sueldo de 45 bolívares (US$2) mensuales”, añade.
Rudy cuenta que hace poco trató de buscar un trabajo en la alcaldía, pero que no aceptó al darse cuenta de que ganaría más recogiendo en el vertedero que los US$2 que le ofrecían como sueldo.
Si bien la economía venezolana creció durante el último año, la mejora no ha llegado en los sectores más pobres de la sociedad, según economistas, algunos de los cuales predecían que el crecimiento que se vio en 2022 no era sostenible y las últimas cifras les han dado la razón.
Según el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), la actividad económica del país sudamericano se contrajo un 8,3 % en el primer trimestre de este año en relación al mismo período de 2022.
Rudy y su familia dicen que han sentido el colapso económico y recuerdan tiempos mejores.
“Yo tengo tierras. Antes sembraba y a veces comíamos con eso, pero ahora no tengo nada. No tengo dinero ni para comprar semillas ni fertilizantes”, señala Rudy.
El exagricultor confiesa que ahora le es más difícil mantener a su familia, pues últimamente ha actuado como “padre y madre” para sus hijos, que tienen entre 8 y 24 años y también comen en el basurero donde murió Manuel.
“Mi esposa, Katiuska, falleció hace un año y cuatro meses por complicaciones en la vesícula. Probablemente también murió por culpa de ese basurero”, añade con algo de coraje.
Ana García, de 24 años, es hijastra de Rudy y recuerda que durante un tiempo su mamá trabajó cosechando cultivos, tenía un sueldo y su familia pudo vivir mejor.
“Pero luego la situación del país se fue empeorando, perdió el trabajo y volvimos a vivir del basurero”.
Después de la muerte de su madre, ella también ha ayudado a criar a sus hermanos menores.
Fue Ana quien encontró a Manuel convaleciente en el basurero y lo llevó al Hospital de Caicara, donde le hicieron un lavado estomacal para que vomitara.
Los médicos del centro hospitalario de Caicara ordenaron su traslado al Hospital Manuel Núñez Tovar de Maturín con una orden médica que pedía que le hicieran otro lavado estomacal “urgente”. Estaba perdiendo el pulso y no paraba de convulsionar.
“Yo pedí que le hicieran otro lavado y no se lo hicieron, pese a que les entregué la orden que me habían dado. Solo lo pusieron en una camilla y luego murió cuatro horas después”, relata la joven.
“Mi hermanito estuviera vivo si lo hubieran atendido (bien). No lo atendieron rápido”.
Rudy también afirma que hubo negligencia médica.
“Mi hijo murió tras comer basura del botadero, pero también porque los médicos lo ignoraron”, añade.
En el hospital le dijeron que murió debido a una intoxicación alimentaria.
BBC Mundo contactó a la Alcaldía de Maturín y al Hospital Manuel Núñez Tovar para saber si habían investigado la muerte del joven, pero hasta la fecha de publicación no había recibido respuesta.
Ana recuerda a su hermano como una persona alegre, con ganas de estudiar y salir adelante.
“Manuel estaba en segundo grado. Le gustaba ir a la escuela. También le alegraba ir porque allá jugaba, a pesar que a veces se iba sin comer”, prosigue.
Pero hoy se tratan de recuerdos distantes para su familia.
Yolanda Pérez, vicepresidenta de la Fundación Cuidarte, una organización que se dedica a ayudar a los niños en situación de calle en Venezuela, asegura que la pobreza extrema en el país ha incrementado “enormemente” en los últimos cuatro años, cuando se creó la fundación.
“La pobreza extrema, especialmente en el sector Las Delicias de Caicara de Maturín, es impresionante. Primera vez que vengo y me he dado cuenta, hablando con la gente, que hay una calle completa donde la mayoría vive del basurero”, le dice a BBC Mundo.
“Las familias van al basurero para recoger plásticos o vidrios, luego un camión pasa por el sector para recolectar el material. El camión se va y luego regresa a los quince días o al mes para pagarles a la gente lo que le debe. Los recolectores no reciben el dinero al instante”.
El informe “Panorama regional de la seguridad alimentaria y nutricional de América Latina 2022″ publicado por la ONU el año pasado señala que al menos 6,5 millones de personas padecen hambre en Venezuela.
Según la misma fuente, el 4,1 % de los niños menores de 5 años en el país presenta desnutrición aguda.
Tras la muerte de su hijo, Rudy ha contado con el apoyo de la Fundación Cuidarte y del gobierno local. La familia asegura que ahora su situación es mejor que hace algunas semanas.
Pero quieren que el cambio sea duradero para que la historia de Manuel no se repita.
“Ahora queremos apoyar a Rudy consiguiéndole un trabajo para que pueda sustentarse y mantener a sus hijos”, explica Yolanda Pérez.
A Ana también le gustaría que el gobierno ayude a su papá a cultivar sus tierras para poder “al menos” sembrar alimentos que luego podrían consumir y así dejar de hurgar en la basura.
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