La “operación militar especial” iniciada el 22 de febrero del 2022, es decir, la invasión de Ucrania por parte de las fuerzas armadas de la Federación Rusa, está ingresando a su decimoctavo mes sin que se puedan vislumbrar indicios de un armisticio y/o negociaciones. Las fuerzas rusas chocaron con la dura resistencia ucraniana, apoyada por los países miembros de la OTAN que, desde la anexión por parte de Moscú de la península de Crimea en el 2014, fortalecieron con Kiev los lazos militares.
Inicialmente, varios analistas, incluyéndome, pensamos que Kiev no sería capaz de soportar el ataque ruso por mucho tiempo; sobre todo cuando el presidente estadounidense, Joe Biden, le propuso a su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, un vuelo especial para salir del país invadido. Para sorpresa de muchos, Zelenski se negó a abandonar Ucrania y afirmó que necesitaba el suministro de más armas y municiones para repeler la invasión. Desde entonces, Rusia no ha alcanzado ningún objetivo estratégico, sufriendo graves bajas que determinaron una retirada del frente norte y noreste, no logrando cercar a la capital ucraniana.
Errores en el planeamiento de la ofensiva esperando una rápida victoria, los efectos de la corrupción en las fuerzas armadas, un ejército con una presencia relevante de connoscriptos: estos y otros factores estructurales jugaron en contra de los militares rusos. Además, Rusia ha sido objeto de múltiples sanciones internacionales por parte de países alineados con el Pentágono y los miembros de la OTAN están ayudando a Kiev con informaciones de inteligencia, enviando armamento más sofisticado y entrenando en suelo europeo brigadas del ejército ucraniano.
Considerando este contexto, merece la pena analizar la propaganda ucraniana que ha difundido un video que llama a la población a una contraofensiva para expulsar a las fuerzas rusas del suelo nacional. Es muy probable que las fuerzas ucranianas estén elaborando una distracción para llamar la atención de las escasas tropas de reserva rusas, en una o más secciones del frente, para retomar parte del territorio perdido con cautela. Lo más probable es que se ejecuten maniobras de penetración y flanqueo.
Según los últimos informes del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, los rusos ya habrían agotado sus reservas para una ofensiva a gran escala, siendo vulnerables en la protección de todo el frente. Los 300.000 reservistas enviados al frente ucraniano por el régimen de Putin tuvieron pocos meses para recibir un entrenamiento formal, disponiendo de insuficientes armas y municiones. Una debilidad que se difundió y viralizó a través de varios videos publicados por los mismos movilizados, que le pedían ayuda al mandatario ruso. A fortiori, el 1 de mayo del año en curso, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, afirmó que las fuerzas rusas habrían sufrido 100.000 bajas en Ucrania en solo cinco meses, principalmente en la encarnizada batalla de trincheras por la localidad de Bajmut (Donetsk), al este del país. Por estas razones, Kiev quiere empezar la contraofensiva, temiendo posibles rupturas en la coalición de los países de la OTAN que le siguen brindando recursos para seguir resistiendo. Adicionalmente, un posible regreso de Donald Trump en el 2024 significaría la pérdida de su principal aliado.
Por otro lado, el régimen ruso sigue de pie y las fuerzas armadas siguen adaptándose a las condiciones cambiantes del conflicto: hasta ahora no se ha ordenado la movilización general, quedando a disposición del mando ruso alrededor de 20 millones de posibles soldados. La estrategia de Moscú, en vista de la contraofensiva, probablemente se basará en ralentizar el avance enemigo infligiendo la mayor cantidad de pérdidas posibles: quien ataca líneas enemigas fortificadas está expuesto a mayores bajas. La situación actual, en el campo de batalla, no vislumbra la posibilidad de negociar el cese de las hostilidades: el Gobierno Ucraniano considera expulsar a los rusos de su territorio, mientras que el de Moscú debe lograr algunos objetivos estratégicos o el alto número de bajas no tendrá ninguna justificación.
El tiempo podría correr a favor del Gobierno Ruso si este sigue con su estrategia de guerra de desgaste para intensificar las negativas consecuencias económicas de las sanciones a Rusia, que afectan duramente a la economía de los países europeos y podría favorecer la ruptura de la coalición que respalda al Gobierno de Kiev. En conclusión, en el corto y mediano plazo, si la contraofensiva ucraniana no resulta contundente y decisiva, continuará la actual guerra de desgaste, con consecuencias de pronóstico reservado en el largo plazo.