La decisión de Barack Obama de normalizar las relaciones diplomáticas con Cuba y relajar el embargo contra la isla fue la primera vez que un presidente estadounidense reconociera el evidente fracaso de la política de EE.UU. hacia su vecino en el Caribe. Mas de cinco décadas de sanciones no mejoraron los derechos humanos, ni promovieron la democracia o las reformas económicas, ni derrotaron a la dictadura castrista.
Sería difícil que una política nueva estadounidense consiguiera resultados peores. Aun así, los críticos estadounidenses —entre estos, líderes prominentes del partido Republicano— insisten en que Obama ha premiado a un régimen recalcitrante y que, peor aún, ha rescatado a los Castro justo cuando la crisis económica venezolana vuelve desconfiable el patrocinio de ese país.
De ser así, es una crítica mas general a la política exterior estadounidense, pues EE.UU. mantiene relaciones diplomáticas y comerciales con un sinnúmero de países —desde China y Rusia hasta Egipto y Vietnam— cuyos gobiernos violan derechos humanos. ¿Alguien realmente piensa que estaríamos mejor si EE.UU. impusiera un embargo a buena parte del mundo?
Dicen los críticos mas sofisticados que por lo menos China, a diferencia del comunismo cubano, ha implementado reformas económicas de largo alcance, y por lo tanto merece tener relaciones comerciales, cosa que solo fortalecería al régimen cubano. Pero es precisamente por la falta de reformas económicas serias en Cuba que no deberíamos esperar un auge comercial importante debido a un levantamiento del embargo. Hasta que Cuba no cambie las políticas económicas que la han empobrecido, las oportunidades comerciales con la isla serán limitadas. Levantar el embargo sí lograría esclarecer que son las políticas represivas de los Castro, y no las políticas de EE.UU., las responsables por la miseria en que viven los cubanos.
Es verdad que un aumento en la actividad económica entre los dos países incrementaría los ingresos del régimen cubano. Pero nuevamente, al no implementar reformas económicas significativas, tales ingresos serán limitados. Es de esperar que con un mayor intercambio comercial surgirán grupos que presionarían por una agenda mas reformadora. Y las crecientes oportunidades de enriquecerse corroerían al socialismo cubano.
Lo que tiene más potencial de ampliar las libertades de los cubanos es el restaurar los derechos de los estadounidenses de viajar a Cuba. El intercambio entre la población cubana y hasta un millón de estadounidenses al año fortalecería el incipiente sector privado y la creciente economía informal, a su vez promoviendo para tales cubanos una mayor independencia del Estado. Esto podría fortalecer la sociedad civil cubana, más aún considerando que los estadounidenses —que tienen la tradición de sociedad civil mas sólida del planeta— se encuentran entre los mas filantrópicos a nivel internacional.
Pero Obama solamente ha relajado las sanciones a Cuba. Le toca al congreso estadounidense levantar el embargo por completo. Hacerlo no cambiaría demasiado la realidad de los cubanos en el corto o mediano plazo, pues la meta de los Castro —con o sin un embargo— es de mantener el control sobre el pueblo cubano y hacer lo mínimo posible en términos de reformas para obtener ese fin. Terminar el embargo al menos es una estrategia que probablemente aumente en algo la libertad de los cubanos, y que desaliente la ilusión de que EE.UU. de alguna manera tiene la habilidad de determinar el destino de Cuba.