Un hecho es verificable, es susceptible de ser contrastado con la realidad y determinar si es verdadero o falso. Afirmar que la vacuna que recibió Martín Vizcarra fue parte de un ensayo es desconocer todas las pruebas que señalan que se trató del abuso de un privilegio vergonzante. Sostener que las mujeres que usan anticonceptivos son violadas por sus maridos es un disparate que no merece la pena mayores comentarios.
¿Pero qué pasa con las promesas? ¿Son tan fáciles de desbaratar? ¿Podemos aplicarle un criterio de verosimilitud a algo que aún no se ha hecho? Algunas promesas tienen una connotación más metafórica que real. El enamorado que le dice a su chica “bajaré la luna a tus pies” no le está mintiendo, le está declarando su amor.
El problema con las campañas presidenciales es que están plagadas de ofrecimientos (últimamente más populistas que nunca) que, para el elector promedio, no son tan fáciles de evaluar. Muchos de ellos, porque corresponden a genuinos deseos de los ciudadanos que han visto postergados sus derechos elementales, y otros porque se requiere un conocimiento, más o menos detallado, de cómo funciona el aparato público para entender que nos están ofreciendo chanchos que vuelan.
Unas de las promesas más manoseada es otorgarle a la educación el 6% del PBI. El actual Congreso ya aprobó una norma que así lo estipula, y por supuesto la medida es necesaria y justa. Sin embargo, el 6% del PBI equivale al 70% del actual presupuesto nacional. ¿De dónde saldrá el dinero en la coyuntura de crisis económica que estamos viviendo? ¿Cómo gestionará el Minedu el doble de plata de la que maneja ahora? La promesa suena bien, pero es inaplicable en los próximos cinco años.
Para combatir la seguridad ciudadana, candidatos como Daniel Salaverry de Somos Perú y Rafael López Aliaga de Renovación Nacional, prometen erradicar a los venezolanos que no tengan sus papeles en orden y que cometan delitos. El tema es popular, atractivo, pero genera una falsa sensación de seguridad: si se expulsa a todos los venezolanos que cometen delitos se estará combatiendo solo el 0,5% de la criminalidad. De acuerdo con la Policía Nacional del Perú las denuncias por delitos hechas entre el 2016 y el 2019 alcanzaron más de un millón y solo 5 mil 767 fueron ejecutados por venezolano. Música para los oídos, que no soluciona nada.
Todas las propuestas de aumento de sueldos a maestros, policías, médicos no plantean de dónde saldrá el dinero. Al preguntarles a candidatos como César Acuña, Daniel Salaverry o Keiko Fujimori aseguran que la plata saldrá de la lucha anticorrupción, que no permitirán que se le robe al pueblo un sol más. Lo contradictorio es que dichos candidatos representan partidos que han estado envueltos en casos escandalosos de corrupción, llevan a investigados en sus listas o ellos mismos están procesados por este delito. Otro sonsonete que esgrimen es que cobrarán las deudas que las grandes empresas le deben a Sunat: en el mejor de los casos, si Sunat logra recuperar las deudas (no los intereses), recaudará 12 mil millones de dólares. Una cantidad de dinero que es un montón de plata, pero de ninguna manera alcanza para gastos corrientes tan abultados como los que plantean los candidatos.
Una promesa incumplible genera una expectativa que será defraudada. Y los peruanos ya estamos hartos de que nos embauquen. Tal vez vaya siendo tiempo de dejar de preguntarles a los candidatos qué van a hacer y pasar a consultarles cómo. En sus respuestas encontraremos titubeos, generalidades y fantasías dignas de un cuento de hadas.