Fácil es el perdón, pero tan lejano el olvido. Arturo Vidal lloró en ese improvisado confesionario llamado sala de conferencias del complejo Pinto Durán y su técnico, Jorge Sampaoli, lo liberó de todos sus pecados. La única penitencia para el incansable mediocampista de la Juventus será ser campeón de América con Chile. Si eso no pasa, a todos en la selección sureña les caerá el juicio final de la gente. Vidal, un literal ‘carrito chocón’ del fútbol, se tomó unos tragos vespertinos en un casino y jugó el destino de su equipo en una ruleta de la suerte. Sampaoli tenía solo dos opciones y apostó por su futbolista más importante. Al entrenador argentino le molestaba mucho que en Perú le dijeran ‘Hombrecito’ por medir poco más de un metro sesenta. Si no gana el título de la Copa, será reducido a una versión de circo liliputiense.
“No me nace castigarlo por un error”, dijo un Sampaoli entreverado por la misericordia y el nerviosismo. El costoso (y vistoso) Ferrari rojo de Vidal –vale un cuarto de millón de dólares– quedó destrozado al borde de una pista en las afueras de Santiago de Chile. ‘King Arturo’ no solo fue imprudente, sino que también cometió un delito al sobrepasar los índices de alcohol en su sangre. Conocidos sus antecedentes de tolerancia cero en este tipo de deslices, la prensa internacional esperaba que ‘Sampa’ excluyera sin remordimientos a su goleador en la Copa América. El ‘Hombrecito’ tenía que hacerse grande pero quiso convertir la concentración sureña en un monte de piedad. Vidal arrancará mañana ante Bolivia. Condorito, el emblema del cómic chileno, podría elegir esta irrepetible oportunidad para hacerse real, caerse con un “¡plop!” de la sorpresa y exigir una explicación.
“En Alemania los campeones mundiales salen igual y nadie les dice nada”, me dijo Carlos Zambrano hace dos semanas tratándose de defender del ampay de ‘Peluchín’. Quizá allí está el hilo que nadie quiere cortar y por eso Sampaoli arriesga su carrera al priorizar el resultado antes que el rigor. “Pueden tomar, pero que ganen algo”, se quejaba un fanático rojiblanco en la puerta de la Videna después de la primicia juerguera de “Amor, amor, amor”. Esa doble moral de todos los tiempos embriaga más a los deportistas que un barril de cerveza.
Vidal fue desleal con su equipo al beber licor en una tarde libre que no debió ser concedida. Falló y no pagó. Jorge Sampaoli arrinconó su futuro profesional con esta contradictoria decisión. Así están las cosas en el vecino del sur: si no campeona la ‘Roja’, el ‘Hombrecito’ tendrá que irse. Si en la selección de Chile deciden crucificar a todos, las últimas palabras de Sampaoli serán: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Arturo Vidal solo dirá: “Tengo sed”.