A diferencia de la desgarradora letra de una conocida canción de José Luis Rodríguez ‘El Puma’, ser dueño de nada es una de las fórmulas más atractivas y exitosas de cientos de empresas que han puesto en jaque muchos modelos de negocio tradicionales.Estas empresas han entendido que el consumidor no necesita ser dueño para tener acceso directo a lo que necesita. En otras palabras, han adoptado un modelo de ‘sharing economy’ (o economía compartida). Un sistema de acceso a bienes, servicios, información y talento de manera no duradera y sin que exista una noción de propiedad. El ganador del premio Pulitzer Thomas L. Friedman publicó una definición bastante interesante sobre ‘share economy’ en “The New York Times”: “En Estados Unidos existen 80 millones de taladros eléctricos, cada uno se usa por un promedio de 13 minutos al año; bajo esa premisa, vale la pena preguntarse si todos los dueños de un taladro realmente necesitan ser dueño de uno”.“Un momentico”, diría El Puma, “¿dueño del aire y del reflejo de la luna sobre el agua? O sea, ¿dueño de nada?”. Así es, profesor Rodríguez, y a diferencia de que el consumidor se sienta como hormiga sin hueco al no tener un título de propiedad, cada día está más familiarizado y entusiasmado por ser dueño por un solo día de la cartera, departamento y hasta mascota de sus sueños, que aunque usted no lo crea, se puede alquilar.De hecho, según una investigación que realizó la revista digital Shareable, en el siglo XX los factores que más influían en la decisión y hábitos de consumo eran el acceso al crédito, la publicidad y la necesidad de sentirse poseedores. En cambio, en el siglo XXI, ya se esbozan tendencias hacia un “consumo colaborativo” donde los factores de reputación, comunidad y acceso son más importantes para los consumidores.Por otro lado, el estudio demostró que las personas que pertenecen a la generación X representan más del 30% de estos consumidores colaborativos, mientras que los ‘millenials’ representan el 24% de esta comunidad y los ‘baby boomers’ el 15%. Esto ha permitido en los últimos años que compañías como WeWork o Comunal –su versión peruana–, Uber y Airbnb hayan tenido un crecimiento exponencial. Pero no solo eso, también ha despertado la reinvención de nuevos modelos de negocio y la invención de otras categorías, como poder usar el carro de tu vecino y abrirlo usando solo una aplicación gracias a la empresa RelayRides, o contratar a una persona que te ayude en la oficina por un día gracias a la empresa Task Rabbit. Incluso se puede compartir el Internet de tu casa a cambio de que te comparta a la vez su Wi Fi alguno de los 7 millones de inscritos en la compañía Fon.Pero la economía colaborativa no es exclusiva del B2C (‘business to consumers’). Amazon, a través de su plataforma Amazon Web Services, provee servicios en la nube, como almacenamiento de bases de datos, a miles de empresas en el mundo. Y hablando de nubes, este año nuevamente proyecta un crecimiento de 50% en ingresos.Lo interesante es que Amazon presta este servicio incluso a empresas que podrían representar su competencia. La economía compartida te propone eso y más, como pensar en cómo pasas de ser un producto o servicio a transformarte en un sistema operativo que hará que hasta tu competencia se convierta en tu cliente, o a desafiar tu modelo y encontrar soluciones a problemas que hoy tus consumidores necesitan satisfacer. Pero sobre todo, te propone abrir tu mente y entender que para encontrar ese nuevo negocio tendrás que desaprender y renunciar a ser el dueño de la verdad.
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