- Lee aquí los Editoriales de hoy martes 11 de julio: “Silencio inaceptable” y “Y ya van nueve”.
Allá por el año 2020, cuando me encontraba cursando mi segundo ciclo en la carrera de derecho, recuerdo claramente haber escuchado a uno de mis profesores afirmar que los abogados siempre están en posición de cambiar el futuro, y lo hacen frecuentemente sin advertirlo. La razón, señaló, es que las normas que se aprueban cada día y la manera en la que son interpretadas inciden en la vida de sociedades enteras, trazando el rumbo que tomarán desde ese momento. Ciertamente, este comentario me ha permitido tener una visión esperanzadora respecto de la posibilidad de que, pese a sus deficiencias, el derecho pueda contribuir a que el Perú se encamine hacia una situación más próspera. En ese sentido, considero que dos de las principales maneras en las que este aporte se materializa son la reforma de nuestras instituciones y la mitigación de la “cultura del vivo”.
En primer lugar, es a través del derecho que se diseñan las instituciones públicas y privadas que rigen nuestra convivencia en sociedad, sea en el ámbito político, económico, cultural, etc. En efecto, el derecho cala en todos los aspectos de nuestra vida; por ello, a mi parecer, la cualidad más valiosa que posee esta disciplina es su transversalidad. Así, una de las maneras de encaminar al Perú hacia una coyuntura más propicia es enfrentando la crisis de institucionalidad mediante una reforma de las instituciones que nos gobiernan, recordando que estas son simplemente un medio para garantizar el respeto de la dignidad de las personas. Este reajuste debe partir del conocimiento de la realidad del país y proveer una normativa que no solamente viabilice la coexistencia pacífica de todos los actores de la sociedad, sino que incentive la cooperación entre ellos.
Sin perjuicio de lo anterior, rediseñar y fortalecer nuestras instituciones con marcos normativos más eficientes se vuelve un despropósito si lo usual es que se desarrollen conductas destinadas a evadir el cumplimiento de sus preceptos. Ciertamente, una de las fuentes de los problemas de nuestro país es la llamada “cultura del vivo” o viveza criolla, que puede resumirse en la frase “hecha la ley, hecha la trampa”. Paradójicamente, desde el derecho también se puede contribuir a mitigar estas actitudes.
Primeramente, respecto a las personas que incurren en estos comportamientos por el desconocimiento de la razón de ser de la norma o de su aplicación, se debe impulsar la simplificación normativa y fomentar la difusión de contenido jurídico que posibilite un mejor entendimiento del propósito de las leyes, desglosando su significado para que su utilización sea más accesible. Por otro lado, en cuanto al caso de autoridades o ciudadanos que cuentan con este conocimiento, pero persiguen obtener una ventaja personal creyendo que estos actos no tendrán un impacto significativo, el desafío para el derecho consiste en evidenciar que estas “ventajas” eventualmente generan un efecto en cadena que produce un perjuicio mayor para la sociedad en conjunto.
En conclusión, existen diversas formas en las que el derecho coadyuva al desarrollo de nuestro país, al ser sus principios y reglas las que subyacen en cada operación que se ejecuta dentro de él. No obstante, es vital recordar que el derecho no es solo texto, sino también práctica, y que su aporte no reside únicamente en lo abstracto, sino, principalmente, en la efectiva realización de los cambios que busca promover.