Hoy conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, una fecha que nos invita a reflexionar y a pensar sobre la necesidad de trabajar para eliminar las desigualdades de género que afectan a las mujeres. Y precisamente pensando en reducir desigualdades estructurales, es importante reconocer que la experiencia de las mujeres no es una experiencia única, y que, desafortunadamente, la desigualdad de género no es la única cosa que atraviesa la vida de algunas mujeres.
A pesar de que la desigualdad de género nos afecta a todas, existen factores adicionales como la identidad étnica, la orientación sexual, la identidad de género, el nivel educativo, el lugar de origen o la discapacidad que pueden hacer que la experiencia de algunas mujeres esté atravesada por más de una desigualdad. Estas se entretejen con la desigualdad de género agrandando las brechas que les afectan y haciendo que el camino hacia la ansiada igualdad sea aún más difícil.
Entender cómo estas desigualdades se intersectan y se entretejen es fundamental para entender la multiplicidad de las experiencias de las mujeres, pero entender que estas intersecciones existen no es lo único importante. Para empezar a desenredar y atender las particularidades de estas desigualdades, es necesario mirar su origen y trabajar para eliminarlas también.
Pensemos, por ejemplo, qué pasa con una mujer indígena o afrodescendiente joven que vive en el ámbito rural. O on una mujer con discapacidad. Sus vidas estarán afectadas por la desigualdad de género, pero no será este el único factor que las coloque en una posición de desventaja, aún dentro del total de la población de mujeres. Verlas únicamente como personas afectadas por la desigualdad de género nos hará tener una perspectiva incompleta sobre qué les afecta y cómo remediarlo.
Hablemos de un indicador como el analfabetismo. Si comparamos el nivel de analfabetismo nacional con el nivel de analfabetismo presente en mujeres veremos que existe una diferencia real entre ambos grupos. Pero si vamos más allá de la categoría universal de mujeres, encontraremos diferencias significativas en los niveles de analfabetismo de mujeres indígenas y afrodescendientes en comparación con el total, y esta brecha tiene más variaciones si incluimos otras variables para mirar dentro de estos dos grupos de mujeres que ya se encuentran en desventaja.
La igualdad de género en el Perú es un trabajo en desarrollo, y es innegable que hemos avanzado en visibilizar una problemática que afecta a más de la mitad de la población en el país, y en la búsqueda de soluciones tangibles que les garantice una vida digna.
Ahora, es posible ver más mujeres en medios de comunicación, en posiciones de liderazgo y en puestos de toma de decisiones. Sin embargo, esto no ha garantizado que el camino para todas las mujeres sea igual de fácil, porque hay aún muchas mujeres que no pueden alcanzar estos espacios y no pueden ostentar posiciones de liderazgo porque tienen otras brechas en el camino. Para las mujeres racializadas, de la comunidad LGTBIQ+ o para las mujeres con discapacidad, el camino tiene más obstáculos, y necesitamos garantizar que estas mujeres también estén presentes en estos espacios para poder hablar de reales avances.
La igualdad de género no puede alcanzarse si no se eliminan las demás desigualdades que atraviesan la vida de las mujeres, porque estas continuarán generando diferencias visibles que no permitirán que todas vivan en condiciones de igualdad. Cuando pensamos en la desigualdad de género, no olvidemos que para algunas mujeres el techo de cristal está mucho más lejos.