Ayer, el presidente Pedro Castillo por fin presentó a su Gabinete. Se trataba de una obligación importante, toda vez que esta terminaría por transparentar la manera en la que tiene pensado gobernar. Se trató también de un proceso que tomó más tiempo del común y que estuvo marcado por el suspenso, con la identidad del presidente del Consejo de Ministros (PCM), Guido Bellido –miembro de la bancada de Perú Libre–, manteniéndose en reserva hasta el instante en el que juró el cargo. Un juego con las expectativas y tranquilidad del país que –ahora lo sabemos– hizo de pronóstico para lo que ha terminado siendo una decisión lamentable.
Si algunos albergaban la esperanza de que Castillo se moderase en el poder, queda claro que se equivocaron. El señor Bellido es quizá la expresión más nítida de este error. Por un lado, es cercano a Vladimir Cerrón que, aunque Pedro Castillo prometió que no se le vería ni de portero en el Estado, ha demostrado que su toque está harto presente en el nuevo Ejecutivo. Asimismo, el también parlamentario se encuentra investigado por el Ministerio Público por el presunto delito de apología al terrorismo, por señalar que los asesinos de Sendero Luminoso apenas son peruanos que tomaron decisiones equivocadas, cuando son un grupo de criminales sin posibilidad redención. Al mismo tiempo, comparte la miopía de buena parte de la izquierda local, que cree que Cuba es un paraíso democrático.
Lo de ayer, pone al Gobierno en curso de colisión con el Parlamento. Un Consejo de Ministros encabezado por una persona como Bellido hace difícil que se le dé el voto de confianza, toda vez que ello supondría avalar a un político que representa exactamente lo contrario a los principios sobre los que se construye el Estado de derecho. ¿Qué autoridad moral puede tener Bellido para liderar la lucha contra los remanentes de Sendero Luminoso en el Vraem si es indulgente precisamente con los miembros de esa organización? ¿Cómo podría tener credibilidad en la lucha contra la corrupción alguien que justifica e inventa coartadas para Vladimir Cerrón, sentenciado por delitos cometidos cuando fue gobernador regional de Junín? Sencillamente, Bellido no es un primer ministro potable y es muy probable que Pedro Castillo lo sepa.
El presidente busca pleito. Arranca su gestión con el pie en alto y colocando al Parlamento entre la espada y la pared, entre gastar una de las dos oportunidades que tiene para negarle la confianza a un Gabinete y permitir que uno de los vicarios más radicales de Vladimir Cerrón esté a sus anchas en el Gobierno. El Congreso tiene ante sí una decisión imposible, propiciada por un jefe del Estado que llamó a la unidad en su mensaje a la nación de 28 de julio, pero que se empeñó en dinamitarla con sus acciones al día siguiente.
Sin embargo, si algo hay que reconocerle al nuevo mandatario es que finalmente se ha mostrado de forma transparente ante la ciudadanía: alejarse de Vladimir Cerrón y su influencia no le interesa y la moderación que quiso proyectar en las postrimerías del proceso electoral no fue más que una ficción.
“Si a Pedro Castillo le va bien, nos irá bien a todos”, reza una frase que se ha hecho común. Durante la campaña, empero, demostró que lo que es bueno para él no necesariamente lo será para el país, con anuncios como los de desactivar el Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo, y ahora lo reafirma colocando a alguien como Bellido en uno de los puestos más importantes del Estado.