Es el humanismo, porque atraviesa una serie de ideologías positivas que plantean una sociedad justa y digna para todos los seres humanos. El humanismo lo encontramos en el liberalismo, socialismo, socialcristianismo y anarquismo.
En cambio, no hay humanismo en el nazismo, fascismo, en las interpretaciones marxistas que justifican la vía totalitaria al socialismo, el elitismo y en el llamado transhumanismo, que pretende reemplazar al hombre por una sofisticada robótica, según sostienen algunos futurólogos.
Se discute si el cristianismo puede ser considerado un humanismo. Hay quienes creen que no porque se pone a Dios por encima de la persona, pero otros sostienen que sí lo es. Esto lo deducen por el segundo mandamiento de Cristo, el que indica que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos. Cabe resaltar que el humanismo no es solo una teoría, ante todo es una práctica, una forma de comportarnos frente al otro y de reconocerlo.
Si los seres humanos viviéramos de acuerdo a este mandato de Jesús, las sociedades serían cada vez más justas. Históricamente se han tenido que hacer revoluciones, reformas y transformaciones que nos conduzcan hacia la libertad, la igualdad y felicidad, que son principios genuinos del liberalismo clásico y no del neoliberalismo (que en el fondo es un economicismo).
También encontramos conceptos humanistas en el marxismo, sobre todo en el Marx juvenil. Para él, comunismo es el humanismo real. Sostiene que la única forma de alcanzar la plenitud humana es logrando la liberación de toda forma de enajenación y dominación de un estrato social sobre otros. El comunismo plantea una sociedad sin clases y no una dictadura. No hay que confundirlos, ya sea por desconocimiento del pensamiento marxista o por mala fe. Por ejemplo, durante esta segunda vuelta, el término comunismo ha sido utilizado incorrectamente por el fujimorismo y grupos políticos afines como sinónimo de totalitarismo socialista.
Hay otros tres humanismos a destacar. El kantiano, planteado por el filósofo alemán Emmanuel Kant, quien en su obra “Fundamentos de una Metafísica de las Costumbres” dice que los hombres son fines en sí y no medios o instrumentos al servicio de otros hombres. Entre nosotros, a partir del pensamiento de Kant, el filósofo Francisco Miró Quesada Cantuarias sostuvo que el humanismo nos conduciría hacia una sociedad sin clases.
Tenemos el humanismo de los anarquistas. Esta ideología propone una sociedad sin Estado explotador, una economía repartida socialmente y conducida sin propiedad privada, así como la libertad y la igualdad plena. Al respecto, dice el anarquista italiano Enrico Malatesta, que es un error considerar al anarquismo como sinónimo de desorden y confusión. Por el contrario, argumenta que el anarquismo busca instituir una sociedad basada en la libertad creadora y sin los límites legales que existen en la sociedad capitalista fundada en la propiedad privada y el burocratismo. Como sucede con las otras ideologías ya explicadas en esta serie de artículos, el anarquismo tiene distintas ramas.
El tercer humanismo es el existencialista, representado por los intelectuales franceses Jean Paul Sartre y Albert Camus. Para Sartre, el socialismo es la herramienta por la que se alcanza la libertad y el humanismo es el objetivo de todo socialismo. Él afirma que el socialismo materialista es contradictorio, porque el socialismo se propone por fin un humanismo que el materialismo hace inconcebible.
Albert Camus, en “El hombre rebelde”, sostiene que la persona vale por el hecho de serlo y que su principal cualidad es rebelarse contra todas las trabas que impiden su realización. La rebelión camusiana es universal, metafísica, política, religiosa y artística. El ser humano camusiano es un rebelde que lucha con denodada energía contra todos los mecanismos de dominación que impiden la plenitud del ser humano.
Más allá de las teorías, el gran aporte del humanismo, en beneficio de todos, es la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este documento jurídico universal debería ser acogido como la Constitución de los peruanos, como homenaje a quienes murieron para que seamos libres, iguales, dignos y nos autogobernemos.