La caída del Gabinete de Mirtha Vásquez y el nombramiento del Consejo de Ministros liderado por Héctor Valer parecía sugerir que el Gobierno de Pedro Castillo había tocado fondo. Primero, porque el quiebre con la izquierda “moderada”, representada por la expresidenta del Congreso, dejaba al presidente sin algunos de sus más leales y complacientes aliados que, al ser excluidos del Ejecutivo, recién se preocuparon por señalar sus vicios. Segundo, porque todo el enredo cristalizó, para un grupo de la ciudadanía que aún no lo tenía claro, los intereses detrás del jefe del Estado, que eligió ignorar los graves indicios de corrupción en torno de los ascensos en la Policía Nacional a pesar de las advertencias de Avelino Guillén, su entonces ministro del Interior.
Pero Castillo es una persona dedicada a superarse y el nuevo Consejo de Ministros, liderado por el inefable y “sarcástico” Aníbal Torres, lo demuestra.
El comunicado que el presidente publicó un día antes de dar a conocer a su nuevo equipo adelantaba que no se vendría nada bueno, toda vez que el diagnóstico que hacía de la crisis que protagonizó no tenía ni pies ni cabeza. Así, se refirió a una “nueva campaña mediática que tiene como objetivo promover la vacancia”, despotricó contra algunos exfuncionarios que promovieron “teorías sobre la injerencia de mi equipo de confianza” y denunció “intentos golpistas”. En sencillo: con él no era la cosa y no tenía que pedir perdón por sus malas decisiones y designaciones.
El Gabinete que nombraría, según ese mismo documento, sería “más participativo y de ancha base”, pero las múltiples reuniones que tuvo el mandatario en Palacio en los días previos a la juramentación no lo llevaron a lograr lo segundo. Como publicó en Twitter Alek Brcic, columnista de este Diario, el 68% de los ministros en actividad fueron reciclados del equipo encabezado por Valer, por lo que no hubo muchos cambios. Lo de “más participativo”, por otro lado, sí se sostiene, pero solo porque ha aumentado la participación de Perú Libre y Vladimir Cerrón, antaño negada y ocultada por el Gobierno: de los seis nuevos miembros del Ejecutivo, dos son del partido del lápiz y uno de la bancada. En sus redes sociales, Cerrón saludó al nuevo Gabinete y en particular a los titulares de Salud y de Energía y Minas, que militan en su agrupación.
A quien no se le vería “ni de portero”, en palabras de Pedro Castillo, se le ha visto participando en reuniones en Palacio de Gobierno y, ahora, como al principio, parece estar teniendo un rol significativo en la composición del Consejo de Ministros.
El Gabinete Torres, por otro lado, también parece diseñado para apaciguar a los aliados que se resintieron con el Gobierno. La nueva presidenta del movimiento Nuevo Perú y exministra de la Mujer, Anahí Durand, por ejemplo, saludó el nombramiento de Diana Miloslavich en su otrora cartera. El gesto no solo da a entender que desde el Congreso la izquierda “moderada” seguirá girándole cheques en blanco al Gobierno, sino que también confirma que sigue entregada a traicionar sus supuestos principios: Miloslavich es una feminista que lucha por la paridad de género, pero que ha aceptado ser parte de un equipo con solo tres mujeres y en el que participan ministros denunciados por violencia familiar. Ni un inti de coherencia.
Castillo, ante el descalabro de su administración, ha elegido nombrar a un equipo ministerial de batalla, liderado por un ministro hablador, prepotente (siempre ha sido un patán con la prensa) y que le hace el bajo en sus trances con la justicia. Con este Gabinete quiere garantizarse el respaldo de parte importante de los legisladores de izquierda, sobre todo los de Perú Libre. Un regreso a casa, si se quiere, que lo demuestra vulnerable, pero con el cuchillo entre los dientes. Y su mensaje es claro: no hay propósito de enmienda ni intenciones de cambiar un estilo marcado por la inestabilidad, la torpeza y la contumacia.