Pedro Castillo asumió el poder. En su primer acto de gobierno, un discurso frente al Poder Legislativo, nos describió con un relato simplista un Perú injusto y discriminador. Formado sobre la base de valores colonialistas de los que no hemos logrado escapar. Emplazó a la lucha de clases, al resentimiento, a las diferencias y al odio entre peruanos. Nos aseguró que lograría una nueva Constitución. En el segundo nombró a Guido Bellido, simpatizante de Sendero, como su primer ministro.
Todo ello va en línea con lo que el presidente Castillo prometió durante la campaña. El problema fue que los que hoy se sienten sorprendidos por estas decisiones, con una ingenuidad absurda, no quisieron creerle. Pensaron que podrían “humalizarlo”, que, subiéndose al coche sin condiciones, lograrían capturarlo. No quisieron ver que Castillo, Cerrón y el resto de los militantes de Perú Libre pertenecen a las distintas agrupaciones vinculadas a Movadef (organización fachada de Sendero). Y el error es nuestro, porque no entendimos que si bien el Estado Peruano le había ganado la guerra a Sendero, era necesario librar una batalla política.
Durante los años ochenta y noventa, el Estado Peruano enfrentó a dos grupos terroristas que buscaron utilizar la lucha armada para llegar al poder: Sendero Luminoso y el MRTA. El Estado ganó la guerra, pero años después, la izquierda y el centro, autonombrados como la reserva moral del país, desarrollaron una narrativa a través de la cual nos convencieron de que en el Perú hubo terrorismo de Estado y no una lucha del Estado contra el terrorismo. Orwell, en “1984”, nos mostró cómo el pasado, que se supone tiene hechos consumados, podía ser modificado. Y en el Perú se instaló la tarea de deformar los hechos con la intención de que todo sea discutible y muchas veces punible a partir de la invención y no desde la verdad. Como en las épocas más oscuras de los regímenes totalitarios, cuando se incendiaban bibliotecas para borrar la memoria colectiva de una sociedad.
Y si bien el Perú le ganó la guerra a Sendero y al MRTA, perdimos la batalla ideológica porque Sendero logró infiltrar sus ideas en todos los estamentos de la sociedad. Y el 28 de julio logró llegar a Palacio de Gobierno, tal como lo anunció Abimael Guzmán cuando renunció a la lucha armada y declaró que el camino sería político y que su detención era solo un recodo. Veintinueve años después, Sendero Luminoso logró darle la vuelta al recodo. Y lo hizo porque en el Perú no existe una clase política. Porque los ciudadanos renunciamos al derecho a construir una memoria histórica, a defender a nuestro país. Porque dejamos de lado la política y al hacerlo, como sostenía Platón, le dejamos el espacio a los peores. Hoy no hay debate de ideas porque no hay nadie formado en debatir ideas ni tenemos tampoco ideas que debatir.
Nos equivocamos cuando impedimos que el Movadef se inscribiese como partido político porque debimos traerlos a la legalidad para ganarles haciendo política, en la cancha, enfrentándolos a la ideología de muerte y destrucción que es el marxismo, leninismo y el maoísmo. Pero les cerramos la puerta, los empujamos a la ilegalidad, y como siempre ocurre con los excluidos del sistema, encontraron una ventana. Un sendero más rápido, sigiloso y directo a Palacio. No lo vimos venir. Y aunque se advirtió del peligro que representan aquellos vinculados a organizaciones que reivindican y admiran a terroristas, nos respondieron victimizándose. Y caímos en el juego. Porque no hemos aprendido a defender a nuestro país. Porque no entendemos la dialéctica y nos dejamos llevar por su agenda, sus intereses y por esa costumbre tan limeña de hablar a media voz.