Nos gobierna un hombre sobrepasado por su sombra. En realidad, ella nos gobierna, con asesores mediocres, decisiones subalternas y asuntos de gravedad pateados para Dios sabe cuándo.
Dos ejemplos de lo último: se suspendieron las operaciones de la refinería de La Pampilla y el presidente olvidó el tema mientras fraguaba el Gabinete Valer. Esperemos que el nuevo ministro de Economía Óscar Graham lo haya convencido de dar marcha atrás en esa decisión para evitar el desabastecimiento de combustible. Segundo ejemplo: la empresa MMG Las Bambas anuncia un nuevo ‘paro empresarial’ porque recomenzaron los bloqueos de carretera. Mirtha Vásquez llevaba las riendas de esa negociación y, ahora, los actores del conflicto no saben a qué atenerse.
Es cierto que hay una tecnocracia con capacidad para manejar las cosas aun si los ministerios se quedan sin cabeza temporalmente, pero cuando la cabeza es tan inoperante como la del presidente se puede llegar a una espiral de decisiones autodestructivas y a la parálisis. Esto es, por ejemplo, lo que puede pasar en el Ministerio de la Mujer con la ultraconservadora Katy Ugarte, donde ha renunciado la mayoría de mandos medios, o en el Ministerio de Justicia, donde el ahora exviceministro Gilmar Andía acaba de irse con una carta atroz en la que acusa a Aníbal Torres de “autoritarismo”, “maltrato a profesionales” y haber provocado el “debilitamiento institucional y técnico”.
Peor fue la carta de renuncia del exsecretario del despacho presidencial Carlos Jaico. Allí, denunció la oscuridad y turbiedad de asesores que gobiernan con Castillo y lo desbordan. Pero no solo están ellos, sino también los aliados de Perú Libre, divididos entre la bancada del partido y la bancada magisterial a quienes convoca para respetar el ‘cuoteo’ en la conformación del Gabinete. La sombra que sobrepasa a Castillo está inflada de cuotas de quienes lo conducen hacia el fracaso.
El presidente rodeado de lo peor tiene que buscar lo mejor para salir de una crisis que amenaza con ser terminal para su Gobierno. Sería un milagro que salga algo bueno de eso, pues, en primer lugar, el primer ministro elegido tendría que asegurarse de que ese entorno podrido no interfiera en el Gobierno. ¿Acaso un presidente puede escapar a su sombra? A lo más, podría prescindir del sombrero.
Cierro estas líneas sin saber quién es el elegido. En el mejor de los casos, es una figura del centro que logra un espacio –sin Alfonso Chávarry, Juan Silva, Katy Ugarte y otros ministros indeseables, sin ‘Bibertos’ y sin Bermejo– para negociar una nueva correlación de apoyo al oficialismo en el Congreso. Ese sería el escenario del milagro; los otros llevan a la vacancia o a la renuncia. El escenario del ‘pacto informal’ era más probable antes de esta crisis; ahora es más incierto. Seguimos en zona de turbulencia.