A pesar de tener casi cinco siglos de existencia como capital virreinal y republicana, Lima, como metrópoli moderna, es todavía una ciudad adolescente. Pues incluso estando cerca de convertirse en una megalópolis, no es capaz todavía de brindar las mínimas condiciones de calidad de vida básicas para gran parte de su población. En muchos aspectos de su desarrollo urbano es todavía, hay que decirlo, un pueblo grande.
Cuando buscamos respuestas a los males que nos aquejan muchos limeños recurrimos a las imágenes que nos ofrecen visiones del futuro para la ciudad que anhelamos: una red de metros moderna implementada, un Centro Histórico recuperado, una Costa Verde de verdad, barrios seguros, parques por todos lados. En esta terapia urbana colectiva, que se acentúa en años electorales, llama la atención el poco énfasis que le brindamos a la discusión sobre el proyecto político de ciudad que requerimos construir para abordar seriamente estos desafíos.
¿Cómo se va a gobernar una metrópoli que cubrirá la superficie de cinco provincias actuales? (Huaral, Lima, el Callao, Huarochirí y Cañete). No se ha iniciado todavía la discusión sobre la fórmula política que debería implementarse. Están pendientes también las transferencias de muchas competencias, funciones y recursos desde el gobierno central al Gobierno Regional de Lima para atender directamente las necesidades de sus ciudadanos, como ya sucede hace varios años en la mayor parte del país.
Muchos de estos aspectos han sido resueltos reduciendo y fragmentando las competencias del gobierno de la ciudad. Las municipalidades provinciales no gestionan los servicios públicos ni el transporte urbano, por ejemplo, pues son asumidos por el Gobierno central. Igualmente, el comercio de abastos y el recojo de basura son asumidos por las municipalidades distritales, pero es necesario –para una gestión eficaz– que se aborden como un sistema general desde el ámbito provincial.
Una de las escasas competencias exclusivas que todavía mantiene el gobierno municipal provincial es la de la planificación urbana. Luego de la aprobación de la Ley de Desarrollo Urbano Sostenible el último año, se ha realizado la adecuación del Plan de Desarrollo Metropolitano al 2040 (PLANMET 2040) al nuevo marco normativo. En este contexto, el PLANMET 2040 puede llegar a superar, por primera vez, nuestra endémica inclinación a formular planes “conceptuales” que dependen de una quimera para ser implementados. De lograrse su aprobación, será necesario activar procesos de gestión que acompañen, por ejemplo, la transformación y mejora de áreas existentes en las que se ha propuesto delimitaciones de planes específicos. Esto permitiría, entre otras cosas, generar vivienda social asequible en áreas centrales dotadas de servicios y próximas a líneas de transporte público antes que lotizar suelos eriazos con condiciones adversas y de riesgo en la periferia. Asimismo, se propone transparentar los procedimientos de cambios de zonificación integrándolos a la ordenanza de aprobación del plan como modificaciones puntuales en las que se fortalezcan los procesos de evaluación técnica y consulta pública.
Finalmente, no debe perderse la perspectiva de que todas estas propuestas y visiones de desarrollo no son otra cosa que la materialización de un proyecto político de ciudad en cuya construcción todos estamos llamados a participar. La celebración de un aniversario más de Lima, nuestra casa grande, es una oportunidad propicia para renovar nuestros compromisos con ella y mantener la fe intacta en que, pase lo que pase, mañana siempre será un mejor lugar para vivir.
*El autor participó del monitoreo del PLANMET 2040 en representación del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento. Posteriormente, asistió al referido proyecto en su adecuación a la Ley de Desarrollo Urbano Sostenible y su labor culminó en diciembre del 2021.