Parece que el señor Burga hace lo que quiere. Nombra un comité electoral y, cuando este tacha su candidatura, lo desnombra.
¿Puede hacer eso? ¿No hay una ley que lo detenga? ¿Por qué no podemos sacarlo de la presidencia de la Federación Peruana de Fútbol?
Lamentablemente, no se puede hacer eso. Hay congresistas que pretenden que el gobierno intervenga la FPF. Eso es imposible, y sería peor que la enfermedad.
“¿Le das el beneficio de la ley al demonio?”, le preguntaron, en situación parecida, a Tomás Moro. “¿Qué harías tú”, retrucó.
“Haría hueco a las leyes para ir tras el demonio”, respondió su interlocutor. Moro contestó: “Y cuando hubiera caído la última ley, y el demonio se volteara hacia ti, ¿dónde te esconderías, estando todas las leyes abatidas?”.
Frente a la FPF vivimos una situación parecida a la de Moro, de Robert Bolt, en “Un hombre para todas las estaciones”.
¿Debemos torcer la ley con tal de ir tras el demonio?
El Comité Electoral basó la tacha de la candidatura a la reelección en una modificación del 2010 a la Ley del Deporte, la cual dice que “se permite por una sola vez la reelección inmediata en cualquier cargo”.
La modificación se promulgó cuando Burga ya estaba en funciones. La ley no puede ser retroactiva. Es decir, esta elección no puede contarse como segunda reelección.
Además, por supuesto, dicha prohibición puede ser denunciada por restringir derechos de las personas.
Las federaciones son asociaciones privadas sin fines de lucro. ¿Debe el gobierno intervenir en sus elecciones?
Si aceptamos eso, el gobierno podrá imponer condiciones de carácter meramente político a los clubes deportivos y recreativos, a las iglesias, universidades o las asociaciones de caridad.
Las federaciones no son, ni deben ser, parte del aparato estatal. Lejos de avanzar hacia una mayor estatización de su funcionamiento, hay que ir a su privatización.
Las federaciones deberían ser asociaciones privadas con fines de lucro. Solo así habría transparencia en sus operaciones y actividades.
El cuento de la asociación benéfica ha llevado a que todas estas entidades deriven sus fondos y ganancias de manera oscura y asolapada.
La eficiencia de la gestión, por otro lado, pasa a segundo plano. Simplemente, no hay relación entre la ganancia y el resultado. En teoría, ¡no hay ganancia!
La gente cree que el problema del fútbol peruano se arreglará con la remoción de Burga. Es como decir: sale Burga y, de pronto, ¡vienen los pases mágicos, el virtuosismo de los delanteros y gambetas de maravilla!
Este tipo de pensamiento mágico no soluciona nada. Como todo lo que conduce a hacerle hueco a la ley.
Las soluciones personalizadas e ilegales solo empeoran las cosas. Lo hacen no solo en relación al fútbol, sino en general en relación al Estado de derecho.
En este tema, como en todos, tenemos que estar del lado del derecho y la legalidad. Aunque debamos defender al mismísimo demonio o al satanizadísimo Manuel Burga.