Nunca he tenido cien millones de dólares y la verdad es que no creo que vaya a tenerlos. Soy periodista, no empresaria. Lo que sí tengo es una caja fuerte con cien millones de razones para seguir haciendo periodismo, para investigar a héroes y villanos, para cruzar fuentes que permitan denunciar casos de corrupción, para entrevistar a quienes tienen una tragedia que contar para que nunca más se repita.
Sin duda, la razón más grande para que yo siga en esta profesión que no conoce de horarios y sí de pasiones encontradas es que no podría vivir sabiendo que fui indiferente ante el dolor. Yo no conocí a Ezequiel Nolasco, es más nunca lo escuché pedir auxilio. El día que asesinaron a este dirigente y el periodista Jaime de Althaus recordó que dos semanas antes había estado en su programa asegurando que la mafia de Áncash lo iba a matar sentí mucha culpa. Esa noche no dormí. Pedí perdón públicamente porque los periodistas que vivimos en Lima no escuchamos los gritos de los ancashinos. Esa noche de insomnio busqué en Internet el nombre de Ezequiel Nolasco y pronto entendí que nos estábamos pudriendo. ¿Hasta dónde quieres llegar?, me preguntó la productora general de los dos programas que conduzco, Beatriz Tagle. Hasta el final, le contesté.
En estos meses de investigación varios nombres comenzaron a surgir como sospechosos, dos llamaron la atención: Martín Belaunde Lossio, amigo de la pareja presidencial (hoy prófugo), y el empresario y abogado Rodolfo Orellana Rengifo (no ha sido interrogado ni tiene orden de detención), quien amenaza a los periodistas que osan investigarlo con querellas.
Es la primera vez en mis veinte años de periodista que un sospechoso en lugar de darme una entrevista me envía una amenaza. Orellana Rengifo dice que quiere “conciliar” porque he manchado su honra entrevistando a personajes que sospechan de él como la procuradora Julia Príncipe; el congresista Víctor Andrés García Belaunde, quien lo compara con Pablo Escobar; y la lideresa del PPC, Lourdes Flores Nano, quien ha contado cómo Orellana ha tratado de apropiarse de dos terrenos de la Fundación por los Niños del Perú con laudos arbitrales irregulares. O dejo de mencionarlo o tendré que pagar cien millones de dólares, previo juicio. Eso advierte. La primera fecha para la “conciliación” es el 30 de junio, el día de mi cumpleaños. Ironías o casualidades de la vida, eso hacían Montesinos y sus cómplices mafiosos. Amedrentaban con juicios y las comparecencias o audiencias a quienes osaban denunciarlos e investigar coincidían con los cumpleaños y fiestas de guardar.
Quiero agradecer la solidaridad de tantos peruanos que me han escrito o llamado por teléfono. Estoy protegida por ustedes.