En los 107 años transcurridos desde que Estados Unidos celebró el Día de la Madre por primera vez, la maternidad no ha cambiado mucho. Las mamás se celebran una vez al año, pero cada dos días, nuestro trabajo se da por sentado, se subestima o se ignora. No necesitamos más gestos de agradecimiento; necesitamos un ajuste de cuentas nacional sobre el valor económico que creamos con nuestros cuerpos y nuestro tiempo, sin una remuneración o apoyo adecuados.
El dinero es una forma de valorar el trabajo no remunerado, pero el efectivo por sí solo no aborda la insidiosa noción de que la maternidad no es una verdadera “carrera” que valga la pena compensar. Por supuesto que lo es, razón por la cual los estadounidenses gastan alrededor de USD$ 25 mil millones cada Día de la Madre para agradecer a las mamás por lo que hacen, pero esa cifra no es suficiente. Más que un vendaje financiero, necesitamos un gran cambio a nivel estructural, cultural y personal.
Once senadores han presentado una resolución llamada Plan Marshall para Mamás para promover ese tipo de cambio. El Plan de Familias Estadounidenses propuesto recientemente por el presidente Biden tiene el potencial de complementar y desarrollar la resolución.
Si los planes se hicieran realidad, el gobierno federal se uniría a un número creciente de lugares de trabajo para ofrecer el apoyo que tanto necesitan las madres como los padres.
Ahí es donde entra el cambio cultural: mientras que el 40% de los lugares de trabajo ahora ofrecen licencia de paternidad a los empleados varones, el 70% de los padres que toman la licencia por paternidad toman 10 días o menos. Mientras tanto, las madres literalmente pagan el precio por suspender sus carreras.
Necesitamos lugares de trabajo para incentivar, o mejor aún, esperar que los hombres tomen ese permiso cuando se les ofrezca y para dar la bienvenida a las mujeres a la oficina, sin penalización ni castigo, cuando decidan regresar.
Pero la equidad en el lugar de trabajo solo es posible si también hay equidad en el hogar. Para las parejas heterosexuales, es una ecuación bastante simple: si queremos quitar algo de la carga a las madres, debemos transferir más a los padres.
Millones de mujeres también están criando hijos sin padres en la imagen porque son padres solteros, están en uniones del mismo sexo o crían juntos a un amigo o familiar.
El Día de la Madre es una tradición estadounidense. También lo es la trivialización de la maternidad. Si queremos celebrar lo primero, tenemos que acabar con lo segundo. Más que flores y tarjetas sacarinas, las mamás merecen un reconocimiento del hecho de que la maternidad en Estados Unidos está rota y se necesita un plan para arreglarla.
–Glosado y editado–
© The New York Times