Todo comenzó con el brote de coronavirus en un crucero Diamond Princess en febrero del 2020. Nueve trabajadores de la salud que estaban respondiendo al brote en el barco en Japón se infectaron. Un informe oficial sugirió que lo más probable es que se hayan contagiado a través del contacto con gotitas de saliva y superficies contaminadas. Pero, como experto en investigación de infecciones respiratorias, tenía mis dudas. Eran personas con experiencia en procedimientos de control y prevención de infecciones, y era difícil creer que ni uno ni dos, sino nueve de ellos no se lavaron las manos correctamente. Pensamos que era posible que el coronavirus se estuviera propagando de otra manera.
Luego, un informe reveló que un viajero de China que visitó Alemania transmitió el coronavirus a otras personas a pesar de no tener síntomas en ese momento. Este informe confirmó lo que mis colegas y yo habíamos especulado: que el coronavirus estaba siendo propagado por personas asintomáticas o que aún no habían desarrollado síntomas.
El rastreo de contactos que aplicó Japón también nos dio más pistas sobre cómo se propagó el virus. Mientras otros países se centraron en el rastreo de contactos prospectivo, en el que los rastreadores de contactos identifican y notifican a los contactos de las personas infectadas después de que se contagian, Japón utilizó el rastreo de contactos retrospectivo. Este es un enfoque en el que los rastreadores identifican a una persona infectada y miran hacia atrás para averiguar cuándo y dónde se infectó esa persona y quién más podría haberse contagiado simultáneamente con ellos.
Esto se ha vuelto de conocimiento común ahora, pero sabíamos todo esto antes de finales de febrero del 2020 y antes de que la Organización Mundial de la Salud considerara al COVID-19 como una pandemia. Esto se convirtió en la base de la estrategia de Japón en el futuro y es lo que permitió que Japón tuviera una de las tasas de mortalidad más bajas entre sus países pares.
El reto en ese entonces fue lograr que Japón encontrase una manera de convivir con el COVID-19. Sugerí que las personas evitasen los espacios cerrados, los lugares concurridos y el contacto íntimo. El Gobierno Japonés compartió estos consejos con el público a principios de marzo y, a partir de ese momento, todos en el país los cumplieron.
Aunque Japón declararía estados de emergencia durante ciertos períodos, nunca se tomaron medidas drásticas, como la cuarentena.
Sin embargo, el enfoque de Japón frente al COVID-19 a menudo se ha malinterpretado. Algunos han asumido que al país le estaba yendo mal y que lo estaba ocultando bien. Pero lo que realmente sucedió fue que se utilizó la ciencia para crear una estrategia efectiva y un mensaje digerible. Ese mensaje era procesable sin ser alarmista y prescribía una solución que podría durar más que las circunstancias cambiantes. Funcionó debido a una confianza subyacente entre el público y los que respondieron a la pandemia.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times