Señor comandante Ollanta Humala, con el debido respeto para con el mayor EP que ocupa la Presidencia de la República, es necesario recordarle la urgencia de que deje de obstruir la gobernabilidad democrática de nuestro país.
Recuerde usted que es el primer mandatario, es decir, el primer empleado de 30 millones de peruanos que lo elegimos para servir como autoridad, pero que no le hemos conferido el estatus monárquico ni para que ofenda a la oposición ni para que ejecute el innoble juego de la escopeta de dos cañones, petardeando el sorprendente ejercicio democrático de su polémico primer ministro Pedro Cateriano.
Usted, señor presidente, salvo algunas prerrogativas protocolares, está obligado a cumplir con la Constitución y, por ello, debe dejar de lado de una vez por todas la ficción ilegal del “gobierno familiar” o de la “pareja presidencial”. Como lo han dicho muchos de sus ministros salientes de los seis gabinetes anteriores, la señora Nadine Heredia se ha convertido en un poder paralelo so pretexto de que es presidenta del partido de gobierno.
Claro que eso de partido es una exageración, pero aun así la señora no debería usufructuar del aparato del Estado para hacer proselitismo político; y tampoco debería mantenerse al margen de las críticas públicas y la fiscalización del Parlamento, la fiscalía y el Poder Judicial.
Como caballero oficial de nuestro Ejército, es entendible que defienda a su esposa, pese a que ella se burla de los opositores como si fuera autoridad legítima. Pero nada ni nadie le confiere el derecho a insultar a los críticos tratándolos como “jauría cobarde” porque ponen en evidencia conductas sospechosas como su relación con Martín Belaunde Lossio, la red delincuencial en Áncash, la compra de inmuebles sin debido fundamento, las órdenes directas impartidas a ‘sus’ ministros, el vínculo con empresas fantasmas de un chavismo que financió la campaña del 2006 y, ahora, dos descubrimientos más: por un lado, aparentes y llamativos viajes a Panamá en compañía de un prestigioso abogado limeño (cosa verificable en el récord de migraciones), y, por otro lado, el escándalo de los pañales en el Ministerio de la Mujer.
Sobre esto ultimo, el equipo de propaganda gubernamental (que se supone no debería prestarse para los asuntos privados de Heredia) se ha lanzado a caricaturizar el problema, con la ex ministra Ana Jara ridículamente convertida en locutora de televisión en vez de cumplir su misión parlamentaria, cuando existe evidencia de que esas y otras compras, aparte de inútiles, fueron un negociado que habría servido para que la señora Heredia hiciera sus regalitos de campaña política.
Respetuosamente, pues, señor presidente, déjese de cortinas de humo y maniobras distractivas. Permita que Cateriano siga intentando convencer a la oposición para lograr el voto de investidura; dé usted un prudente paso al costado, deje que la justicia parlamentaria, fiscal y judicial se encargue de indagar si la señora Heredia tiene real responsabilidad en los múltiples actos de corrupción denunciados y déjese de insultar a todos aquellos quienes solo evidencian su impericia personal y la incapacidad de su gobierno para conducir los destinos de una patria que es mayor que sus ambiciones.