El Congreso ha aprobado el Presupuesto General de la República para el 2015. Ha aprobado el error. Los presupuestos no solo deben respetar el equilibrio fiscal. Deben, sobre todo, usar bien los recursos.
El gobierno plantea utilizar el presupuesto para estimular el crecimiento de la economía. Así lo ha sostenido el propio ministro de Economía, Alonso Segura. El 2015, ha dicho, se continuará con una política económica “agresivamente expansiva”, para contrarrestar la desaceleración económica.
El presupuesto ha aumentado en 12% con respecto al del año anterior. La economía pasó de crecer 5% en el 2013 a 3% o menos en el 2014.
El gobierno cree que el crecimiento en el 2015 será de más de 5%. Ojalá tuviera razón, pero hay pocas luces que señalen niveles como los del 2013.
El gobierno cree que aumentando el gasto público podrá crear un efecto reactivador. Se equivoca.
Si mi economía decrece, no debo gastar más. Lo mismo se aplica al gobierno. El presupuesto del 2015 dice lo contrario: a más crisis, más gasto.
Hay muchos requerimientos y necesidades de inversión pública. ¿Cómo cumplir con ellos en un contexto de caída del crecimiento?
La única vía razonable es el sacrificio. Debo dejar de gastar en unas cosas para aumentar el gasto en lo que resulta imprescindible.
Hay que invertir en reducir el aparato estatal, en hacerlo más ágil y eficiente. Hay que invertir en la gerencia del gasto, comenzando por las regiones.
No se ha dicho nada de eso. El gobierno no ha dicho “voy a cortarme esta mano para no cortar la de los ciudadanos”.
El último paquete de medidas económicas reduce el Impuesto a la Renta y aumenta el de los dividendos. En otras palabras, favorece el consumo en desmedro de la inversión.
Es evidente, sin embargo, que nuestra mejor capacidad de consumo proviene del aumento de la inversión en años pasados. No provino, ni provendrá, del Presupuesto General de la República.
Los esfuerzos en educación, salud y seguridad ciudadana son loables. Mejoran la composición del presupuesto. Lamentablemente, no sucede lo mismo con su orientación general.
No se trata solo de reactivar la economía, como se dice, sino de recuperarla. El gasto público se despilfarra en las regiones y se degrada en la burocracia.
El gobierno no ha planteado hasta el momento un cambio radical en el manejo del dinero público. El desperdicio criminal de los fondos para las regiones no ha servido de nada. No hay un solo cambio al respecto.
El presupuesto es como una batea con agua. Hay agujeros por donde se sale el contenido. En vez de tapar los huecos, el gobierno plantea abrir más el caño. Abrir más el caño sin cerrar los desfogues significa, simplemente, aumentar el desperdicio.
El gobierno central ha incrementado su gasto en 14,7%; el de los regionales en 3,3 y el de los locales decreció. O sea, quien se lleva la mejor parte es el Ejecutivo.
¿En qué mejorará el uso de esos mayores recursos? No se dice nada de lo más importante del presupuesto 2015. Solo hay interés en gastar.