Un día como el de mañana, don José de San Martín proclamó la independencia del Perú. Fue el acto más extraordinario y revolucionario de toda nuestra historia patria y, sin embargo, tuvieron que pasar tres años para que esa independencia concluyera en la batalla de Ayacucho.
Nuestra independencia fue el resultado de la asunción y afirmación de una ideología gestada en Europa, pero, sobre todo, por los llamados “ilustrados” franceses, que cuestionaron los fundamentos de la monarquía absoluta. San Martín y Simón Bolívar bebieron de estas ideas. Fueron unos políticos y militares cultos. Se sabe que el argentino viajaba con su biblioteca y el venezolano fue un eximio escritor político. Basta leer su “Carta de Jamaica”.
Entiendo la independencia de nuestra patria como un proceso que se inició con la rebelión de Túpac Amaru, que puso en jaque a la monarquía ilustrada y liberal del afamado rey borbón Carlos III, que realizó una serie de reformas tanto en España como en sus virreinatos. La rebelión de José Gabriel Condorcanqui fue un acto de liberación, que puso al descubierto los límites del “liberalismo” del monarca , quien decidió afirmar su real despotismo ilustrado.
El pensamiento democrático liberal europeo se introduce clandestinamente a finales del virreinato. Muchos pensadores e ideólogos de la emancipación no lo conocieron directamente, sino a través de un libro de divulgación escrito por el intelectual galo Mercier de la Riviére.
Como bien explica María Luisa Rivara de Tuesta, filósofa de la historia y pedagoga, fue este pensamiento ilustrado “la base que sustenta y alienta a nuestros ideólogos en su afán de cambio, de reforma y de revolución”. De esta manera, revistas académicas como “El Mercurio Peruano” e intelectuales como José Baquíjano y Carrillo, Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, Vicente Morales Duárez, Toribio Rodríguez de Mendoza, José Faustino Sánchez Carrión y José de la Riva Agüero, son los principales representantes en nuestro pensamiento liberal ilustrado.
Estas ideas se desarrollaron dentro de un proceso ya mundializado como pasó con la revolución gloriosa inglesa de los comunes en 1688 y la independencia de las trece colonias de Norteamérica, antes que los franceses hicieran la suya. Había surgido una nueva visión del mundo, una nueva ideología que cuestionó los fundamentos de aquella otra sustentada en “el poder divino de los reyes”. Una visión del poder tan destacada y defendida, pero, a la vez, tan criticada por el famoso autor del “Leviatán” Thomas Hobbes.
De ahora en adelante, como dijera San Martín “por la voluntad general de los pueblos”, los seres humanos serán libres e independientes, pero a la vez iguales y autónomos. Además, constituirán gobiernos de acuerdo a la voluntad de todos.
Estos ideólogos de la independencia del Perú fueron estudiosos y protagonistas de un mundo muy diferente al que vivimos ahora. Un mundo donde había reyes con poderes totales, imperios gigantescos, aristocracias con poderes absolutos, solo limitados por el rey. Un mundo que ellos se los distribuían de acuerdo con sus antojos e intereses. Y, lo peor de todo, un mundo de amos y esclavos.
¿Sabe usted lo que es ser esclavo? Felizmente, no. Pero si entrara al calabozo de los esclavos del actual hotel San José de Chincha, que está para la vista de los turistas, e imagináramos a muchos de ellos con sus cadenas, seguro que se nos escarapela toda la piel.
Esa condición inhumana fue poco a poco desapareciendo gracias a la independencia, pero todavía han quedados formas de dominación producto de la herencia colonial, y otras nuevas que se acentuaron y se formaron a lo largo de 200 años de vida patria. Debemos liberarnos de ellas para afirmar y consolidar totalmente nuestra independencia.
La independencia del Perú que recordaremos mañana en un contexto duro y doloroso causado por la pandemia, es la prueba más contundente del impacto que han jugado y siguen jugando las ideologías en la historia de la humanidad. Y así como la fe mueve montañas, la ideologías mueven continentes.