El presidente Joe Biden merece un aplauso por sus primeras medidas sobre Venezuela. Está explorando formas más efectivas de restaurar la democracia en ese país, y dejando en ridículo las absurdas afirmaciones del expresidente Donald Trump de que sería un “socialista” que apoyaría a la dictadura de Venezuela.
En primer lugar, Biden está llamando acertadamente al gobernante venezolano Nicolás Maduro un “dictador”. Y Biden no está relajando las sanciones de Estados Unidos contra funcionarios de alto rango del régimen de Maduro iniciadas por el expresidente Barack Obama en el 2014 y ampliadas durante el mandato de Trump.
“Sabemos que la raíz de gran parte de la miseria y el sufrimiento del pueblo de Venezuela radica en un solo individuo, y hemos dejado muy claro que Nicolás Maduro es un dictador”, dijo un portavoz del Departamento de Estado el 8 de marzo del 2021.
En segundo lugar, Biden sigue reconociendo a Juan Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional electa democráticamente en el 2015, como el “presidente interino” de Venezuela.
El Secretario de Estado Anthony J. Blinken tuvo una conversación telefónica de casi 45 minutos con Guaidó el 2 de marzo, que originalmente estaba programada para durar solo 10 minutos, me dijeron personas cercanas a la conversación. Ambos acordaron “aumentar la presión multilateral y presionar por una transición democrática pacífica”, dijo el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, después de la llamada.
En tercer lugar, Biden anunció el 8 de marzo que otorgará Estatus de Protección Temporal (TPS) y permisos de trabajo a hasta 320.000 venezolanos exiliados en Estados Unidos, algo que Trump no había hecho en sus cuatro años en el cargo.
“Esto muestra la solidaridad del presidente Biden con nosotros”, me dijo el embajador de Guaidó en Estados Unidos, Carlos Vecchio, refiriéndose al TPS para venezolanos. “Ayudará a la diáspora venezolana en Estados Unidos a tener más poder político para buscar cambios políticos en Venezuela”.
Los funcionarios del gobierno de Biden dicen que no descartan flexibilizar algunas sanciones a Venezuela si la dictadura de Maduro toma medidas para permitir elecciones libres, pero que aún no hay señales de que eso suceda.
Mientras tanto, en círculos diplomáticos de Washington DC se está analizando la creación de una nueva coalición internacional para la crisis de Venezuela que algunos llaman G-8, o Grupo de los 8. La nueva coalición estaría formada por ocho democracias: Estados Unidos, Canadá, Brasil, Colombia, Alemania, Francia, Reino Unido y Holanda.
Vecchio, quien apoya la creación de un G-8 para Venezuela, me dijo que “este es un grupo de democracias que podrían usar su poder económico, político y diplomático, así como las sanciones, para forzar un cambio político” en Venezuela.
Solo una coalición de tan alto nivel podría también ejercer presión sobre los principales aliados de Maduro, como China, Rusia y Cuba, agregó Vecchio.
Ya existen varias coaliciones multilaterales sobre Venezuela, pero están fragmentadas y no han logrado mucho. A diferencia del propuesto G-8, ninguna de las principales coaliciones incluye a Estados Unidos, y la mayoría de ellas no han aplicado sanciones fuertes contra la dictadura venezolana.
El Grupo de Lima, compuesto por países latinoamericanos, perdió gran parte de su influencia en los últimos años después de la elección de líderes populistas de izquierda en México y Argentina. El Grupo de Contacto Internacional sobre Venezuela, liderado por Europa, tampoco ha logrado mucho.
El propuesto G-8 sería la primera coalición liderada por Estados Unidos y, por lo tanto, tendría mucha más influencia que las actuales, dicen los partidarios de la idea. Una coalición diplomática multinacional liderada por Estados Unidos habría sido impensable bajo Trump, porque el expresidente había insultado a los líderes europeos y alienado a aliados clave de Estados Unidos.
En resumen, hasta ahora Biden está haciendo lo correcto sobre Venezuela. Ahora, debería aprovechar su mayor prestigio internacional para avanzar con la idea de un G-8, o algo parecido. De lo contrario, el desastre humanitario de Venezuela seguirá empeorando y millones más de venezolanos huirán al extranjero.
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