El cargo de presidente de la República implica una responsabilidad que se ejerce 24 horas durante los siete días de la semana, desde el momento en que se jura el cargo hasta que se deja.
Por ello, para la presidenta no hay tregua en su actual función; a diferencia de su anterior cargo como funcionaria del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec), en el que sus responsabilidades se desempeñaban de 9:00 a.m. a 5:00 p.m.
Este concepto, sin embargo, no parece haber calado en Dina Boluarte.
¿Tiene derecho la presidenta a una vida privada? En principio, sí, en cierta medida. Pero cualquier persona que aspira a una posición de poder debe saber que la línea entre lo personal y lo público es muy fina.
El sentido común nos dice que quien postule a un cargo público debería hacerlo, mínimamente, con pleno conocimiento de los sacrificios que esto implica en relación con su vida privada.
Ahora bien, cuando un episodio aparentemente personal se cruza con un asunto de interés nacional –como lo es la fuga de Vladimir Cerrón–, el ámbito privado se disuelve por completo.
En una situación de tal relevancia, usted no es la ciudadana Dina Boluarte; usted encarna la institución de la Presidencia de la República, por ende, a la nación, y debe responder haciendo honor a esa responsabilidad.
Todos los movimientos de un presidente que tengan como origen temas vinculados con la función pública o provenientes del ámbito privado tienen que estar permanentemente monitoreados, no solo por su propia protección personal, sino –y por encima de ello– para salvaguardar la seguridad nacional.
Como ejemplo más cercano, recordemos las “escapadas” de Pedro Castillo a la casa de Sarratea. No se trata de conocer cada detalle de sus encuentros privados, sino de asegurar que cada desplazamiento esté bajo control y en función del interés público.
Seamos claros, en un caso de esta magnitud, la mera noción de que Dina Boluarte realmente crea –y se atreva a decirnos a los peruanos– que tiene derecho a la privacidad es, directamente, un despropósito.
No sabemos por qué calla, pero, si algo debió haber aprendido la presidenta del destino de su predecesor, es que en política todo, tarde o temprano, sale a la luz.
Esto debería ser evidente, pero para que no lo olvide, presidenta: lo que atañe a quien personifica a la nación nos atañe a todos los peruanos.