Aunque Salvador del Solar ha manifestado en sus primeras declaraciones que pretende liderar un gabinete que busque consensos –siempre los que ocupan la Presidencia del Consejo de Ministros dicen algo parecido cuando comienzan su gestión–, la verdad es que todo indica que será lo contrario, un equipo de combate que confrontará con los adversarios políticos y sectores empresariales.
Simultáneamente a su declaración de interés por los acuerdos, Del Solar reconoció que es antifujimorista, cosa por lo demás evidente si se revisan sus posturas y actuaciones del pasado reciente. Su posición política, por supuesto, no lo inhabilita ni mucho menos para ocupar el cargo que hoy tiene. Incluso algunos, como Augusto Álvarez Rodrich, celebran eso: “Este no es un gabinete que le guste al fujiaprismo y eso es estupendo”. (“La República”, Claro y Directo, 13/2/19).
El asunto es dilucidar qué es lo que realmente viene, sin entretenerse en las proclamas de cordiales intenciones y los torrentes de buenos deseos y consejos no pedidos que se suelen desbordar en circunstancias como esta. Y todo apunta a que el presidente Martín Vizcarra pretende intensificar la confrontación con lo que queda de la oposición keikista, ahora reducida a un desordenado grupo de congresistas muchos de los cuales dedican sus mejores esfuerzos a tratar de salvarse de las múltiples denuncias judiciales y políticas que los envuelven.
De esa manera trataría de detener su caída en las encuestas y recuperar los puntos perdidos, utilizando la fórmula que hasta ahora le ha dado resultados –y al parecer la única que conoce–, el consabido ataque a los políticos y a instituciones como el Congreso.
César Villanueva estaba desgastado y no tenía el temperamento para desempeñar ese papel. Además, según algunas versiones, existe el temor de que en algún testimonio de los ex directivos de Odebrecht se pueda señalar su intervención cuando era gobernador de San Martín en la cuestionada licitación de la carretera Cuñumbuque-Sisa, que ganó Odebrecht, en el marco de la Interoceánica Norte, a pesar de que los fiscales y el procurador del gobierno la han excluido generosamente de los acuerdos de colaboración con la empresa brasileña.
El otro frente del nuevo gabinete que preside Del Solar es el del sector privado. No se trata solamente de la notable influencia que parecen tener algunos ex ministros humalistas en el gobierno –a algunos el presidente los escucha con mucha atención–, que es visible en la participación de ex funcionarios del gobierno pasado en el gabinete y en altos cargos de la administración, sino de la permanencia de ministros colocados por Villanueva y que tienen un desempeño poco propicio a la inversión privada.
Concretamente, Fabiola Muñoz, que ahora ocupa la cartera de Agricultura pero sigue teniendo mucha influencia en Ambiente, a cargo ahora de Lucía Ruiz, quien fuera su viceministra. Y el Ministerio de Energía y Minas, donde sigue Francisco Ísmodes, que no oculta su adhesión a César Villanueva y sus políticas.
A los ministerios de Ambiente y Agricultura están adscritos Senace, OEFA, Osinfor, Serfor y Sernanp. En resumen, eso que parece una sopa de letras son organismos que tienen que ver con los permisos y autorizaciones para la inversión privada de industrias extractivas: minería, gas, petróleo, madera. Y en muchos casos es allí donde se enlentecen o simplemente se traban las posibilidades de inversión. Otro de los serios daños que ha provocado la dupla Vizcarra-Villanueva ha sido el inadecuado tratamiento y la debilidad ante las protestas sociales. Desde su retroceso ante un pequeño alboroto en Moquegua por el alza de la tarifa de agua hasta la rendición incondicional con los transportistas que bloquearon Arequipa durante una semana y la comunidad de Mayuriaga que rompió el oleoducto Norperuano y lo mantuvo cerrado durante tres meses, la constante ha sido la inacción primero y la rendición después.
Al momento de escribir estas líneas sigue bloqueada la mina Las Bambas, una de las más grandes productoras de cobre del Perú. Ya van 40 días.
El pánico que invade Palacio cuando el fantasma de un conflicto amenaza con engullir algunos puntos de la popularidad presidencial parece ser la explicación de ese comportamiento.
Naturalmente, no se trata solamente de enviar a la policía y declarar el estado de emergencia. Se necesita enfrentar políticamente, en la zona y en el país, a los que promueven los bloqueos y la violencia. No existen partidos políticos que lo hagan, solo puede hacerlo el gobierno. Y no lo hace. Ni siquiera lo intenta.
Es muy probable que el actual gabinete tenga un comportamiento similar o peor al presidido por Villanueva respecto a los conflictos sociales y la inversión privada. El perfil de los nuevos ministros y los que quedan así lo anticipa.