Hay una regla por la que se rigen muchos profesores, pero hay ocasiones en las que es frustrantemente insuficiente: “Si ves algo, dilo”.
A veces se toma en serio y se actúa en consecuencia. A menudo, los administradores escolares nos dicen que si no ha ocurrido nada violento o grave, tomarán nota al respecto, pero no se puede hacer nada hasta que el estudiante infrinja una regla o política de la junta escolar. Un comentario desconcertante y aterrador. Nuestras advertencias pueden terminar en un archivo en algún lugar hasta que la amenaza se convierta en realidad.
Me quedé pensando en cómo los maestros tratan de cuidar a sus estudiantes, pero muchas veces no pueden hacer nada para detener la tragedia, cuando leí en un grupo de Facebook sobre un estudiante que abrió fuego la semana pasada en Oxford High School, en Michigan. Mató a cuatro personas e hirió a varios otros. Cabe resaltar que mi grupo de Facebook era para maestros, como yo, que sobrevivieron al tiroteo en Marjory Stoneman Douglas High School, en Florida, hace casi cuatro años. Estaba en el campus ese día, cuando un exalumno abrió fuego, matando a 17 personas, hiriendo a otros 17 y traumatizando a toda una comunidad.
Al leer los relatos de lo que sucedió en Oxford High School, noté que, en estas situaciones, los maestros se chocan con la horrible realidad de que solo pueden hacer una línea de defensa para proteger a sus estudiantes. Una vez más, un niño obtuvo acceso a un arma letal y pudo ingresarla al campus.
Después de 20 años de enseñar, no tengo claro cómo se supone que los maestros continúen enseñando cuando se nos pide mucho más, a menudo sin la capacitación o los recursos adecuados. Se espera que seamos consejeros de salud mental, trabajadores sociales, psicólogos, guardias de seguridad y mucho más para nuestros estudiantes.
Después del tiroteo del 2018 en nuestra comunidad, vi cambiar la vida de mis estudiantes y de los profesores en un instante. Yo busqué terapia y luego me diagnosticaron un trastorno de estrés postraumático. A los maestros y otros miembros del personal se les ofreció una serie de sesiones de terapia sin cargo, pero no fue suficiente. Es absurdo que el distrito no haya hecho más por nosotros.
Como educadora, mi trabajo es proteger a mis alumnos y mantenerlos a salvo. Pero, ¿a qué precio? Inmediatamente después del tiroteo en mi escuela, la Casa Blanca propuso armar a los maestros con pistolas. Hablé públicamente sobre por qué armar a los maestros era (y creo que todavía es) una idea terrible.
La conclusión es que estamos educando a estudiantes que solo conocen la vida en el mundo de los tiroteos escolares. Los legisladores deben aprobar leyes para proteger a los estudiantes, maestros y otras personas de la violencia armada. El derecho a poseer y portar un arma no debe pesar más que el derecho a vivir en paz y asistir a la escuela de manera segura.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times