¿No les ha ocurrido que sin proponérselo la memoria les trae de vuelta una canción que gatilla una sucesión de recuerdos? A mí me ocurrió con “El Preso”, esa pegajosa salsa colombiana interpretada por Fruko y sus Tesos, que mi generación bailó en inolvidables noches veraniegas.
En medio del otoño boreal regresé a ese ritmo irrepetible (“solo, con mi pena/ solo, es mi condena”) a raíz del “mensaje desde la prisión” de un nuevo personaje que hace poco apostó por un papel protagónico en esta tragicomedia que, en medio de una pandemia planetaria, seguimos padeciendo los peruanos. Me refiero a Antauro Humala, condenado a 19 años por homicidio simple por la muerte de cuatro servidores públicos. Mediante una red de ventrilocuos, cada vez más torpes, Antauro decidió ser galán (“lleva ya”) con un libreto que fácilmente podría achacársele a un desquiciado Pedro Camacho.
La historia de Camacho, entrañable personaje de “La tía Julia y el escribidor”, confundiendo las tramas de las radionovelas e incluso inventando catastrófes para deshacerse de sus criaturas, proviene de una experiencia personal de Mario Vargas Llosa. Así como en una “salsa-filosófica”, como lo es “El Preso”, Fruko y sus Tesos cuentan la historia del narcotraficante que inspiró al antioqueño Alvaro Velásquez. “En el mundo en que yo vivo siempre hay cuatro esquinas/ pero entre esquina y esquina siempre habrá lo mismo para mí /no existe el cielo, ni luna, ni estrellas / para mí no alumbra el sol / pa' mí todo es tinieblas”. Confesión personal que sienta el tono de una canción inspirada en la carta que un amigo, condenado a treinta años de carcelería, le envió a su autor. Y que partir de 1975 se convirtió en un hit musical en la voz de Manyoma, pieza clave en la reflexión contemporánea sobre la tragedia de perder la libertad. (Para la audiencia joven recomiendo revisar el ‘playlist’ de la serie “Narcos”).
Las “Cartas desde la cárcel” de Antonio Gramsci o la extraordinaria poesía de Miguel Hernández, ejemplifican la grandeza del espíritu humano ante la adversidad. Del último no deja de conmoverme el sublime “Nanas de la cebolla”, dedicado al hijo que no conoció.
Ahora bien, les pido paciencia antes de pasar al siguiente caso: el del “Caudillo marihuano”. Que quede claro que este concepto inédito en la historia política peruana (los caudillos del XIX eran más bien alcohólicos o timberos) se basa en evidencia a la que añado una palabra prestada de uno de mis directores de cine favoritos. Respecto a la primera tenemos el video del etnocacerista armando un troncho en su celda, mientras despotrica contra el mundo entero y las posteriores declaraciones de su padre, quien lo define como el “único caudillo” del Perú. La mexicanisima palabra “marihuano”, presente en las películas del genial Carlos Estrada, ayuda a definir el “modelo” en cuestión.
El mensaje de esta suerte de detritus del caudillismo peruano no despierta, sin embargo, una conmiseración similar a la del personaje de Fruko y sus Tesos y mucho menos, y acá pienso en su achoramiento, es capaz siquiera de apelar a la dimensión gramsciana del internamiento. Y ello se hace evidente cuando se escucha su balbuceo telegráfico: “Guardia reservista simbólica para que salga en una foto dando seguridad al Congreso […] vacancia ya, Antauro libertad”.
¿Cómo interpretar esta peculiar “Carta desde la prisión”?. Bueno, ella no es ni el lamento del narco que quiere reencontrarse con su madre en la eternidad ni la pedagogía política de un genio como Gramsci, sino basicamente el vano intento de un egoísta por conseguir su libertad, no importa si millones de peruanos van al hueco negro que alegremente propone. Ante ello, no queda sino regresar al ‘playlist’ de “Narcos” para responderle con el estribillo de otra salsa, “Tabaco y ron”, que me permito personalizar. “Lleva, ‘caudillo’, tu cruz/ y no se la des a nadie / y no se la des a nadie / porque todos ya llevamos una cruz”. Por si lo olvidó, mayor (r) Antauro Humala, estamos viviendo una tragedia nacional y cada día enterramos y lloramos a nuestros muertos. Así que pague nomás por sus crimenes y déjenos sobrellevar esta prueba de fuego sin la perturbación de su estrambótica e irresponsable presencia.