Si han leído algunos de los titulares globales de las últimas semanas, este Día del Trabajador probablemente se estén preguntando si su trabajo sigue siendo relevante y en qué momento será automatizado por la inteligencia artificial generativa (IAG). ¿Celebraremos en algún futuro no tan lejano a las máquinas en lugar de a los humanos cada 1 de mayo? Nada es imposible de imaginar en este mundo cambiante, pero me inclino a pensar que tendremos una celebración compartida.
La tecnología ha sido la base del progreso de los últimos siglos y muchas veces antes hemos sentido que pasaríamos a ser irrelevantes como especie debido a los avances que la humanidad misma traía. De la economía agrícola a la revolución industrial y luego a la economía del conocimiento. Una y otra vez nos hemos reinventado. La tecnología nos ha ido abriendo mundos inimaginables unas décadas atrás, creando nuevas necesidades y puestos de trabajo. De hecho, según un estudio citado por Goldman Sachs, el 60% de los trabajadores hoy están empleados en ocupaciones que no existían en 1940. Pienso en mi propia organización y la mayoría de roles que tenemos hoy –JavaScript developers o diseñadoras de experiencia de usuario– eran inexistentes e impensables hace tan solo 30 años.
¿Qué hace diferente a la era de la inteligencia artificial? La velocidad del cambio. En un mundo altamente interconectado, capaz de construir de manera eficiente sobre el conocimiento existente, el ritmo de progreso y adopción de estas tecnologías es exponencialmente mayor a todo lo que conocemos.
Por supuesto que esta inteligencia artificial, capaz de generar contenido nuevo con base en la información que le proporcionamos (y toda la data de Internet), transformará de manera profunda el mundo del trabajo –ya lo está haciendo–. Según el mismo estudio de Goldman Sachs, dos tercios de las ocupaciones en Estados Unidos están expuestas a algún nivel de automatización. Sin embargo, para evitar caer en miradas apocalípticas de la realidad, hay que entender a detalle qué significa la automatización. ¿Veremos cientos de millones de despidos como anuncian algunos titulares debido a que roles completos ya no serán necesarios? ¿O la tecnología permitirá solo la automatización de parte de nuestras funciones, liberando tiempo para actividades de más alto valor?
Nadie sabe bien cómo se verá el mundo tras algunos años de convivir con la inteligencia artificial. Lo que sí sabemos es que hay que prepararnos para aprender y navegar en una realidad distinta. En mi trabajo en Laboratoria operamos en dos espacios profundamente impactados por esta nueva ola de tecnologías: la educación y la industria del software. En el mundo educativo estamos ya empezando a ver infinitos usos de ChatGPT para mejorar el aprendizaje y la enseñanza. Esta herramienta puede cumplir la función de un tutor personalizado que conoce la realidad de cada estudiante, un asistente de profesor que ayuda con la preparación de material para las clases, y hasta un mentor que te acompaña a reflexionar sobre tu progreso. En el mundo del software, los desarrolladores pueden hoy construir aplicaciones con la ayuda de un copiloto inteligente de manera significativamente más rápida. ¿Quiere esto decir que no necesitaremos más desarrolladores de software? No, pero sin duda quiere decir que debemos formarlos de manera distinta, con nuevas habilidades para construir apoyándose en la inteligencia artificial.
La carrera por hacer de esta tecnología parte de nuestro día a día empezó ayer. Es por momentos abrumadora. ¿Podremos adaptarnos a la velocidad con la que avanzan las cosas? Cuando tengo un poco de miedo sobre el futuro que nos espera me ayuda recordar que venimos adaptándonos desde hace cientos de años y la gran mayoría de nosotros seguimos aquí, trabajando. De hecho, el desempleo que tenemos hoy tiene diversas causas, pero el progreso tecnológico sin duda no es una de ellas.
Hoy tenemos una oportunidad única de estar del lado bueno de la historia, aquel donde nos beneficiamos del progreso de las nuevas tecnologías en lugar de quedar rezagados por sus brechas. Sin embargo, tenemos que actuar de manera proactiva para que así sea. ¿Qué podemos hacer? Lo primero, tanto a escala individual como empresarial, es subirnos al bote. Hagamos un esfuerzo por familiarizarnos con estas herramientas y empezar a hacerlas parte de nuestro día a día. Es la mejor forma de aprender.
Lo segundo, hoy es el mejor momento para valorar y fortalecer lo que nos hace humanos. Habilidades como la colaboración, la creatividad y la curiosidad por aprender deben estar en el corazón de nuestras escuelas, universidades y centros laborales, pues en ellas está la resiliencia para un futuro de cambios más acelerados de lo que podemos imaginar.
Finalmente, gobiernos y sociedad civil no se pueden quedar atrás, necesitamos asegurar que el progreso que traerá esta nueva era nos incluya a todos y todas.