Hace 48 horas, la fotografía política en el Gobierno no podía ser más evidente. Mientras que en el MEF el señor Francke insistía con los principales gremios empresariales, tratando de poner paños fríos a las expectativas de corto y mediano plazo, en Palacio el presidente Castillo suspendía sin justificación (trayéndonos el fresco recuerdo de esa chambonada que fue la juramentación del Gabinete en dos actos) una cita clave para esas mismas expectativas: la reunión con Julio Velarde, presidente del BCR, a efecto de ratificarlo en la entidad monetaria.
Mientras en el jirón Junín Francke se deshacía en explicaciones ratificando que la suya será una gestión respetuosa de la disciplina fiscal, los contratos, los TLC, etc., y que cualquier propósito de cambio constitucional seguirá el actual ordenamiento jurídico, en Palacio de Gobierno Castillo priorizaba una cita con el señor Virgilio Acuña, vocero oficioso de Antauro Humala.
Resultado: el tipo de cambio hizo un leve guiño a la baja, pero con presiones alcistas que se mantienen, al igual que los precios de varios productos básicos de la canasta familiar. O más fácil: los precios al alza, la confianza a la baja.
En simultáneo, hace 48 horas también, el Gobierno sufría una segunda derrota política al perder (tras coordinación concertada de la oposición) el control de las principales comisiones (Fiscalización, Constitución, Presupuesto). Mientras que en el plano judicial (también en paralelo), el Ministerio Público ampliaba la investigación por lavado de activos a 17 personas, entre ellas, Vladimir Cerrón, su hermano Waldemar, al actual primer ministro Guido Bellido y al propio partido Perú Libre por el caso “Los Dinámicos del Centro”; agregándole a Bellido una segunda “mochila” que se le suma a la que ya tiene abierta por apología al terrorismo.
Algo así como todos los males en un solo día.
El Gobierno está en jaque por un doble problema: adolece de debilidad estructural y cuenta con muy escaso margen político.
Por un lado, su bancada está virtualmente partida en dos (tal como lo evidencia una reciente investigación de IDL Reporteros): los “cerronistas” y leales a PL de un lado, y del otro, el “grupo de los 13”, más fieles a la órbita de Castillo, expresión de una agenda reivindicativa de un sector del magisterio.
Súmese las legalmente nulas y/o harto cuestionables designaciones en varias carteras, que convierten en una irresponsabilidad otorgar el voto de investidura. Y agréguese las investigaciones judiciales por delitos graves. Esta debilidad de estructura debería generar una implosión más temprano que tarde.
Pero también es notorio el limitadísimo margen político del régimen para sortear esa debilidad, pues tanto en el Congreso como en la opinión pública y en una calle que se calienta progresivamente (pronto el SUTEP entrará en escena activa luego del reconocimiento de la FENATE Perú, ligada a Castillo), la intolerancia ira en crecimiento.
Sortear el jaque supone dos opciones. Una fuga hacia adelante, acelerando el choque con el Congreso en busca de su disolución (adelantar dos pedidos de confianza), que es un todo o nada porque la respuesta será la vacancia. Otro tema es si el Congreso logra conseguir los 87 votos (no será una tarea sencilla). O reestructurar el Ejecutivo separando a Cerrón, alejando del Gobierno a todos los cuestionados (empezando por Bellido). Esto sería un rompimiento evidente de la bancada oficialista, y una movida hacia el centro del presidente con una nueva alianza en el Legislativo y en la opinión pública que le brinde el aire y soporte suficientes.
Como la segunda opción supone comprar la famosa teoría del “policía bueno y policía malo” entre Castillo y Cerrón (creo que son socios), considero mucho más probable el primer escenario. Desearía estar profundamente equivocado, estimado lector.