Esta conocida frase la usó por primera vez Vincent de Gournay, fisiócrata francés del siglo XVIII, argumentando a favor de una completa libertad en la economía y una mínima intervención de parte de los gobiernos. Nada más distante del momento que vivimos. Pero me la apropio en este artículo porque resume muy bien la impactante e insostenible incapacidad para tomar decisiones del presidente Pedro Castillo a fin de que pueda intervenir de manera asertiva –y no solo por omisión– en el curso de los acontecimientos del país que preside.
Como toda regla, esta también tiene una excepción: su silente firmeza en mantener al indefendible Iber Maraví, que más que un ministro ya es un resumen ejecutivo sobre la penetración de Sendero Luminoso en lo más alto del poder, en el Ministerio de Trabajo. En su caso, además de fundador del Movadef, hay muchas y consistentes evidencias que lo señalan como “mando” en la Huamanga de los 80 y como partícipe en atentados terroristas.
Pero hay múltiples decisiones pendientes en las que la incapacidad de Castillo para decidir será (de nuevo) puesta a prueba.
Una indecisión ya longeva que clama por ser resuelta es la de la permanencia –o no– de Julio Velarde en la presidencia del BCR, que es una de las explicaciones más importantes del alza del dólar y de la abrumadora desconfianza empresarial que el presidente trata de revertir con retórica vacía en su gira por los Estados Unidos.
No hay que descartar que, dado el contacto privilegiado de Pedro Francke como su compañero de viaje estos días, pueda convencerlo. Ojalá lo consiga, más que por el efecto positivo (que a estas alturas podría ser menor, pues persisten tantos otros factores perturbadores), porque una decisión en el sentido contrario sería un mazazo en la cabeza de una economía ya grogui.
Pero que Francke se apure, porque ya en Lima se reencontrarán con las nada disimuladas presiones de la facción Cerrón, tan nítidamente expresadas por Guido “Puka” Bellido. Según el presidente del Consejo de Ministros, la fuerte devaluación del dólar se debe a que “hay gente que dijo que al pueblo que eligió a Pedro Castillo se le debe castigar [...] no se puede jugar con el pan de nuestro pueblo, algunos funcionarios le están jugando mal”. De esta manera, la culpa es de “algunos funcionarios”, léase: del directorio del BCR.
La presión es así de fuerte contra Velarde en la medida en que el suyo sería un cargo con “estabilidad laboral” garantizada por cinco años; lo que difiere de la situación de su ministro Economía, al que los ultra radicales consideran un “recodo en el camino”, un mal necesario para la primera etapa.
Guido Bellido es otra piedra en el zapato de Castillo. No lo pudo sacar, se impuso Cerrón y ahí sigue para (suponemos) disgusto del presidente, dado que lo único que ha hecho es crearle problemas. Misógino, como hay pocos, no ha podido contenerse en el poder. Su popularidad es la más baja de todos los actores políticos (25%, según El Comercio-Ipsos) y ahora le ha abierto una nueva crisis política al Ejecutivo en medio de su primera gira en el exterior.
“Puka” nos ha revelado que Pedro Castillo se reunió en secreto en México con Nicolás Maduro, con cuyo gobierno dictatorial hemos roto relaciones diplomáticas. Lo hizo pechando al vicecanciller, diciéndole que, si él y su jefe no están de acuerdo, que se vayan. ¡Justo lo que se necesitaba para darle confianza a los inversionistas!
Agréguese en el frente interno una mayor fragmentación del Gabinete, dado que el ministro del Interior ha tomado partido en defensa del canciller.
La ira de Bellido contra el canciller se explica principalmente por las declaraciones de este la víspera, en Washington D.C., cuando señaló que el proyecto de ley presentado por Perú Libre –que amenaza a la prensa y que ha generado una virtual unanimidad en contra– viola convenios internacionales.
El tema de la Asamblea Constituyente también comienza a calentarse. Perú Libre ha tomado la decisión (¿independientemente del Gobierno?) de lanzarse con toda energía a conseguir tres millones de firmas que le den fuerza a su pedido de referéndum para poder presionar al Congreso.
Esa estrategia se les complica dada la búsqueda paralela de firmas que lidera el abogado Lucas Ghersi para sellar en piedra en la Constitución la imposibilidad de su convocatoria. Afirma tener ya más de un millón y, dada la polarización del país, probablemente compitan en igualdad de condiciones: firmas millonarias en los dos sentidos.
¿Qué piensa al respecto Pedro Castillo? En la OEA, dijo lo siguiente: “A medida que pasan los años, los pueblos tienen que autoconvocarse, ser convocados también por las autoridades para estructurar políticas como sus constituciones y [que] estas estén a la altura de los tiempos [...] que no puedan ser manoseadas por las generaciones por situaciones antojadizas, jurídicas y políticas”.
Leyendo y releyendo parece que está de acuerdo con la mencionada campaña de Perú Libre. ¿Dejará hacer y dejará pasar?