Los resultados del 2026 serán un factor importante en la pretensión de reinstitucionalizar democráticamente el Estado Peruano. Sin embargo, no basta con cruzar los dedos y esperar un desenlace positivo. El reto que representa la superación del dualismo –que se expresa, por ejemplo, entre la minería formal y la informal, más allá de la ilegal, que ha de ser eliminada sí o sí, por actuar en zonas prohibidas– deja claro que el problema no es solo jurídico ni solo de seguridad.
Un texto de Piero Ghezzi, “El Estado productivo” (Planeta, 2021), invita a debatir sobre dos desafíos: por un lado, modificar la visión del Estado; y, por el otro, producir reajustes en la economía. No es la idea resumir el libro, sino presentar algunas de sus propuestas, teniendo en cuenta que están planteadas después de haber sufrido las consecuencias del COVID-19.
Ghezzi parte por reconocer el logro conquistado gracias a las fortalezas de la macroeconomía. No obstante, considera que “nuestras debilidades son aún mayores. Hemos descuidado por años los cinco pilares del desarrollo a largo plazo: capital humano, infraestructura, institucionalidad, eficiencia en la asignación de recursos y capacidad para innovar” (p. 17).
Un efecto de esta constatación es que en el Perú del siglo XXI tenemos un crecimiento sin desarrollo. “Una muestra de ello –informa Ghezzi– es que la productividad de nuestras micro y pequeñas empresas es solo del 6% y 16%, respectivamente, de la productividad de las empresas grandes y modernas. Son niveles mucho menores que los de un país de ingreso per cápita similar, como Colombia (41% y 60%, respectivamente). Y, naturalmente, que los de los países de la OCDE” (p. 35).
Para Ghezzi, el Estado productivo debe asumir dos grandes retos: la “sofisticación productiva” –por ejemplo, “no hay centros de investigación minera o agraria relevantes, ni públicos ni privados” (p. 27)– y la “inclusión productiva”. Esta última “implica lograr que un alto porcentaje de nuestras mypes, muchas de ellas informales, den un salto productivo y logren […] insertarse firmemente en cadenas de valor”. Es decir, no se requiere “una economía de enclaves modernos ni cadenas de suministro en las que no participen las pequeñas empresas locales y se exacerbe el dualismo” (p. 27).
Es de esperar que el ya cercano tiempo preelectoral permita abrir un debate franco y abierto sobre estos desafíos.