Ahora que se invoca en los discursos políticos recurrentemente al pueblo, conviene entender desde cuándo y cómo se manifiesta el pueblo. Con la aparición del Estado constitucional, a finales del siglo XVIII, se cambia el dogma teocrático –que reconocía a Dios como origen del ordenamiento político–por el dogma democrático, que se basa y sostiene en que el orden jurídico y político de un Estado deviene de la voluntad del pueblo que se manifiesta de manera soberana a través del poder constituyente. Si bien todo poder deriva del pueblo, será el poder constituyente la manifestación primera y más noble que se dé del mismo, y que se materializa en un pacto al que llamamos Constitución. Este documento sirve, esencialmente, para limitar el poder de los que gobiernan y reconocer y garantizar los derechos y libertades de los ciudadanos.
La teoría del poder constituyente del pueblo ha sido desarrollada principalmente por el Abad Emmanuel-Joseph Siéyès y se ha convertido en el modelo histórico que justifica los regímenes democráticos modernos. Para este pensador francés, en el centro de todo está la nación, que tiene el mismo significado que el concepto de pueblo y que actúa como fundamento de todos los poderes públicos.
Ahora bien, ¿cómo se manifiesta el pueblo? Lo hará en dos grandes momentos, siendo el primero, el momento constituyente. Siguiendo el pensamiento de Siéyès, este momento, a su vez, tiene tres etapas. Primero, se dará la reunión de todos los individuos y esta unión es “la obra de la voluntad interesada de los miembros”. En un segundo momento, las voluntades individuales conformarán una voluntad común que dará forma al Estado constitucional. Finalmente, esta voluntad general deja de dominar, pues ya se han constituido los poderes que gobernarán por su encargo y que siempre estarán sometidos a la voluntad común plasmada en el texto constitucional. Todos los poderes constituidos y sus titulares no pueden disponer de la Constitución, pues a ella deben su ser y su mandato.
Posterior al momento constituyente, el pueblo –dentro del marco constitucional que ya ha instaurado– se manifiesta cada vez que se le convoca a consulta. El pueblo no es un ente divino que se revela a uno o algunos para manifestarle su voluntad ni tampoco es la lectura que pueda hacer alguien. El pueblo es la suma de las voluntades individuales de los ciudadanos que se organizan e identifican entre ellas mismas y que se manifiestan de manera tangible cuando votan. De esta manera, decidimos.
En el último siglo, muchas dictaduras militares y autoritarismos civiles han invocado al pueblo inescrupulosamente para plasmar sus visiones o ideologías en leyes que se imponían autoritariamente al verdadero pueblo. A quien no se le respetó sus derechos y libertades, así como tampoco respetaron los límites al poder.
Las próximas elecciones de segunda vuelta que se desarrollarán en nuestro país manifestarán nuevamente la voluntad del pueblo. Aquel candidato que sea elegido deberá respetar la Constitución Política peruana porque a ella deben su razón de ser y mandato, y porque es la manifestación de la voluntad del pueblo.