Lo más probable es que cuando en febrero el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) revele la cifra oficial de crecimiento de la economía peruana en el 2024, el resultado esté algo por encima del 3%.
Lo que nos revela esta cifra es una recuperación frente al pésimo 2023, pero también constituye un avance claramente insuficiente para que se genere empleo de calidad y que más familias puedan cubrir sus gastos y menos peruanos vivan en la pobreza.
La diferencia con el año pasado, sin embargo, es que no tenemos a quién echarle la culpa de este mediocre resultado más allá del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). En el 2023, las protestas y los desastres climáticos fungieron como chivo expiatorio, pero este año que termina, más bien, los vientos han soplado a favor de la economía peruana.
Tanto el precio del oro como el del cobre están cerrando el 2024 en niveles muy superiores a los esperados, la inflación ha retrocedido y el Banco Central de Reserva (BCR) ha reducido sus tasas de interés, agregando gasolina al avance económico.
Pese a todas las circunstancias positivas, el MEF, bajo el irresponsable liderazgo de José Arista, ha convertido el 2024 en un año que quisiéramos olvidar, debido a que ha abandonado una de sus funciones más primordiales: el cuidado de la sostenibilidad de las finanzas públicas y la defensa de nuestras fortalezas macroeconómicas.
El déficit fiscal cerrará el 2024 en 3,7%, según las últimas proyecciones del BCR, un nivel que no veíamos desde 1992. ¿Está preocupado el ministro Arista? Para nada. Coincide con las preocupaciones del presidente del BCR, Julio Velarde, respecto de que el déficit no es sostenible, pero argumenta que es un tema con el que se tendrá que lidiar en el futuro.
Y a este abandono de sus funciones en materia fiscal se suma la constante pérdida de peso y músculo del MEF frente, no solo al Congreso, sino también a las tendencias populistas del Ejecutivo. Es increíble que haya sido el propio ministro de Economía el encargado de anunciar que el aumento del sueldo mínimo se va a comunicar antes de fin de año, pese a que ningún cálculo técnico permite justificar un nuevo incremento de los costos laborales.
Tras este olvidable año, ¿qué podemos esperar del 2025? En escenarios de altísima incertidumbre como los que se avecinan por el inicio de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, es más importante que nunca tener a funcionarios capaces y confiables al volante, así que solo nos queda rezar.