Cuando yo tenía 15 años no conocía la ciudad. Mi único interés, en un colegio de varones, era conocer chicas y tocar rocanrol. Más nada en una ciudad que comenzaba a convivir con la violencia terrorista. Los años del abandono citadino. El Centro Histórico lanzado a su propia suerte.
Hoy, a los 15 años, hay otra suerte de chicos que ya conocen la calle, que conocen cuál es el equipo de sus amores y que, en mancha, amparados por la noche, pintan con spray logos futbolísticos sobre unas estatuas de mármol italiano que tienen más de ciento cincuenta años.
Otro grupo le rompe la mano a otra estatua, solo por ser palomilla. Tiempo después, alguien se lleva una de esas bancas de mármol, algo de valor le sacarán.
En otro lugar de la ciudad, un rincón del Paseo de los Héroes Navales, frente al Palacio de Justicia, amanece ajusticiado, sus bancas cóncavas han sido rotas, el mármol por los suelos. Lo que más las ha dañado es la indiferencia, pues permanecen así, transeúntes y autoridades indolentes al daño.
El día de ayer un grupo de chicos, de edad promedio 15 años, apostados en la berma central de Paseo Colón, en donde, entre otras esculturas, está el Colón de 1860 de Salvatore Revelli, dedicaron su sábado de ocio a limpiar estos monumentos en una acción social que han llamado Rescata un Monumento junto a miembros del Comité Peruano del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos Perú) y la ONG Tarpusunchis.
Los chicos pertenecen al colegio La Salle y tuvieron esta iniciativa hace un tiempo para sensibilizar y hacer ver cuán importante es el cuidado de nuestro patrimonio, muchas veces abandonado a su suerte. La desaparición es una de las peores suertes que un monumento puede correr.
Un monumento es la manifestación material del espíritu de una época, es el pensamiento de una sociedad que se concretó en un momento en la historia para, en principio y por deseo tácito, hacerse casi eterno.
Es ver la historia fuera de los libros, es también belleza, ideales estéticos de un pasado que pueden estar vigentes o no, pero que, sin lugar a dudas, fueron hechos y colocados para construir ciudad.
Hay algo que se nos escapa muchas veces, la ciudad está hecha también de monumentos, nuevos y antiguos, cuyo carácter debe ser preservado para el futuro, más allá del significado de los mismos.
Nuestros antepasados tuvieron el deseo de trascender a través de sus legados materiales, de transmitir su espíritu a los tiempos futuros. Igual que nosotros ahora, solo que quizás nuestro deseo de trascendencia sea destruir el pasado, la indolencia ante el daño.
A los 15 se puede aprender la violencia, a los 15 también se puede aprender el amor, el valor de la ciudad y sus monumentos, se pueden hacer acciones en servicio de la sociedad.
Como estos, nuestros héroes de hoy. A los 15 es la edad en que somos inmunes al cinismo de los viejos. ¿Y usted qué hacía a los 15?