La proclamación del presidente del Perú pende de un argumento legal, de una presunción –a mi juicio abusiva– que algunos partidarios de Keiko Fujimori esgrimen con entusiasmo digno de otras causas: que cualquier irregularidad en un acta puede ser causal de nulidad de toda la votación de una mesa.
Aquí está el quid de la cuestión: están dramáticamente equivocados. La democracia y el derecho electoral reposa sobre el principio esencial de que los votos se respetan por sobre todo. Por lo tanto, cualquier irregularidad, como una firma falsa o la presencia de familiares entre los miembros de mesa, no es causal de nulidad per se, salvo que esté asociada a otras irregularidades que configuren una voluntad de fraude, es decir, de favorecer a un candidato. No conozco un solo caso de una mesa denunciada con un paquete completo de supuestos para decir ‘fraude’. Si la hubiera, que la anulen.
El artículo 363 de la Ley de Elecciones lo dice explícitamente en su inciso b: “[se puede declarar nulidad] cuando haya mediado fraude, cohecho, soborno, intimidación o violencia para inclinar la votación en favor de una lista de candidatos o de determinado candidato”. Está claro que ningún recurso de nulidad prosperará si solo aporta como pruebas presuntas firmas falsas de miembros de mesa o evidencias de parentesco entre ellos. Si los JEE y el JNE anularan una mesa por la existencia de una sola de esas irregularidades, sin hacer caso al espíritu del inciso b, la sospecha de fraude caería sobre ellos.
Lourdes Flores va un paso más allá y dice que un estudio de las actas bajo pedido de nulidad revela que en varias de esas mesas el resultado difiere mucho de los patrones de la primera vuelta. Es decir, en algunos casos en los que Keiko tuvo votos ya no los tiene o desaparecieron los blancos y viciados. Pero la ‘extrañeza’ de algunos resultados tampoco puede ser materia de revisión y mucho menos de nulidad si no hay pruebas de irregularidades fraudulentas y sin un estudio similar a una muestra en la que haya ganado Castillo.
El analista de datos Ragi Burhum tuvo el tino de revisar lo que llamó ‘mesas raras’, pues sus resultados difieren mucho del promedio de su centro de votación. Encontró que había unas en que perdía Keiko, otras en que perdía Castillo. Donde no tuvo tino fue en calificar ello como irregularidades del proceso sin conocer las razones, además de mera desviación de la media por azar, por las que una mesa podría conformarse distinto a sus vecinas.
Ya somos bastante pacientes para esperar que el JNE juzgue un paquete de sospechas e irregularidades endebles como para que FP hable alegremente de fraude. No me gusta Castillo ni voté por él, pero buscar nuevos pretextos para desconocer los resultados sería antidemocrático e inmoral.