Mi hijo mayor cumplió 10 años, y yo cumplí el mismo tiempo dando lo mejor que puedo como padre. Más de una vez me ha pedido escribir una columna sobre “fútbol”, así es que por su cumpleaños hoy les traigo algunas reflexiones pensadas en él y en quienes tenemos hijos en academias o clubes de algún deporte.
No sé si J vaya a dedicarse al fútbol, lo que sí sé es que este deporte –sea que lo juegue o lo vea– nos ha abierto muchas veces un canal de diálogo padre-hijo.
Primero, cuando comenzó a jugar, probó distintas posiciones. Como a todo niño, le entusiasmaba marcar goles, pero cuando tapaba yo veía que destacaba por su habilidad con las manos, agilidad con el cuerpo y patada fuerte. Esto nos abrió múltiples conversaciones, donde intenté transmitirle que al elegir dónde jugar debía reconocer (y abrazar) sus fortalezas y debilidades. Solo así lograremos crecer y disfrutar al máximo posible del juego (o de la vida misma).
Segundo, el puesto de arquero es un rol expuesto a muchas críticas y pocos reconocimientos. Thibaut Courtois, arquero del Real Madrid, lo resumió bien, al no estar ni en el podio del Balón de Oro tras ganarlo todo en el 2022 y ser la estrella de la final de la Champions: “Parece que vale más marcar un gol que pararlo”. Esto, como se imaginarán, ha dado pie a constantes conversaciones sobre situaciones en el juego que le generan frustraciones y cómo manejarlas.
Tercero, yo le busco espacios adecuados para que lo formen en lo que le gusta hacer y me comprometo a acompañarlo muchas horas a la semana, pero a la vez le exijo seriedad y compromiso. Esto implica esfuerzo para crecer en aquello a lo que uno le dedica tiempo, aunque siempre reconociendo matices. Por ejemplo, recientemente él concluyó que, por más compromiso que tenga, si era cumpleaños de su mejor amigo, cabía que falte a un entrenamiento. La vida tiene matices y es bueno que aprenda a distinguirlos.
Cuarto, yo suelo acompañarlo a los entrenamientos y campeonatos, y cuido que el nivel de competencia al que está expuesto de parte de las “tribunas” sea saludable (la de los padres del equipo rival y del propio). Una vez, por ejemplo, un padre de otro equipo le gritaba frases como “no vas a llegar, ese no llega” (a la media cancha). Algo que me obligó a intervenir a través de los organizadores, y suscitó una conversación sobre qué situaciones –en su vida– debía dejar que sean resueltas por los adultos de su entorno.
Quinto, tras un error en el que sus compañeros le llamaron la atención, le hice notar que, cuando los demás se equivocaban, él también subrayaba los errores, y que, si no quería que le hablen así, él empezara a ser más propositivo. Podía hacer críticas, pero siempre en tono constructivo y pensando en el equipo. No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti (y piensa como grupo).
Sexto, los incidentes racistas de los que ha sido objeto Vinícius Jr. en España nos han permitido hablar de la importancia de la igualdad entre las personas, pero también ha sido una buena ocasión para enseñarle empatía con una persona polémica que suele despertar muchos haters. El mensaje ahí es no solo que la raza no define quién eres, sino que no importa si eres un pesado, hay cosas no negociables. Separar la paja del trigo, digamos.
El fútbol es un medio para educar a J. No es un fin en sí mismo. Feliz cumple, enano lindo, que el fútbol nos siga sirviendo para conversar.